Propuesta políticamente incorrecta

Usted está aquí

Propuesta políticamente incorrecta

Hace algunas décadas asistí a una conferencia en San Francisco, California, sobre la Terapia Familiar que dictaba el doctor Salvador Minuchin. Eran los años ochenta, y la cultura del cambio humano y social iniciado en la década de los sesenta en esa región continuaba con toda su efervescencia científica y filosófica.

Al terminar su conferencia, uno de los asistentes confrontó a Minuchin con esta frase: “su teoría tiende a ser ‘conservadora’”. Un adjetivo que igual que hoy se interpreta como sinónimo de “anacrónico”, “primitivo”, “retrógrado” y, por lo tanto, tan inútil como el arado de madera frente a un tractor.

Minuchin, cuya teoría de la familia enfatiza la ‘estructura familiar como el cimiento de la salud mental y el funcionamiento adecuado de sus miembros, respondió con claridad y respeto: “Sí´, mi pensamiento acerca de la familia es conservador, trato de que la familia se conserve sana y funcional”.

La familia no es un producto de una época como el vestido o el tenedor. No se puede inventar conforme a las ocurrencias humanas de los padres o los artistas o los líderes de opinión. Se podrán añadir elementos periféricos, accidentales o adaptativos a las circunstancias de tiempo o dinero disponible, a las responsabilidades de los padres, de los hijos y demás familiares, pero la paternidad y maternidad, su autoridad y responsabilidad educativa integral, la jerarquía familiar y su ejercicio les pertenece por naturaleza y no por concesión del estado o de la sociedad.

La familia es un sistema autorregulado, cuya principal tarea es “conservadora”, es decir conservarse en proceso de evolución, no de deterioro, como sucede con todo organismo que tiene vida propia. En ocasiones se propone un tipo de “familia liberal” como superior a la “familia conservadora”, sin clarificar lo que significa ‘liberal’ en términos de disciplina, valores, autoridad y responsabilidades de sus miembros. Es una propuesta muy cómoda para padres e hijos, pero fatídica no solo para la salud mental de sus miembros sino para su desarrollo biopsíquico-espiritual y social.

Últimamente algunos funcionarios públicos han propuesto castigar a los padres de los alumnos que hacen bullying a sus compañeros. 

Aparentemente esta acción atacaría la causa del maltrato y además haría conscientes a los padres de su responsabilidad educativa. Sin embargo, esto no deja de ser una ocurrencia sin reflexión, dado que la ejecución implica otros problemas adicionales como ¿a quién castigar, al padre o a la madre o a la abuelita? ¿En qué consistiría el castigo?...etc.

Tanto el problema del bullying como el de las drogas, del fracaso académico, de los ninis, del alcoholismo juvenil, del suicidio, del matrimonio prematuro y demás sufrimientos, que padecen tanto las familias como la sociedad, deben ser atendidos de manera más efectiva que con ocurrencias o lamentos estériles de padres como de las autoridades.

Es necesario cambiar la mentalidad de “padres liberales” a “padres conservadores”. Mi experiencia terapéutica me comprueba constantemente que cuando los padres dejan de ser liberales (“alcahuetes” los llamaban nuestras abuelas) los hijos no solo corrigen su comportamiento de deterioro, sino que encuentran un sentido para sus relaciones y su futuro.

Me gustaría que alguno de los candidatos propusiera un proyecto de ‘atención y cambio de la mentalidad familiar’ para recuperar una sólida estructura social. Aunque esta propuesta sea “políticamente incorrecta”.