Propósitos cívicos
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Propósitos cívicos
Según datos del Banco Mundial, el 76.3 por ciento de los propósitos y buenos deseos habrán valido puritito champurrado para la presente fecha. El resto se irá por el mismo vertedero de la voluntad una vez repartida la primera quincena del año.
A mí no me haga caso, pero por favor no dude del Banco Mundial.
Pasa que los propósitos suelen estar reñidos con las poderosas endorfinas y así no se puede. Al menos, no se puede esperar que un ambiguo anhelo de la vanidad se imponga sobre un poderoso neurotransmisor liberado cada vez que le hincamos el diente a una rebanada de pizza doble queso.
Tranquilo, no se achicopale, que no será el primero ni la última a la que los carbohidratos le jueguen una mala pasada.
Por supuesto, no es que tengamos la voluntad de un lirón en día feriado (aunque también), pero el principal problema no son los propósitos en sí, sino por supuesto, sobre qué los cimentamos.
Por ejemplo, no es lo mismo tratar de comer mejor, de ejercitarse y bajar algunas tallas si tenemos alguna preocupación por nuestro estado de salud (en cuyo caso es absurdo esperar a que inicie un nuevo año), que hacer una dieta ridícula y peligrosa y una rutina de acondicionamiento para la cual no estamos ni remotamente preparados con el único objetivo de presumir torso nuevo en Semana Santa.
El propósito fundado en la necesidad de mejorar nuestro estado general es de por sí difícil de seguir, pero la persecución de un banal ideal estético es todavía más improbable porque no involucra nuestra supervivencia.
El secreto es tener primero clara a la persona en que deseamos convertirnos y entonces, lenta pero inexorablemente, nos precipitaremos hacia ello. En vez de buscar una súbita transformación en algo por mera influencia o imitación.
Pero si de todas formas lo quiere intentar, adelante. No vaya a culparme a mí o la Nación de Petatiux por quebrantarle el ánimo.
Pero una cosa sí le advierto: No compre esos leggins hasta que su cuerpo esté en condiciones de enfundarse en ellos.
Me pronuncio porque este año hagamos mejor unos propósitos más bien cívicos. ¿En qué consistirían?
Bueno, además de ser un ciudadano ejemplar: que respeta la ley, que paga impuestos, que no pide ni da soborno, que es limpio, que es cordial en su trato hacia los demás, que no es prejuicioso o no permite al menos que sus prejuicios influyan en sus decisiones, que sabe manejar y no se siente con más derecho que los otros conductores o que los peatones, habría que añadir todavía algunos aspectos.
Todo lo anterior es sólo el punto de partida, la base, lo mínimo que al día de hoy estamos obligados a ser. ¡Lo mínimo!
Mas nos falta un enorme grado de conciencia y responsabilidad social que nos negamos a asumir, siendo allí donde nos hemos descuidado y permitido que una mafia nos desgobierne y haya llevado las cosas al caótico estado en que actualmente se encuentran.
Para mí un buen propósito de año nuevo es convertirse en la pesadilla de todo gobernante: un ciudadano despierto.
Cuestione, impugne, infórmese y exija. Piérdale por completo el miedo a la interacción con los funcionarios y representantes (a la Policía no, a esa sí todavía téngales mucho, mucho miedo). Pero a nuestra monarquía burocrática sí piérdale por completo el respeto cual si fuera meretriz lujuriosa. No olvide que le deben resultados, respuestas, cuentas claras y muchas explicaciones.
Si se lo deja todo a los medios informativos, le recuerdo que también se corrompen y se coluden con el poder.
¡Ándele! Pruébese nomás. Como esos que van los primeros días de enero al “gym” nomás pa’ sacarse la “selfie” y aprovechar la promoción, porque a su compadre (comadre) le hicieron descuento si llevaba a otro maje. ¡Quién quita y le guste! A lo mejor resulta que es lo suyo y ni cuenta se había dado.
Y así, un día, en vez de presumir unos lavaderos de miles de millones de pesos (como los del Profe Moreria) quizá pueda al menos presumirles a sus hijos que usted no permaneció pasivo e indiferente mientras finiquitaban el mayor atraco de toda la historia.
Claro que si de paso quiere también bajar esas lonjotas, no estará tampoco de más.
Seguimos de festejo. ¡Ánimo!
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