Problemas en la educación

Usted está aquí

Problemas en la educación

ALEJANDRO MEDINA

En estos días enfrentamos problemas graves en lo que toca a enseñanza. No dudo que las autoridades educativas estén aterradas ante el regreso a clases. Ahora los estudiantes no tienen claro qué se aproxima. Tampoco los profesores tenemos una idea acerca de las nuevas formas de transmitir conocimientos. Para empezar, no todos los alumnos tienen computadora, algunos ni televisión. ¿Qué hacer? Debemos ser creativos y pensar el trabajo como utopía y proyecto social.

Hace un siglo un educador de la Universidad de Chicago creía que la enseñanza profesor-alumno no era la única manera de acercarte a la cultura y a la ciencia. Publicó un libro célebre que enlistaba los 100 libros que debería leer quien deseara tener una formación universitaria sin estar en una institución. Mortimer Adler conducía a los lectores por medio de la lectura y les hacía ver que podían comprender todo si leían con cierto orden. Fueron pocos los que ensayaron el método de la autoformación prescindiendo de los maestros y de la escuela misma. Adler se sostuvo.

En este encierro leí una obra difícil y atractiva: “Tristes Trópicos”, que es casi un resumen de lo que hizo durante décadas entre comunidades indígenas de Brasil y Norteamérica el gran etnólogo del siglo 20, Claude Lévi-Strauss. Va contando sus recorridos por los ríos de la Amazonía y el encuentro con seres humanos que nunca habían visto un blanco. Habla de su aprendizaje de las lenguas, recopilación de cánticos, leyendas y mitos, la organización social, la familia y la búsqueda de alimentos. Y el etnólogo no era tal, quiero decir que no estaba graduado. Dijo que la selva y los indios desnudos fueron su universidad. De hecho, al inicio del libro menciona que se metió a estudiar filosofía en París y que le resultó aburrido; se burla de no pocos profesores y declara que lo mejor que pudo hacer en la vida fue olvidar lo aprendido. Ahora bien, “Tristes Trópicos” no sólo es un tratado de antropología genial, también una obra literaria, tanto que lo llevó a la Academia Francesa.

Entre Adler y Lévi-Strauss podríamos creer que lo que se precisa es el abandono de la escolaridad. Tal vez no, porque el primero siguió impartiendo clases y el segundo regresó a la universidad, en la que se mantuvo 30 años. Pero la idea de repensar el método y la responsabilidad de estar o seguir estando frente a los niños y jóvenes no tiene vuelta de hoja: es necesaria.

En la Universidad Autónoma Metropolitana campus Xochimilco, unos maestros reflexionaron sobre su compromiso con la educación (lo que justifica su labor) o con los estudiantes (el núcleo de su ética) y produjeron un grueso documento que no me he enterado si ya salió al público. Lleva por título: “La universidad utópica”. Uno de sus autores es de Monclova, Javier Ortiz. ¿Qué hacer frente a los estudiantes?, ¿cómo construir con ellos un proyecto de adquisición de conocimientos para la vida de cada uno y para el bien de la patria?, ¿cómo transmitir la necesidad de ser críticos y también provechosos?

Confieso que en estos meses de encierro sufrí para mantenerme en contacto con mis estudiantes, seguir la pista de sus lecturas y escritos, invitarlos a corregir, rehacer, repensar… Y el problema no era de ellos sino de ambos: del alumno y del maestro, y de su relación pedagógica.

Durante los muchos años que duraron las dictaduras latinoamericanas y europeas, surgieron programas alternativos: el de concientización de Paulo Freire, el crítico de Iván Illich y el rebelde de Lorenzo de Milani. Menciono el último. Al sacerdote Milani su obispo lo envió como castigo “al culo del Diablo”: una comunidad montañosa en la que todos los niños eran pastores de ovejas. Con ellos creó un sistema educativo célebre. No había libros, sólo una enciclopedia y periódicos. Sus alumnos leían un artículo y consultaban todo. Por ejemplo: la guerra de Irak. Su historia, lenguas, religión, personajes, economía. Al final escribieron una obra en que criticaban al gobierno italiano, a la Iglesia, al partido comunista y a la educación.

Discúlpenme, deberé volver sobre el tema, porque deseo exponer unas ideas. Alfabeticé a mujeres yaquis y ahora enseño en la universidad. Al que hay que poner en juego es al sistema: ¿educar para qué?