Principio de inocencia
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Principio de inocencia
Si usted, amigo lector, por la razón que fuere, llegase a enfrentar un problema con esa invidente dama llamada Justicia, tendría que afrontar seguramente el principio de culpabilidad: Es decir, que la autoridad dará por descontado que usted es culpable de todos los delitos, faltas y agravios que se le imputen y, para probar lo contrario, deberá usted mismo de invertir todos los recursos legales a su alcance.
Lo anterior pese a que en nuestra legislación, como en cualquier otra que ose proclamarse Ley, impera el principio opuesto, el de inocencia: Todo ciudadano es inocente, y sólo mediante un proceso se podrá demostrar lo contrario.
El principio de inocencia es una de esas extravagancias de las que oímos hablar en las películas pero que ni de broma aplican en este Planeta de los Simios en el que nos tocó vivir.
Ahora bien, el que sea una rareza tampoco significa que no exista. Sabemos que en algunas sociedades avanzadas es la autoridad quien debe presentar pruebas sustentadas, no circunstanciales, fehacientes y científicas en contra de un indiciado para acusarlo y fincarle responsabilidad.
En nuestro propio País será quizás difícil más no imposible de encontrar, el único requisito para acceder a éste es vivir en la estratósfera social, estar respaldado por el Poder o, en su defecto, por una fortuna personal que garantice que será tratado como persona.
Así que el día que lo detengan, por una simple infracción de tránsito o por hacer tamales a su cónyuge, asegúrese por lo que más quiera de tener los apellidos correctos para que sea llevado a la sección VIP donde con gusto le atenderán.
La membresía tiene sus privilegios, decía la publicidad y decía bien, y uno de dichos privilegios es gozar precisamente del principio de inocencia.
Ahí tiene a la máxima gloria parida en tierra coahuilense, Humberto “El Profe” Moreira, quien auxiliado por todo el brazo del Ejecutivo Nacional libró cabalmente los cargos que enfrentaba al otro lado del Atlántico. ¿Por quién más iba a interceder toda la diplomacia mexicana sino por su hijo predilecto?
Tenga en cambio mucho cuidado de que a usted no le lleguen a fincar cargos fuera del territorio nacional, porque se me hace que es la última vez que volvemos a saber de su grata persona. En el caso del profe bailador, hablamos de alguien cuyo enriquecimiento no sólo es inexplicable sino tan grande que es visible desde la Estación Espacial Internacional, pero que tuvo la buena ocurrencia de invertir parte de esta riqueza en la instauración del actual régimen que, visto está, lo cuida como un ángel guardián a donde quiera que el profe vaya.
Otra finísima persona que ha enfrentado el arresto en lo que para nosotros serían unas vacaciones pagadas en suite de lujo, es otra docente (para orgullo del gremio que hoy añora esos viejos boyantes tiempos): La maestra Elba Esther Gordillo, quien se ha excusado de vestir el overol zanahoria gracias al esfuerzo del equipo de abogados que paga con el dinero que precisamente se le acusa de haberse agenciado de forma indebida.
Primero, alegando motivos de salud, la maestra fue eximida de enfrentar su proceso tras las rejas. ¿Puede imaginar lo que le dirían a usted en el Cereso si alegara sentirse malito y le pidiera al director -presentando el debido justificante- cumplir el resto de su condena en casita, comiendo sano y viendo Netflix? Se dice que al último que pidió salir por motivos de salud, los otros reos lo obligaron a vestir peluca, tacones y minifalda por el resto de su estancia (pero creo que al final hasta lo despidieron con rosas).
En días recientes la ominosa maestra sufrió el revés de ver fallecer a su hija, la senadora Mónica Arriola tras una lucha contra el cáncer. Elba Esther pudo acompañarla mientras agonizó en el hospital e incluso se le concedió un permiso especial para acudir a los servicios funerarios de la difunta Senadora. Y he aquí que, otra vez, no puedo imaginarme a un ciudadano de las ligas menores excusándose por causas de fuerza mayor: “¡Es que mi abue se puso malita y sólo se toma la medicina si se la doy yo!”. Creo que por muy cierta y grave que fuera su problemática familiar, lo único que se ganaría serían dos horas de pamba de parte de todos los demás reclusos.
En fin, que lo mejor ha de ser jamás tener que vérnoslas con ninguna instancia policiaca, ministerial o judicial, pero si un día ocurre, ojalá que tengamos el apellido correcto.
Hechos como éste prácticamente le gritan al ciudadano en su cara que se olvide por completo de sus valores y escrúpulos y emprenda una carrera en el Lado Oscuro de la Fuerza (nunca es demasiado tarde).
Finalmente, no puedo dejar de mencionar que estos dos miembros de la élite política nacional, que han podido sortear con gracia y decoro sus batallas legales, pertenecen ambos a aquella mítica Lista Forbes de los Mexicanos más Corruptos, lo que nunca deja de ser revelador sobre el estado que guarda el Estado de Derecho Mexicano.
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