Presencia de Don Quijote

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Presencia de Don Quijote

En días pasados dediqué mi clase de Historia de España a explicar a mis alumnos la grandeza de algunos poetas y literatos del Siglo de Oro. Época dorada en que brillaron Cervantes, Quevedo, San Juan de la Cruz y Lope. Y dentro de sus obras la más leída es Don Quijote. Leída y recomendada por Tolstoi, Dostoievski o Hugo, fue citada con admiración por Carlos Marx y Federico Engels, así como por Sigmund Freud. Marx, que había leído el Quijote en alemán o inglés, dijo que aprendió español nada más para tener el placer de saborearlo en su lengua original.

No es casual que los mencionados del Siglo 19 lo hayan leído, como otros miles desde su aparición en 1605 (primera parte) y 1615 (segunda). Sabemos que lo leyó William Shakespeare porque sacó de una de sus páginas el argumento para una obra de teatro que, por desgracia, se perdió, dedicada al amor entre Cardenio y Luscinda. El Quijote se tradujo al inglés en 1612, con varias reimpresiones. Para 1614 apareció en francés, luego en italiano, alemán y holandés. Del Quijote se tiraron cinco ediciones en 1605, cada una, al parecer, de mil 500 ejemplares.

Un vecino de la Ciudad de México, Clemente de Valdés, compró 262 ejemplares de la primera edición y los embarcó en el “Espíritu Santo” hacia Veracruz. Otro compró 100. De la edición prínceps arribaron a Perú, Panamá y Colombia. Suman más de mil. Significa que hubo más lectores de la primerísima edición en América que en España.

Personajes importantes conocieron al Quijote. Carlos Fuentes contó que estaba en una reunión con García Márquez y otros escritores invitados por Bill Clinton. Uno mencionó al Quijote y Clinton se puso de pie y empezó a dar vueltas a la mesa recitando de memoria un largo texto de la obra. En una entrevista al gran etnólogo Claude Lévi-Strauss, éste relató que cuando tenía 10 años su padre le obsequió una edición infantil de Don Quijote. Cuando había invitados en casa su padre lo llamaba y pedía a un comensal que abriera el libro en cualquier página y leyera una frase. El niño continuaba de memoria el resto del capítulo. Lévi-Strauss confesó que desde entonces tuvo un ideal “donquijotista”, que significó estar siempre dispuesto a servir a los desheredados.

La obra maestra de Cervantes llegó a Saltillo. Don Ildefonso Dávila hizo un estudio sobre las lecturas de los saltillenses en la era colonial y solamente encontró a un español que lo tenía. La fuente del señor Dávila fueron los testamentos del Archivo Municipal. Él y yo nos repartimos testamentos para hacer el catálogo del Fondo. Entre los que me tocaron localicé el de un tlaxcalteca que heredaba a su hijo un ejemplar de Don Quijote. ¡Un indígena de San Esteban leyendo a Cervantes hace 200 años! La edición más antigua en Saltillo se encuentra en el Centro Cultural Vito Alessio Robles: “Vida y hechos del ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha”, La Haya, 1744, en cuatro volúmenes in cuarto. No proviene de la biblioteca de don Vito sino de la de don Óscar Dávila.

Yo estaba recién llegado a Saltillo tras muchos años de andar vagando. A mi casa acudían los amigos todos los viernes a comer y beber (los vendredis inolvidables de que habla Borges en “Pierre Menard, autor del Quijote”). Salían a la palestra poemas. Quevedo, Machado y García Lorca eran visitados. Un día Alberto Santos citó una frase de Don Quijote y de inmediato, imitando a Lévi-Strauss, Gonzalo Valdés, hijo del famoso médico, rememoró el capítulo completo. “¿Cómo te lo aprendiste?”, preguntamos. “No sé”, respondió.

El diputado lagunero García Villa (hoy vecino de Saltillo) hizo un prolongado esfuerzo, que aún perdura, por dar a conocer a Cervantes. Uno de nuestros expertos en el libro es Miguel Agustín Perales. A mis alumnos les demostré que El Quijote es, además de literatura, una descripción soberbia de la España que entre los años 1605 y 1615 estaba ya en clara decadencia, como ahí se refleja. Murió Felipe II en 1598 y empezó el declive. Toda la riqueza que llegó de América la dilapidaron; hicieron quebrar sus industrias; dejaron al campesinado sin trabajo; hubo inflación y mucha corrupción. Lo cuentan, veladamente, Don Quijote y Sancho.