Postrimerías
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Me doy cuenta que el título suena horrible, pero el año que hoy termina termina malo y, el que inicia mañana, peor. De cualquier manera, consulté a María Moliner antes de escribirlo, para no sentirme tan negativo ante el pasado inmediato y un futuro sin demasiada esperanza. Según san Pablo, entre las tres virtudes cardinales la esperanza es la que resulta innecesaria tras la muerte, la fe es superflua puesto que ya se supo lo que realmente era o lo que no era, pero sobrevive el amor. ¡Vaya concepto interesante para un creyente o, también, para un agnóstico!
Los sucesos mexicanos tanto como los internacionales conducen a creer que existe todavía algo de amor, como demostraron los chilangos cuando se pusieron a servir a quienes habían perdido sus hogares, la salud o la vida; lo vemos localmente al enterarnos de la heroica perseverancia de las personas que perdieron un ser querido y no por la muerte, sino porque lo secuestraron, la mayoría mujeres; lo sabemos porque en Estados Unidos a pesar del racista, fascista y megalómano presidente que tienen, miles de personas han dado la lucha de frente contra él y a favor de los desprotegidos: los musulmanes, las mujeres, los migrantes, los dreamers… Si eso no es amor, dígame que es.
La fe, por su cuenta es una de las virtudes que está por los suelos o definitivamente ausente. Los mexicanos dejamos de creer en nuestros gobernantes, en las leyes, en los diversos institutos que hacen lo contrario de lo que dicen sus propios estatutos, en los partidos, en la Policía y el Ejército. Muchos desearíamos poder creer, pero la realidad se nos impone y nos exige ser incrédulos, desconfiados, celosos. Peña Nieto nos arrancó de cuajo toda posible certidumbre sobre las obligaciones mínimas de lo que todavía podría nombrarse “Estado Mexicano”.
Nos queda la esperanza, pero no como virtud teologal (no hemos muerto todavía), sino como el último recurso de la lógica. ¿Qué esperamos?, no lo sé. Confieso que esa pregunta no cuenta aún con respuesta convincente. ¿Que triunfe “el Peje”?, ¿que Anaya persuada al ciudadano de que su propuesta es honorable?, ¿que Meade nos diga algo que no sea clonación? Y, sin embargo, ahí está la esperanza, terca, colocada en medio del público como si hubiese sido invitada. Pero sí, somos un pueblo de creyentes irredentos. “Todo se lo debo a mi manager y a la Virgencita de Guadalupe”, declaró el “Ratón” Macías cuando madreó al gran boxeador Alphonse Halimi. El “Ratón” retrataba a su pueblo: “no soy nada ni nadie, otros son los que valen” (y aquí viene a la memoria lo de Octavio Paz “¿quién anda ahí?”, a lo que respondió su sirvienta: “nadie”).
Ese sentimiento se acrecienta con el dominio absoluto del PRI de Peña Nieto: no somos nadie. Tras la corrupción extrema de su reinado en casi todos los rubros (pocos funcionarios de alto nivel se salvan, pero sí existen), nos demostró cada día de su presidencia que somos nadie (“naiden”, dicen atinadamente los campesinos de Saltillo que son tan criollos como Don Quijote; “soy naides”, decía uno de los gauchos peleoneros de Borges).
Los gobernantes de toda América, de Trump a Macri, pasando por Kuczynski, Maduro y Temer, y terminando con Peña, se han dedicado a acabar con todo lo que les esté a mano. Saqueo, inseguridad, muerte, desaparecidos, injusticias, pobreza galopante… ¿Cómo creer en Trump si su partido Republicano no es más que su repetidora, si concedió el perdón a Joe Arpaio, un racista condenado por las mismas leyes americanas?, ¿qué esperar de Peña cuando impuso a su primo en una gubernatura a golpes de dinero, manipulación y compra de votos?
Leo y casi termino el último libro de Leonardo Padura, impreso en este todavía 2017. Su título “El alma de las cosas”, editado en La Habana, arropa una serie de artículos escritos en varios años y periódicos. Escrito valiente en que denuncia desde Cuba, viviendo en Cuba, las formas de opresión de que fue objeto durante años. No es que ahora que triunfó con su maravilloso “El hombre que amaba a los perros”, sobre la estancia y asesinato de León Trotski en México, y ya traducido a muchas lenguas aproveche su estatuto actual, sino que Padura siempre optó por la justicia o, si se prefiere, contra la injusticia, y la denunció en su momento; cosa que le costó.
Espero que tenga un buen año 2018, cosa difícil. Espero que entienda ahora mejor el título. Agradezco su lectura y sus críticas.