Por una política consciente y responsable

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Por una política consciente y responsable

“El político se convierte en Estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones” - Winston Churchill -

Aristóteles, filósofo imprescindible de la Historia Universal, postula que el hombre es un animal político. En efecto: como seres humanos necesariamente tenemos que vivir en sociedad. No nos quepa duda de que nacemos humanos, pero tenemos un componente biológico y otro genético. Los seres vivos conllevamos en los genes lo que somos y queremos ser. No sería factible hacer otra cosa fuera de lo establecido en el rigor del código genético. La inteligencia nos brinda la posibilidad de pensar lo que hacemos y en algunos de nosotros predomina un instinto: el de ser político, el de buscar cómo transformar la sociedad desde la función pública, desde los partidos o desde cualquier trinchera. Todo eso, es política.

Decía el prestigiado Maestro y licenciado Don Jesús Reyes Heroles, académico e ideólogo Presidente del Partido Revolucionario Institucional, que la política es “Coloquio constante con todos, piensen como piensen; confianza en nuestras ideas; ver con ojo escudriñador lo que nos rodea; leer con avidez, escribir y hablar, ganar las cátedras, conquistar todas las trincheras ideológicas, ir a las plazas, ser, si esto sirve, hasta predicadores dominicales; dialogar con los campesinos, con los obreros, con la amplia y ramificada clase media, para ser orientados y poder orientar.” El Maestro nos convoca a “llevar la política a todas partes, hasta las academias, si es necesario; aprovechar al máximo la fuerza de la política, que es, en el fondo, nuestra mayor fuerza. Hagamos más, mucha más política; hagamos mejor política y acabemos con la politiquería.”

No obstante por la actuación de quienes confunden la política con la politiquería o con el provecho personal con menoscabo del social, han dejado una estela de desconfianza en varios segmentos de la sociedad. Aquí y en el resto del mundo. Han contribuido a que muchos ciudadanos consideren la política un quehacer desgastado, visualizan el servicio público como el escenario del provecho personal, son seudopolíticos o politicastros, oportunistas, demagogos o servidores de la circunstancia según les convenga. El gran escritor Mauricio Magdaleno nos narra en su espléndida obra “El resplandor”, la historia de un muchacho del imaginario pueblo, de San Andrés de la Cal, quien cuando quería ascender en la política era el más servicial de los ciudadanos, el más solícito para socorrer a sus coterráneos, el típico muchacho sencillo, humilde y simpático. Empero, una vez que fue escalando, regresó a su comarca para acabar con el presupuesto público, vaciar las arcas, darle la espalda a sus otrora queridos conciudadanos y volverse el símbolo del daño, de la destrucción. Entonces el pueblo lo calificó como “El coyote dañero”.

Los “coyotes dañeros” que se han colado a la política en todas sus dimensiones son los responsables del desprestigio del oficio más noble y ennoblecedor de cuantos existen. La esencia misma de nuestra vocación es, ha sido y será siempre la de hacer política para servir a la Nación, a contribuir con el personal grano de arena al desarrollo de la sociedad, a buscar el bienestar general, a promover la armonía entre los factores sociales, a crear sintonía entre gobernantes y gobernados. ¿En qué santiamén se olvidó este conjunto de deberes, éste caleidoscopio de responsabilidades? En el momento en que el falso político se desenmascara y se convierte en “El coyote dañero” del novelista Magdaleno. Entonces afloran los intereses personales sobre los colectivos, el afán de lucro sobre el bienestar de la sociedad. La búsqueda del poder para servirse con la cuchara grande y no para servir con las herramientas del Estado a los ciudadanos.

Ocupar un cargo público es un gran honor pero también una gran responsabilidad. Las decisiones que se toman, afectan la vida de miles de personas que puede el “politicastro” llevar al fondo del abismo o a la cima de la montaña. La política es responsabilidad y lucha por el bienestar de los demás. El genuino servidor público debe ser honesto y realista, tener capacidad anticipatoria y sobre todo actuar cada instante como si estuviese a la vista de todos en una caja de cristal, pues en efecto, así lo está.

En esta coexistencia de políticos de altura, de los que piensan alto y miran lejos y de politicastros que actúan como el “coyote dañero”, es también responsabilidad de los ciudadanos distinguir a los lobos con piel de oveja, a quienes cambian de partido como de indumento, a los oportunistas, a quienes han saqueado el patrimonio colectivo y no son más que sepulcros blanqueados, y sobre todo a quienes creen que la gente carece de intelecto. Bienvenida sea la alta política. La de los políticos responsables y los ciudadanos conscientes que distinguen al cordero del lobo, al que es digno de su confianza del que solo simula, al gobernante que merece la aprobación generalizada, del “coyote dañero”. En ésta hora cuando otros siguen viendo el reloj decimonónico, nuestro país requiere de una renovada dignificación del quehacer político.

Gerardo Dávila Cardona

gerardo.davila.c@gmail.com

@JerryDavilaMX