Por tu propio bien, ¡huye del aburrimiento!
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Por tu propio bien, ¡huye del aburrimiento!
Hace días, después de ir a Cinépolis, estuve a punto de proponer una iniciativa ciudadana para exigir que cada palomita de maíz acaramelada esté perfectamente cubierta con azúcar; ¿qué es eso de que pocas sabor caramelo y muchas sabor nada? Me fastidia esperar a que me salga una pieza súper cubierta –cuando por cada puño vienen muchas desabridas o raquíticamente caramelizadas– o, peor aún, tener que hurgar en la caja de cartón para seleccionar las mejores.
En mi cabeza también surgieron posibles contras para dicha iniciativa: Tal vez la caramelización incrementa el calentamiento global, desata el cáncer o detona depresión y ansiedad (no, ya en serio, el consumo excesivo de azúcar, además de favorecer estos padecimientos, eleva el riesgo de sufrir obesidad y diabetes tipo 2; acelera el proceso de oxidación de las células, lo que desarrolla enfermedades hepáticas, insuficiencia renal y cataratas).
Días después, me topé con una bolsa de “Nuevas Act II sabor caramelo explotadas con aire” de 235 gramos solo para mí. Benditas, pensé en el inicio: cada una de las palomitas tenía cubierta total de caramelo, ¡todas!, ya no tenía que hacer un control de calidad. Entonces, cuando estaba a punto del coma diabético –empalagada y hastiada del dulzor–, surgió la luz para frenar la iniciativa: dulce más dulce y siempre dulce, sin variedad, ¡resulta aburridísimo!
Y mira que aplica para todo en la vida: tener días muy parecidos, aprender de una forma invariable, trabajar rutinariamente, etcétera; lo que no nos representa un desafío termina fastidiándonos, pues el cerebro aprende rápidamente patrones y deja de crear nuevas conexiones cerebrales una vez aprendida la ruta o fórmula para desempeñar cierta actividad. Simple: sin sorpresas, no hay dopamina, neurotransmisor que nos genera placer y sensación de recompensa.
Un trabajo aburrido, monótono, incluso nos pone en peligro (sobre todo el trabajo operativo con maquinaria) porque el cerebro ya aprendió el patrón y lo repite en automático, bajando la guardia para una posible variación. Así mismo, el aburrimiento produce distrés o estrés negativo que impacta sobre la corteza prefrontal, área involucrada en la memoria de trabajo, que es la que nos permite la cognición necesaria para desarrollar una determinada actividad.
El distrés prolongado es responsable de la producción de hormonas como cortisol y catecolaminas, que aumentan la glicemia y la resistencia a la insulina, lo que a la vez lleva a un mayor riesgo de infartos. Si te es posible, cambia la rutina, crea, rediseña; cuestiónate si lo que ya sabes hacer de principio a fin se puede hacer con variantes, para que des a tu cerebro la posibilidad de fascinarse con nuevas conexiones cerebrales.
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