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¿Por qué y por quién votar?
Se hacen insistentes referencias a la democracia como invento de los griegos de la era clásica, lo que nos remite a dos milenios y medio. Hay que decir que ese fenómeno se dio en Grecia y sobre todo en la ciudad de Atenas, es la primera cosa a considerar. La segunda es que ni los campesinos ni las mujeres ni los extranjeros tenían derecho al voto, era restringida a los varones adultos. Tercera: debemos tener en cuenta que quienes eran elegidos por votación eran los poderosos, los guerreros. La democracia ateniense poco tiene que ver con lo que hoy pensamos (aclaro que ese “hoy” denota al 6 de junio de 2021).
Se hacen referencias festivas al logro del voto de las mujeres en México y la mención es importante. El presidente Ruiz Cortines modificó la ley en 1953 para que las mujeres pudiesen sufragar. ¡Hermosa fecha! Sin embargo, hago mención de Benjamin Lundy, cuáquero de Filadelfia, que había sido director del periódico abolicionista (antiesclavista) “The Genius of Universal Emancipation” en 1821 (promovía la liberación de todos los negros esclavos); Lundy vivió en Monclova, Coahuila, en 1843. Él ya exigía el voto universal: todos los hombres y mujeres deberían votar, sin condiciones. Es importante el plural “todos” porque lo aplicaba a indios, blancos y africanos. Sabemos que no lo logró. Entre atenienses y norteamericanos nada había cambiado. Pero apuntemos que tuvieron 130 años de avance sobre México.
¿Cómo analizar nuestra situación mexicana? Es claro que ahora todos los que tengan más de 18 años votarán: indígenas, millonarios, indigentes, ancianos, jóvenes, religiosas y desocupados.
El hecho de que mujeres y pobres puedan ejercer un voto no nos hace superiores a los griegos del siglo 5 antes de Cristo. Los mexicanos estamos en riesgo de sufragar por negociantes de la democracia, por personajes que han tenido actos múltiples de corrupción, por más de un violador de muchachas, por mujeres que han andado brincoteando de partido en partido…
Los partidos han sido el más lucrativo y cómodo negocio mexicano. Algunos empresarios tardaron en acumular capital largos años y debieron trabajar y sacrificarse; un político hace una fortuna en cosa de cuatro a seis años, sin despeinarse. Exgobernadores de estados son más opulentos que ricos cuya fortuna inició en el siglo 19. Anote a miles de priistas, revise a los del Verde Ecologista. Lo cual no es motivo para condenar el sistema de partidos, que es el único, por el momento, para controlar al País.
Casi todos los candidatos que he escuchado en esta contienda tenían como único mensaje ofensas, a veces gravísimas, contra sus opositores. Algunos mensajes fueron de una violencia simbólica perdurable. No pocos candidatos son actores, malos, por supuesto. Pocos intentan un análisis serio de la situación del País, de un estado, de un municipio. Prometen el oro y el moro y sabemos (y ellos lo saben mejor) que no harán nada. ¿Por qué creerles si no ofrecen certidumbres?
Los intelectuales han hablado como nunca. Hay quienes padecen diarrea verbal. Otros han puesto el dedo en la llaga. Unos cuantos presentan ideas que cualquier partido debería asumir como suyas. Los periodistas son necesarios. Ayudan. Pero no se puede creer en todos. Resulta fácil saber cuándo un artículo fue pagado por un político. ¿Creerles o no?, he ahí el problema.
¿Qué país queremos? Uno en que no haya más secuestros, asesinatos, feminicidios, racismo. Uno en que podamos volver a salir a caminar de día o de noche. Uno en el que no estemos inquietos por la vida de niños y muchachas. Uno en el que los campesinos no sean saqueados, despreciados, robados. Uno en el que tengamos trabajo, estudio y diversión. Y, ¿por qué no?, uno en el que podamos ser felices.
La corrupción es un cáncer mexicano, aunque no tengamos la exclusividad. Si dudas acerca de un candidato, no votes por él o ella. Esta votación es histórica. Por desgracia la han ensuciado demasiados candidatos y partidos.
Al votar piensa en tus hijos, en los pobres, en las mujeres, en la ciencia, en el pasado, en el presente, en el futuro. Alguien merecerá tu sufragio. Vota. ¡Sé ciudadano!