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¿Por qué nos cuesta tanto hacer amigos ?
MADRID.- No hace mucho que la escritora Krysti Wilkinson publicaba en The Huffington Post un artículo titulado Somos la generación que no quiere relaciones, en el que analizaba las nuevas normas que rigen la amistad, derivadas no solo de las redes sociales –dejemos de hacerlas responsables de todo–, sino de la sociedad y el modelo de producción y ocio diseñado para el nuevo siglo. “Queremos la fachada de una relación, pero no queremos el esfuerzo que implica tenerla. Queremos cogernos de las manos, pero no mantener contacto visual; queremos coquetear, pero no tener conversaciones serias; queremos promesas, pero no compromiso real; queremos celebrar aniversarios, pero sin los 365 días de esfuerzo que implican”.
Standart Life, una compañía que proporciona planes de pensiones y productos de ahorro, publicaba el año pasado los resultados de un estudio que llevó a cabo en el Reino Unido, entre más de 3 mil personas de todas las edades. Una de las conclusiones a que se llegó es que los pensionados tienen más amigos cercanos –1 de cada 8 cuentan con más de 10 buenas relaciones– que el grupo de entre 20 y 30 años, en el que sólo 1 de cada diez llegaba a la decena de amistades profundas. Algo sorprendente, porque los psicólogos coinciden en que la edad en la que se establecen más vínculos es la adolescencia y temprana juventud, en la que, además, las condiciones de vida: estudios, becas, viajes o pisos compartidos propician la conexión y el contacto con gente nueva. Claro que cantidad y calidad son términos diferentes y puede que haga falta esperar algunos años para catalogar a alguien como ‘buen amigo’. ¿A cuántos de entre nuestros seguidores de Facebook podríamos invitar a nuestro cumpleaños, boda o hacer un viaje con ellos?
Los amigos no solo sirven para salir a tomar, hacerse selfies o emborracharse los fines de semana. Según Marisol Delgado, psicóloga y especialista en psicoterapia por la European Federation of Psychologists Associations (EFPA), con consulta en Avilés, “las relaciones personales son cruciales en la pre adolescencia, porque ésta es la etapa de la vida en la que el contacto con los demás es más importante para la construcción de la identidad. Tener amigos nos proporciona un sentimiento de pertenencia y aceptación. Hace que se vayan adquiriendo habilidades de afrontamiento, sentimientos de autoeficacia, sensación de satisfacción. La amistad amortigua el estrés y el impacto negativo de las cosas, también ayuda a madurar”.
Cronológicamente, la vida de la mayoría de la gente sufre un bache relacional entorno a los treinta, que dura una media de 20 años. La pareja, los hijos, las obligaciones laborales, el cuidado de familiares ya mayores hace que no se tenga demasiado tiempo para hacer nuevos amigos. Sin embargo, no todos achacan esta introversión a causas externas o de estilo de vida, sino que algunos expertos, como Daniel Wendler, psicólogo que exponía en un artículo de la revista Hopes&fears. La tesis del experto es que crear nuevas relaciones, a medida que nos hacemos mayores, es más complicado es porque “como adultos aprendemos a esconder nuestros verdaderos ‘yos’. Cuando era niño, le contaba a mis amigos mis secretos. Lloraba frente a ellos. No tenía miedo de decirle a nadie que era mi mejoramigo. Pero cuando crecí aprendí a levantar muros. Aprendí que si me comportaba como realmente era a muchas personas podía no gustarle, que si le contaba algún secreto a alguien, éste podía contarlo. Aprendí a que si presentaba una imagen filtrada y feliz podía evitar muchos rechazos, ir a fiestas, divertirme y luego llegar a casa y sentirme solo porque nunca nadie vería la persona que realmente soy”(…) Todos necesitamos levantar muros, es parte de ser adulto. Pero hasta el castillo más seguro necesita puertas de acceso”.
Mucho Facebook y poco face to face
El problema en que muchos expertos coinciden es que ese patrón de conducta, propia de la edad madura, empieza a darse cada vez más temprano, acortando esa época en que la que reina la espontaneidad –clave para emprender nuevas relaciones–, por encima del miedo o los prejuicios. Para Marisol Delgado, “aunque las redes sociales han multiplicado la posibilidad de conocer gente, también han desvirtuado la forma de hacer amistades y mantenerlas. Los adolescentes adoptan actitudes propias de adultos y, en ese escaparate que es Facebook, muestran su mejor perfil, crean un personaje. Se busca más la cantidad de amigos que la calidad. Tras la consigna de la inmediatez, no hay tiempo para cultivar relaciones, profundizar. Se buscan efectos inmediatos y, si no se consiguen, se da por perdida la interacción y se salta a otra”.
Un estudio del Pew Research Center en 2015, entre jóvenes estadounidenses de entre 13 a 17 años, arrojó datos como que el 57% de las nuevas relaciones que establece este colectivo se hacen digitalmente; y de ellos, solo el 20% ven a su amigo en el mundo real.
Esta digitalización de las amistades hace, según Delgado, “que se pierdan habilidades sociales, que seguramente han formado parte de la evolución de la especie. Al no haber contacto visual, no entrenamos ya la capacidad para interpretar las características de la comunicación no verbal. Ver a una persona, su aspecto, mirada, postura, movimiento de las manos. Todos estos factores transmiten un montón de información muy útil que perdemos en la red. Y que cada vez estaremos menos preparados para descifrar”. Si el mundo se destruye y mañana nos levantamos sin conexión a Internet, ni móviles, las capacidades de intuición, interacción o comunicación serían extremadamente útiles. Probablemente las mismas que marcaban la diferencia entre sobrevivir o no en un campo de concentración nazi.
En opinión de Jorge García Marín, sociólogo y profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, “el diseño de las relaciones es una consecuencia clara de la sociedad en que se está viviendo. En los modelos capitalistas las necesidades básicas se cubren, más o menos, pero lo difícil es autorealizarse. Impera la filosofía del individualismo y no del grupo, donde todo es efímero. Las cosas duran poco y las relaciones también. En la película Wall Street (1987) hay una frase muy significativa que dice Michael Douglas, “si quieres un amigo, ¡cómprate un perro!”, y resulta que en EEUU ya hay uno de estos animales por cada cuatro habitantes. En el mundo universitario es patente también esta competitividad más que interacción, y cada vez es más difícil encontrar estudiantes que quieran implicarse en la representación del alumnado. Lo que busca la mayoría es acabar la carrera, encontrar trabajo, casarse, tener una hipoteca y criar niños”.
La proliferación de páginas de contactos, agencias matrimoniales e iniciativas destinadas al connecting people surgen para ayudarnos en nuestras cada vez menos entrenadas habilidades sociales. “Se pueden adquirir ciertas técnicas de socialización”, señala Marisol Delgado, “pero de nada valen si no se trabaja en cambiar los esquemas cognitivos que impiden el acercamiento, como el miedo al rechazo o a depender de lo que opinen otras personas sobre nosotros”.
En Reino Unido
> Entre los pensionados 1 de cada 8 cuentan con más de 10 buenas relaciones– que el grupo de entre 20 y 30 años, en el que sólo 1 de cada diez llegaba a la decena de amistades profunda
Según Daniel Wendler:
> El psicólogo asegura que “como adultos aprendemos a esconder nuestros verdaderos ‘yos’ a los demás”: