¿Por qué no se baja de la cruz?

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¿Por qué no se baja de la cruz?

Fue la última tentación que tuvo Cristo. Los que no creían en su mesianismo y en su divinidad y que presenciaban su tortura lo retaban, gritándole: “¡Baja de la cruz y creeremos en ti!”. Cualquiera con ese grado de sufrimiento y con el poder espectacular de convertir a tanto incrédulo se hubiera despojado de los clavos y, dando un brinco, se hubiera bajado.

Cualquier ser humano tiene derecho a ver por sí mismo, a no llegar a ese extremo de sacrificarse tanto por los demás, aunque sean sus familiares, sus amigos, sus pacientes, sus conciudadanos y mucho menos si son extraños, migrantes, pobres y explotados. Nadie tiene la obligación de sacrificar su derecho humano de sobrevivencia.

Sin embargo, para Cristo era una tentación con la que tiraba al basurero toda su vida, todo su mensaje, todo su reino, que no es de este mundo: el reino del amor  a Dios y a los demás, aunque eso incluya “cargar una cruz”. Lo más trascendente del Santo Cristo no es la sangre derramada ni las torturas sufridas, sino el mensaje contundente de la prioridad del amor sobre todo lo demás.

Es un mensaje que cada discípulo que quiere “ser cristiano” va aprendiendo a vivir muy lentamente a lo largo de su vida. Porque es muy difícil amar al estilo cristiano, o sea, como Cristo. Es una asignatura en la que reprobamos todos los días con nuestras actitudes y conductas egoístas. Y los demás que nos rodean son testigos y maestros que ponen una tacha al cristianismo que pretendemos vivir. Y Él no nos hace el milagro de “ser cristianos perfectos”.

Y Él no se ha bajado de la cruz para hacer “cristianos santos” fast track en todas partes y durante todos los siglos. Ha preferido quedarse clavado, repitiendo en su imagen su enseñanza de cómo hay que vivir y que el amor es “el camino que hay que caminar, la verdad que ilumina, la solución a cada conflicto, la vida de paz y evolución”.

Durante estos 440 años de Saltillo, el Santo Cristo de la Capilla no se ha bajado de la cruz. Ni se bajará a resolver la multitud de problemas que padecemos. No va a caer en  la tentación de ser un mago que con una varita mágica va curar a los enfermos, recuperar la justicia, resolver el desempleo y todos los sufrimientos que padecemos en cada familia, en cada escuela, en el campo y la ciudad.

Ayer empezó su novenario y miles de discípulos iremos a buscar, pedir y agradecer el proceso de convertirnos poco a poco en unos cristianos que intentamos darle prioridad al amor, a pesar del egoísmo que vamos descubriendo cada día en nosotros mismos. No lo vamos a bajar de su cruz para llevarlo a casa y tener un amuleto. ¡No se va a dejar que le quitemos los clavos! Pero después de verlo y adorarlo nos vamos a llevar un corazón un poco más cristiano y más amoroso.