¿Por qué no nos suicidamos?

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¿Por qué no nos suicidamos?

–Y ¿usted por qué no se suicida? – Preguntó a uno de sus pacientes el Dr. Viktor Frankl. Un connotado psicoterapeuta creador de la Logoterapia durante su cautiverio en Auschwitz.

Esta anécdota me viene a la memoria ante la ola de suicidios que padece nuestra sociedad saltillense. Es una pregunta que ya no le podemos hacer al que se quitó la vida y que sus familiares, en medio de su dolor, no pueden responder con certeza. Solamente pueden hacer conjeturas. Lo mismo podemos hacer los profesionales de la salud mental. El suicido no es como una enfermedad terminal física, cuyo final se puede pronosticar a partir de los síntomas y el deterioro irremediable.

No todo suicida presenta un estado depresivo, ni todo depresivo termina por suicidarse. Por ello el suicidio no se puede anticipar y siempre –además de que produce un profundo dolor familiar y social– es una sorpresa.

La pregunta de Viktor Frankl es no sólo muy valiente sino muy penetrante. Valiente porque parece invitar o sugerir al paciente a que se suicide como una solución de sus problemas. En realidad es paradójica y muy penetrante. Provoca que el paciente busque una razón para vivir y sobrevivir a sus dificultades. Es una invitación a nadar en lo profundo de nuestra vida: nuestro ser y encontrar ahí “un sentido para vivir”.

Si el Dr. Frankl en lugar de hacer esta pregunta ofreciera una serie de recetas para convencerlo de que no se quite la vida, lo más probable es que fracasará en su intento, pues todas estas recetas son accidentales y tangenciales a un ser que carece en ese momento de un sentido para vivir y su espíritu está inerte. Es el “espíritu” el que constituye lo esencial del ser humano y que ha sido tan desdeñado y diluido en nuestro siglo de tecnología y consumismo. En el espíritu de cada quien está su ser esencial, es la semilla que genera y mantiene al árbol, es su centro que da sentido a su vivir en cada etapa de su vida.

El próximo jueves celebraremos el “Día de la Madre”. Y ¿Qué es lo que le da sentido a la maternidad? ¿Sus sacrificios? ¿Su abnegación? ¿Su desprendimiento de sí misma, de sus intereses, gustos y necesidades? ¿Los regalos materiales, los recuerdos de agradecimiento, los cuidados? Todos estos son medios muy honorables que están motivados por su formidable espíritu materno, su ser que mueve y da sentido a su esfuerzo cotidiano, a su tolerancia educativa, a su constancia amorosa durante décadas. Las madres no se suicidan porque tienen un sentido espiritual que las mantiene vivas en medio de las tremendas dificultades que experimentan en muchas ocasiones.

Ante la epidemia de suicidios que nos rodean podemos preguntarnos: ¿Por qué yo no me suicido? Ahora se dice que todo está muy difícil, que la corrupción es una epidemia, que la mentira y la traición y la calumnia no sólo aparece en la guerra sucia de los políticos sino en nuestra cultura y en nuestro barrio. Todas estas razones, y muchas más que se pueden añadir, no son suficientes para intentar suicidarse y a nadie se le ocurre porqué a la luz de la muerte son tangenciales y accidentes temporales del vivir humano.

Usted no se suicida porque tiene un espíritu que ama la vida, ama el sentido de su ser y el camino. Podemos estar ofuscados, confundidos, desorientados, desilusionados o aparentemente sin esperanza ni horizontes, pero nuestro ser fundamental está vivo. Nuestro ser, igual que a todos los seres humanos, nos empuja a buscar caminos, soluciones y la fuerza de otros seres humanos para darle una dirección a nuestro amor por la vida, que se vuelve un torrente cuando lo dejamos en libertad.