¿Por qué escribir sobre Danza?
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¿Por qué escribir sobre Danza?
“Si pudiera decir lo que siento, no valdría la pena bailarlo”
Isadora Duncan
La Danza es sin duda mucho más antigua que la escritura, inherente a la naturaleza humana: somos seres danzantes, desde el vientre de nuestra madre encontramos el pulso, el ritmo, e invariablemente, nos movemos.
Antes de que el ser humano encontrara en la palabra el lenguaje, aprendió a comunicarse a través de su cuerpo, con sus iguales, con lo supremo, con sus temores, consigo mismo.
La Danza se convirtió en testigo y partícipe del paso del hombre por la tierra, desde la danza ritual primitiva, religiosa, social, hasta llegar a la danza escénica, acompañándolo, vistiéndolo, proyectándolo.
A pesar del carácter corporal de la danza, que se desenvuelve en un plano físico, regido por leyes biomecánicas, es en realidad esa fusión con lo intangible: el alma, el espíritu, el espacio y tiempo; que puede estremecer a quien la observa, crear una íntima comunión entre el bailarín y el espectador, fusionarlos, desnudarlos, sacudirlos en un instante que se evapora con un aplauso, quedando sólo instalado en un recuerdo, que tal vez, en una fortuita evocación, volverá a provocar un suspiro.
Pero, ¿Cómo perpetuar esa imagen, ese recuerdo? ¿Cómo hacer tangible lo intangible? Es precisamente a través de la palabra, como menciona Bárbara Raubert, que es posible “afianzar la huella de un arte efímero, documentar la evolución y el progreso de un arte en perpetua transformación”.
Partiendo de que Isadora Duncan, privilegia la expresión del movimiento sobre la palabra, coincido también con David Montero, en el mayúsculo reto de “poner palabras que acompañen y expliquen el movimiento sin traicionar eso intraducible que el mismo movimiento tiene, buscando poner palabras a lo que se ve, se siente y que se ha quedado en el terreno de lo preverbal”.
Y es así como comenzamos, asumiendo ese reto de dar voz a aquellos “cuya poética corporal se traduce en bellas construcciones lingüísticas, en elaborados pensamientos que vale la pena escuchar y compartir” (Raubert, 2018), buscando encontrar, cada semana, un lector que disfrute dialogar con la danza, y cuya curiosidad despierte la búsqueda del momento y del espacio para coincidir, más allá de la palabra, con la magia de la Danza: desde el foro, desde la butaca, desde el corazón.
Y es “bailando con el corazón” que justamente iniciamos hoy, 21 de marzo, día mundial del Síndrome de Down, bajo la premisa: “La Danza es para todos” que deseo hacer mención del método Psicoballet, creado en Cuba, por la psicóloga Georgina Fariñas, mediante la fusión de la Psicología y el Ballet (Ciencia y Arte), constituido como grupo UNESCO, ofreciendo una alternativa de danza inclusiva, con 46 años comprobando su eficacia alrededor del mundo: aplicado al Síndrome de Down, en Cuba; en la mejora de la atención en niños españoles; sobre el déficit de atención en Colombia; como método terapéutico para disminuir conductas agresivas en niños y niñas de San Salvador; para compensar el desarrollo de las habilidades y destrezas en las áreas de comunicación, socialización y autonomía en niños que presentan TEA en Nicaragua; como terapia grupal en la mejoría de la autonomía personal de los adultos mayores en Ecuador; en pacientes esquizofrénicos del Hospital Psiquiátrico de San Juan de Dios, México y para niñas y jovencitas ciegas y/o con baja visión en México.
Entre otras aplicaciones que documentan y fundamentan por qué la Danza es en sí misma terapéutica: porque vive y palpita en todo, y en todos, en el sonido rítmico del teclado mientras escribo estas palabras, en tu respiración mientras las lees, en tus latidos, en los míos, en los de la tierra entera.