“Por los templarios, muchos de La Ruana se fueron a EU”

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“Por los templarios, muchos de La Ruana se fueron a EU”

Foto: Vanguardia/Milenio
Dicen que Michoacán ya es seguro, pero ocurren asesinatos casi todos los días y “nosotros no podemos regresar así”, advierten familiares de José Luis Torres, "Nino", ultimado hace dos años

Michoacán. Había pasado un año del levantamiento de civiles cansados del acoso criminal de Los Caballeros Templarios cuando el 8 de marzo de 2014, 12 días después del festejo por el primer aniversario, la sangre volvió a correr en La Ruana, la primera comunidad en la Tierra Caliente michoacana en desafiar a la delincuencia.

Pese al operativo federal para frenar el sometimiento en el que los templarios tenían a buena parte del estado, en La Ruana se registró un doble asesinato que exhibió las diferencias entre los grupos de autodefensa.

Rafael Sánchez, El Pollo, y José Luis Torres, Nino, fueron encontrados calcinados en una camioneta en una brecha cercana a la comunidad 18 de Marzo. El anillo de matrimonio, un fragmento de plomo, una pulsera y parte de su mano fueron los únicos restos que permitieron identificar el cuerpo de José Luis.

No había terminado marzo cuando la familia Torres huyó de La Ruana. Dos años después, el doble crimen no ha sido esclarecido y la familia Torres tampoco ha regresado a su casa en el corazón de la Tierra Caliente michoacana. Todos se fueron a California.

Un fólder con recortes de periódicos de los hechos de aquel 8 de marzo fue el único seguro de vida que llevaban. Viajaron a Tijuana y cruzaron a Estados Unidos. Pidieron asilo político al gobierno para no tener que pisar nuevamente territorio mexicano y recordar la pesadilla de aquella noche en la que la familia Torres perdió a su patriarca.

De los tres hijos de José Luis, dos están en Estados Unidos. Nereida vive con su esposo y su mamá. Miguel Ángel, el hijo menor de Nino, fue trasladado a un centro de detención donde permaneció nueve meses hasta su deportación hace una semana, pese a las pruebas de que él y su familia corren peligro. José Luis, el segundo de los hermanos, decidió quedarse en la Ciudad de México y difícilmente regresará a La Ruana.


Tras el asesinato de su papá, su mamá no quería dejar su hogar, pero la convencieron. No era solo la violencia, los recuerdos la atormentaban. Al final, su visa fue suficiente para quedarse con su hija en Sacramento, al norte de California.

Pero Miguel Ángel, el hermano menor no ha corrido con la misma suerte, pese a que su esposa e hijo recién nacido ya viven allá, para él ha sido más difícil buscar el asilo y pese a haber sido deportado, a Michoacán no regresará.

“A mi hermano no le van a dar el asilo político, allá hay muchas familias de La Ruana, pero él tiene que apelar la decisión de un juez y eso cuesta ocho mil dólares”, cuenta José Luis mientras abre la puerta de la casa a la que regresa después de un año y medio.

La casa, de fachada rosada donde vivió la familia Torres y donde crecieron los tres hijos de José Luis, luce abandonada. En el garaje aun está la camioneta del limonero y líder de las autodefensas. Una manta con sus fotografías es el recuerdo de la tragedia vivida. La violencia los desplazó.

“Aquí vienen a decir que ahora Michoacán es un estado seguro con sus centros de operaciones mixtas, pero en La Ruana sigue habiendo muertos casi todos los días. Nosotros no podemos regresar así”.

En Estados Unidos, afirma, hay muchos michoacanos originarios de La Ruana, todos huyeron por la violencia.

“Cuando las cosas estaban peor por los templarios yo le pedí a mi papá que se fueran, pero él no quiso dejar su casa, sus parcelas. Yo se los reclamé el día de su funeral, si se hubiera salido nada de esto hubiera pasado”, relata mientras recorre las habitaciones de la casa que salvo por el polvo en los muebles, podría ser una casa en la que aún habita la familia.

Foto: Vanguardia/Milenio

En su informe especial sobre los grupos de autodefensa en Michoacán y las violaciones a derechos humanos relacionadas con el conflicto, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) documentó el desplazamiento de 483 personas, a consecuencia de la violencia.

Entre los comunidades expulsoras se encuentra San Miguel de Aquila en el municipio de Aquila, Nueva Italia en el municipio de Múgica, Coahuayana, así como Aguililla, Apatzingán y Tepalcatepec, refiere el informe.

La CNDH documentó que a consecuencia de la actuación impune de los grupos criminales “y la omisión de las autoridades en garantizar la seguridad pública” se originó el levantamiento armado, primero en La Ruana, municipio de Buenavista, y Tepalcatepec, situación que poco a poco se extendió hasta que los autodefensas permearon en 33 de los 113 municipios michoacanos.

Pero la comunidad de La Ruana no fue simbólica solo por ser la cuna del levantamiento, sino también por las disputas entre grupos antagónicos. El primero fue el que cobró la vida de José Luis Torres y Rafael Sánchez. La familia de ambos responsabilizó a autodefensas cercanos a Hipólito Mora. El motivo, 300 hectáreas de limón que estuvieron en poder de los templarios y que Rafael Sánchez pretendía regresar a sus verdaderos dueños.

“Mi papá y Rafa tenían diferencias con Hipólito Mora porque él estaba expulsando gente del pueblo y se comprobó con cientos de denuncias que les estaba quitando sus casas. En ese entonces mi papá y la otra persona estaban muy cercanos al Consejo de Autodefensas y querían que regresaran las propiedades a sus dueños”, recuerda José Luis mientras acomoda una pequeña cajita con las pertenencias de su papá, que yacen en un polvoso altar.

Éste no fue el único episodio. Luis Antonio Torres, El Americano, e Hipólito Mora tuvieron varios desencuentros. El más grave de todos dejó 11 muertos en diciembre de 2014.

En esa ocasión ambos terminaron en la cárcel, aunque meses después recuperaron su libertad, tras el enfrentamiento que se dio afuera del rancho que fue, por meses, trinchera de Mora en su defensa territorial frente a los templarios y frente al puesto de vigilancia que instaló a la entrada el pueblo y por el cual no dejaba pasar a la gente de El Americano.

Eso detonó el enfrentamiento que mató a 11 personas justo afuera del panteón municipal, un camposanto en el que las tumbas pelean espacio. De unos años a la fecha las lápidas se amontonan. La mayoría de ellas de víctimas de la violencia. En algunas hay flores frescas, pero son pocas, mucha gente enterró a sus muertos y no volvió a la tenencia de Felipe Carrillo Puerto.

AUREOLES CULPA A “OTRAS ADMINISTRACIONES” DE LA VIOLENCIA

Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán, afirmó que “la delincuencia se fortaleció por estar en contubernio con los gobiernos estatales”

Esto, luego de que el encargado de la tenencia de Felipe Carrillo Puerto, Mario Padilla Adame, pidió más apoyo por parte del gobierno estatal.

“No nos deje solos, estamos confiando en que usted va a traer la paz a este municipio, necesitamos atención urgente”, urgió el representante.

El gobernador reiteró que esto es culpa de “otras administraciones”, en las que se dejaba de lado la seguridad colectiva por involucrarse con miembros de la delincuencia organizada. No detalló si se refería al gobierno priista de Fausto Vallejo o a los perredistas —del mismo partido de Aureoles— de Leonel Godoy o Lázaro Cárdenas Batel.

“Con estos dichos no puedo más que coincidir con lo que aquí se ha expresado; hemos platicado con Hipólito (Mora) y tampoco es el camino que haya gente armada porque eso es asunto del gobierno”, dijo.

El acto de mayor escala en la días recientes de violencia en Michoacán es el derribo de un helicóptero estatal por narcos que usaron un rifle Barret.

Con información de: Francisco García Davish/Morelia.