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Este domingo los mexicanos decidiremos más de 18 mil cargos de elección popular: Presidente de la República, Congreso de la Unión, 9 gubernaturas, y 30 de las 32 entidades llevarán a cabo procesos electorales locales.
Si bien aún se escuchan voces preocupantes que suspiran e invocan el talento del PRI y algunos gobernadores del Frente para orquestar fraudes electorales que les permitan conservar el México de la corrupción y privilegios, la realidad es que son pocas las sorpresas que podemos esperar para la jornada electoral.
El promedio de las encuestas publicadas (Oraculus.mx) señala una ventaja de más de 20 puntos para Andrés Manuel López Obrador. Algunos falsos demócratas —ahora también expertos electorales— pretenden desacreditar estas encuestas poniendo sus esperanzas en que la "no respuesta" mantenga el régimen de injusticia y exclusión. Con la participación de todos, el domingo próximo se confirmará en las urnas lo que las mediciones anticipan y se fundamenta en la profunda necesidad de cambio que exigimos millones de mexicanos y mexicanas.
Morena, a escasos años de su creación, está por recibir el respaldo mayoritario de la población por distintas razones. Por un lado, se encuentra lo evidente: el descontento con el gobierno, los escándalos de corrupción, la creciente violencia y profunda desigualdad.
A ello hay que añadir que cambiaron Andrés Manuel y su estrategia. Desde 2017 su movimiento se volvió más plural e incluyente; lanzó convocatorias abiertas para sumarse a su proyecto. Cambió su discurso y frente a los resultados de una pésima estrategia de seguridad, si es que existe, ha convocado a construir una Patria de reconciliación. Aprendió de sus errores y los del partido que lo postuló, y no puso de nueva cuenta la defensa electoral en manos de quienes sin pudor alguno dejaron sus postulados históricos en la mesa del Pacto por México. Recorrió otra vez cada uno de los municipios del país y creó un partido al que en esta ocasión no le faltarán las actas de escrutinio de cada una de las casillas.
Y mientras Andrés Manuel cambiaba, los partidos tradicionales se volvieron más autoritarios que nunca y sacrificaron todo viso democrático en su interior. El PRI utilizó el método más conocido y pernicioso, la tradicional designación presidencial. Por México al Frente nunca logró constituirse como tal, ya que fue más fruto del miedo de sus dirigentes que del entusiasmo por su liderazgo: el miedo en la entonces dirigente del PRD, quien ya había perdido en una ocasión la nominación a la Jefatura de Gobierno, y el miedo en la dirigencia del PAN, que solo había ganado previo arreglos cupulares, traiciones y asesorado por quienes nunca han ganado una elección.
El miedo de las dirigencias del Frente es el miedo a la decisión de las personas, de sus propios militantes, que quizá nunca los hubieran seleccionado para sus candidaturas. Ello orilló a Margarita Zavala a buscar la vía independiente y a muchos liderazgos y simpatizantes del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano a buscar espacios de expresión como candidatos en Morena, y a millones de simpatizantes a asistir llenos de esperanza a los mítines de Andrés Manuel.
Las negociaciones cupulares que caracterizaron al Pacto por México tuvieron un efecto profundo en las militancias de quienes participaron en él. Bajo la premisa de los acuerdos excluyentes, esas dirigencias aniquilaron los sueños de su militancia, a quienes ahora piden hacer campaña y defender sus casillas. Mataron el entusiasmo de sus propios equipos. Ahí están los resultados en la cobertura de casillas: mientras Morena registra representantes en 91.1%, el PAN únicamente en 59.7% y PRD en 35%.
El domingo iniciaremos una nueva etapa en la historia de México, una nueva forma de hacer política y tomar decisiones con la gente. Ese es el mensaje de los mexicanos y el mandato al candidato que lo ha prometido y que ha recorrido incansablemente el país. No tengo duda de que esa será la nueva realidad a partir del 1 de diciembre, y probablemente incluso la veamos desde la transición.