¿Por dónde empezar?
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¿Por dónde empezar?
Con frecuencia nos asombramos por los sucesos que cotidianamente relatan los medios. Si conservamos la capacidad de asombro es porque necesitamos seguir esperando un mundo mejor, una vida más feliz, nuevas oportunidades en lo personal y en lo comunitario. Cada cual sabrá si ha desperdiciado el tiempo, si pudo haber sido más estudioso, más amable, más generoso, más tolerante. Una de las cosas de que carecemos es la congruencia. Nos ha ido como en feria y los golpes recibidos (como sociedad) no parecen importarnos.
No tengo la menor duda de que la señora Rosario Piedra es luchadora, trabajadora, experimentada y de buena fe. La cosa es que desde el cielo le cayó un regalo que no se ganó. Lo merecía su madre, pero es demasiado vieja y todavía muy dolida. Supongo que la hija, ahora presidenta de Derechos Humanos, siguió sus pasos, pero no tiene un lugar que haya conquistado. Eso no va en contra de su persona, que es muy valiosa, pero siempre detrás de un obsequio hay una deuda. Indígenas del norte de Canadá tienen un dicho: “los látigos hacen perros y los regalos esclavos”. Fue la receta del PRI y le dio muy buen resultado (esto en referencia a la paz social). Ejemplos: Jonguitud Barrios es defenestrado y colocan a la señora Elba Esther Gordillo, que a su vez será defenestrada en favor de un obsecuente; encarcelan al líder petrolero nombrado la Quina y ponen a Romero Deschamps, una rata inmunda, en su lugar: tardan 25 años en darse cuenta que se llevó el tesoro de la nación a su casa.
Soñamos con un país libre, rico, pacífico, con oportunidades para todos, sin pobres, con justicia. He aquí que topamos con pared, tenemos nuestro propio Muro de Berlín al que no hemos podido derribar y ni siquiera rasguñado.
Creo que Andrés Manuel López Obrador representa una esperanza para México, pero veo en él a un señor que día tras día se mete zancadilla, profundiza sus rencores, recrea sus traspiés por sí solo. Y me apena muchísimo porque siento que si continúa así acabará con la ilusión que nos hizo elaborar. De hecho, puedo confesar que no estoy enojado con él o con Morena, sino muy triste porque ésta era (¿seguirá siendo?) la gran oportunidad para todos los mexicanos, pobres y ricos. Merecemos otro México, pero hay un señor que todos los días juega a la retórica. Viene a la mente el diálogo entre Sócrates y Gorgias en el que Sócrates hace saber que un retórico (alguien que domina la palabra o se la apropia) puede parecerle al público un sabio, sin serlo. Un buen comunicador que recomienda una medicina, aunque sea un ignorante, recibe más credibilidad que un médico (este ejemplo es de Sócrates). Hay peligro, pues.
Los golpes dados a algunos corruptos son de aplaudirse, pero también parece que son delincuentes seleccionados: una enemiga de Dolores Padierna (Robles), un socio de Carlos Salinas (Collado), un colaborador de Peña Nieto (Lozoya). Y la pregunta es: ¿qué pasa con el exgobernador de Chihuahua?, ¿y con los de Coahuila? En el primer caso parece que se omite juzgarlo porque quien lo acusa es un gobernador panista. En el segundo, no logro imaginar lo que significa el paréntesis. Santiago Nieto Castillo ha realizado un trabajo excepcional sin paralelo en la historia reciente de México, pero, al parecer, también funciona por encargos. No importa, ha sido uno de los mejores. Enrique Peña Nieto lo cesó, cosa que tiene un profundo significado. De ahí que sea de justicia reconocerle a AMLO que lo haya recogido.
¿Por dónde empezar? Por delimitar el universo: la situación nacional con todos sus problemas. Digamos que el Estado-Nación, definido así en el Tratado de Westfalia en 1648, tiene los siguientes elementos: un territorio concreto, una constitución (que obliga a todos, desde el presidente o primer ministro para abajo, lo cual echó abajo el derecho divino de los reyes), una población, una cultura (lenguas, religión, tradiciones, sentimientos de identidad) y un gobierno. Son cinco elementos. En México hemos creado una cabezota descomunal, el gobierno; algo minúsculo, el pueblo; una cultura nacionalista a la vez que agachada y una magnífica Constitución. Hay que empezar por equilibrar las fuerzas y la importancia de cada uno. Ojalá lo piense AMLO.