¿Por amor al arte? La precaria situación económica de los artistas en México

La convocatoria para el rediseño de los Libros de Texto Gratuitos que lanzó la SEP este mes reavivó el debate sobre la condiciones laborales que por décadas han padecido la mayoría de los creadores artísticos del país
Romantización. El mito del artista que crea "por amor al arte" ha perjudicado mucho la situación económica de los creadores mexicanos. / Imagen: El viajero ante el mar de niebla. Caspar David Friedrich.

Un reconocimiento con valor curricular y un ejemplar del libro donde figure su ilustración; esto es lo que la Secretaría de Educación Pública (SEP) de México otorgará a los artistas que hayan participado en el proyecto de rediseño de los Libros de Texto Gratuitos, convocado a través de la Dirección de Materiales Educativos.

En internet, la indignación, expresada tanto con memes como con publicaciones explicativas sobre porqué era ofensiva esta convocatoria —además de poco ética—, fue visible, pero también hubo quienes consideraron exagerada la reacción y, por el contrario, opinaron que “no siempre tiene que haber dinero de por medio” y que debería ser “un honor” poder colaborar en esta propuesta que busca beneficiar a toda una generación de niños.

Sin embargo, la desigualdad económica en México afecta a todos los sectores laborales, incluido el sector artístico y cultural, que siempre ha tenido que cargar con la creencia popular de que hacer arte “por amor al arte” y “vivir del aplauso”, o en otras palabras, disfrutar del placer de crear propuestas artísticas que gusten al público, es la única retribución válida por su trabajo.

Entonces, en medio de discusiones como la que surgió a raíz de esta convocatoria, o de una crisis económica como la provocada por la pandemia de COVID-19, que dejó al descubierto la falta de prestaciones de ley para los artistas y la amenaza a su bienestar, ¿porqué aún se considera a la producción artística como un pasatiempo o una actividad laboral secundaria? ¿Porqué muchos empleadores aún no valoran a este tipo de trabajadores y la opinión pública aún considera mayoritariamente que vivir del arte ‘no es una carrera de verdad’?

La romantización de la precariedad

La creación artística ha sido parte integral de la experiencia humana; al menos desde que la especie se volvió sedentaria. Así lo demuestran figuras de adoración —como la Venus de Willendorf— o vasijas decoradas que datan de hace unos 25 mil años. Conforme avanzó la civilización, las habilidades manuales se hicieron más sofisticadas y el ser humano empezó a cuestionarse y explorar su propia existencia, el rol del artista tomó cada vez mayor importancia, al grado de que los creadores más importantes de la historia recibieron reconocimiento y patrocinio de las figuras más poderosas de su momento, como sucedió en el Renacimiento y al menos durante dos siglos después.

Pero con la llegada de la Revolución Industrial comenzaron a surgir cada vez más historias de artistas pobres, creadores que tal vez soñaban con la grandeza pero que en la práctica su obra  no pretendía más que ser y ya. Casos como el de Vicent van Gogh —quien si bien no fue ignoto en vida, su fama no se compara con la que llegó de manera póstuma—, sirvieron para crear el cuento romántico del artista que vive para el arte y no del arte, mismo que desde el lado del espectador puede llegar a enternecer, pero desde el productor plantea un panorama desolador, tanto así que muchos creadores ingresan a este campo a sabiendas de que “se van a morir de hambre”.

Este mito, no obstante, tiene repercusiones más allá de la opinión, y suele verse reflejado en el ambiente laboral de la cultura; en clientes que regatean productos o que quieren pagarle a los creadores con “exposición” —o un mero reconocimiento, como la SEP—, así como creadores que no tienen impedimento en regalar su trabajo ya sea porque no les hace falta el ingreso extra o porque es tal su necesidad de crear que no les importa entregar tiempo y recursos incluso sin una remuneración.

Años de resiliencia

Por décadas, los artistas que quieren vivir del arte en el país han desarrollado su trabajo desde la economía informal, sin prestaciones de ley —seguro social, crédito hipotecario, pensión o fondo de ahorro para el retiro—, ya ni se diga un ingreso estable. De acuerdo con el economista Ernesto Piedras, en una entrevista del 29 de septiembre del 2019 para El Economista, cerca del 80% de los trabajadores de la cultura tiene un segundo empleo —con el cual sostienen su producción artística—, número que entra en contraste con el hecho de que la cultura aporta aproximadamente un 7.2% al PIB del país.

Al menos desde los 90’s, con el nacimiento del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 1988, se han desarrollado distintos esfuerzos para regularizar la situación económica de los artistas en México. Algunos grandes pasos en este sentido han sido la creación de becas y apoyos, como el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, que pretenden lidiar con el problema de los pocos ingresos que perciben los creativos.

Pero en el caso de las prestaciones de ley el avance es poco. Si bien existen esquemas para trabajadores informales como el Modelo de Seguro Voluntario para ingresar al IMSS, y el SAT cuenta con su programa de Pago en Especie, no todos los creadores tienen conocimiento, confianza, asesoría o los requisitos para aplicar a estas alternativas.

Desde el ámbito legislativo se han realizado distintos intentos en varias administraciones federales para reformar la Ley Federal del Trabajo, la Ley del Seguro Social o implementar un fondo para otorgarles estos derechos a los trabajadores culturales, pero ninguno ha llegado a mucho y el último está en proceso; fue anunciado por el diputado Sergio Mayer, presidente de la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados en febrero pasado.

A lo largo de este tiempo, en ningún momento los artistas han dejado de exigir la creación de estos instrumentos, y durante 2020, a raíz de la pandemia, el cierre de espacios y la falta de ingresos para ellos, se crearon, formalizaron o crecieron distintos colectivos de diversas disciplinas para continuar con la campaña.

Mientras tanto, la cultura laboral nociva, que permea hasta en las instituciones y que afecta tanto a este sector, continúa latente y sin aparente retroceso, como se dejó ver tanto en la convocatoria como en las declaraciones de Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la SEP, desde donde se considera que la participación en este proyecto es motivo de emoción “porque estamos cambiando el país” y que “las quejas de hoy no tienen sentido porque no se está precarizando algo que prácticamente no existía”.

¿Y los artesanos?

Si bien este artículo se centra en la situación de los artistas que desarrollan su trabajo en entornos urbanos —pintores, actores y actrices, músicos, etcétera— también hay otro lado del espectro cultural que se enfrenta a problemáticas similares.

El gremio artesanal también carece de las prestaciones de ley y la seguridad social que sus colegas y de la misma forma, según el sitio web del Senado de la República —fuente para este texto— al menos en 2016 se lanzó una iniciativa de ley para lidiar con esta situación, resultados similares.

 

7.2% del Producto Interno Bruto de México representa la industria cultural.

80% de los trabajadores de la cultura cuentan con un segundo empleo.