POP CORNER: Cuando el "nofuturonosalcance"

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POP CORNER: Cuando el "nofuturonosalcance"

Foto: Vanguardia
La juventud, los ideales revolucionarios y la voluntad de un cambio no tienen que ver con la edad, ni con la época, sino con la actitud que nos identifica como seres humanos

Antes de comenzar este artículo, quiero poner en claro que mi colaboración en esta columna siempre ha estado cercana a los fenómenos del espectáculo, pero en esta ocasión quiero comentarles mi opinión acerca del poderoso mensaje que Greta Thunberg expresó la semana pasada en la apertura de la Cumbre de la Acción Climática de la ONU ante decenas de líderes mundiales.

Con la ira reflejada en el rostro, Greta le grito al mundo adulto: Nos están fallando. Pero nosotros, los jóvenes, estamos empezando a entender su traición (…) No les dejaremos salirse con la suya. Aquí y ahora es cuando decimos basta”. Sus acciones me recordaron aquella imagen clásica de los años sesenta, cuando otro joven vestido a la usanza hippie fue captado depositando flores en los cañones de los soldados que intentaban contener una manifestación contra la guerra de Vietnam.

Ambas imágenes no pueden ser más poderosas y sintomáticas, y lo confieso, resultan una catarsis para quienes hemos vivido olvidando que la juventud, los ideales revolucionarios y la voluntad de un cambio no tienen que ver con la edad, ni con la época, sino con la actitud que nos identifica como seres humanos. 

Pero vayamos por partes, la sueca Greta, quien padece un trastorno autista llamada síndrome de Asperger, es hoy por hoy la voz más importante de todo un movimiento social iniciado y convertido en tendencia global por los niños. 

Sí, los niños de una nueva generación de este tercer milenio, que al igual que los jóvenes de los sesenta se han atrevido a gritarle a sus padres: “Ya basta, todo está mal”, pero esta nueva generación, a diferencia de los baby boomers, han adoptado no al rock como su bandera, sino a las redes sociales, ese espacio en donde ellos han logrado construir un lenguaje universal que está definiendo nuestro presente y nuestro futuro como especie en constante evolución. 

Greta es una de las tres adolescentes con mayor influencia activista de nuestros días, al igual que la pakistaní Malala, símbolo de los derechos civiles de las mujeres, y Emma González, fundadora de la ONG Never Again que lucha por la prohibición de la venta de armas de fuego en los E.U.

Hay que destacar que precisamente estos temas formaron parte del reclamo hippie: Los derechos civiles y la igualdad humana sin restricciones, el respeto al planeta, el rechazo a las armas y el enfrentamiento directo con los esquemas de poder de un mundo gobernado por adultos más preocupados por la economía que por la humanidad y la conciencia global. 

Greta tiene tan solo 16 años, y además de poner en evidencia la escasa humanidad de decenas de poderosos líderes mundiales en el Foro de Davos, la ONU y muchos más, ha logrado movilizar a millones de jóvenes en más de 2,000 manifestaciones en un total de 123 países. 

Su lucha comenzó con una manifestación en las afueras de su escuela a los once de edad, y tan solo 5 años después, su voz ha sido escuchada en los máximos foros mundiales. En México, su ejemplo también ha tenido réplica con el movimiento “Fridays for Future”, que ya ha realizado marchas con miles de jóvenes ecologistas seguidores de la tendencia #NofutureNochildren. 

Por supuesto, no han faltado quienes acusan a Greta de formar parte de un elaborado complot y campaña con fines políticos y económicos oscuros. Lo mismo sucedió con el movimiento hippie, pero lo cierto es que si lo que ella ha expresado es lo correcto y no hay otra cosa que reprocharle más allá de esa malamente controlada mirada de desprecio cuando Trump se le cruzó en el camino, mi opinión es que como escribiera el profeta Isaías: llegará el tiempo en que “un niño nos conducirá en la oscuridad”, ha llegado ya con la amenaza de una hecatombe ecológica. 

Por lo pronto, me uno al reclamo de Greta, y aunque ya ha sido postulada para ganar un Premio Nobel de la Paz, y a nombre de mi generación, yo le agregaría a ese reconocimiento el título del Nobel del Amor y de la Paz. No cabe duda que en los niños, sobrevive la esperanza.