Policías de Veracruz impidieron la captura de asesinos de reportero

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Policías de Veracruz impidieron la captura de asesinos de reportero

Despedida. Ayer le dieron el último adiós a Pedro Tamayo, quien la mayor parte de su vida sufrió persecución.
Amenazaron a la esposa del periodista con matarla y le bloquearon el paso al hijo cuando seguía a os criminales
“Vi lo que estaban haciendo cabrones, vi que me interceptaron… sé lo que están haciendo”,
José Adán, hijo de Pedro Tamayo.

TIERRA BLANCA, VER.- Alicia Blanco alcanzó a ver como uno de los sicarios detonaba tres tiros contra su esposo. El sonido fue seco y vacío, como la soledad de la noche. Pedro Tamayo cayó y la sangre empezó a brotar de las heridas.

Uno de los tiradores caminó hacia la calle, alardeó, levantó el arma. Iba fuera de sí, bailando, cantando, como si la adrenalina o algo más lo mantuvieran en un éxtasis constante. Salió de su euforia cuando centellearon en la esquina las luces de una patrulla de la Policía Estatal.

José Adán, hijo del reportero que agonizaba en el piso, salió corriendo y desesperado gritó a los policías.

Vio como los tiradores se dirigían con toda calma a su vehículo en pleno centro de Tierra Blanca.

“¡Deténganlos, fueron ellos!”, gritó con todas sus fuerzas el joven. “¡Mataron a mi papá!”, agregó.

Los oficiales de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal bajaron de la camioneta y llegaron a La Jardinera, el negocio de hamburguesas que José Adán instaló en la entrada de su casa gracias al apoyo de su padre.

Alicia intentaba abrazar a su compañero de vida, escuchar sus palabras, pero no podía. Uno de los agentes estatales la detuvo en seco a unos centímetros del cuerpo y cortó cartucho.

“Si te acercas te disparo”, sentenció. La valiente mujer lo enfrentó. “Pues me vas a tener que matar hijo de tu puta madre”, soltó desde lo más hondo de su ser. Como , se zafó del policía para llegar a Pedro, ese reportero con años cubriendo la nota roja en una de las regiones con fuerte presencia de bandas de robo de hidrocarburo.

José Adán entró a la casa, descolgó las llaves y subió a la camioneta Ford Pick Up; pisó a fondo el acelerador para dar alcance a los matones.

El joven iba decidido a estrellarse contra los sicarios para detenerlos. Dobló hacia la derecha, se incorporó a un bulevar y a lo lejos distinguió a los atacantes. Apretó hasta el fondo, sin miedo, sin remordimientos. La máquina retumbaba como si fuera a estallar.

Observó como una patrulla hizo cambio de luces a los asesinos, pensó que serían capturados, pero su esperanza se desvaneció cuando la unidad les dio el paso y se atravesó en la calle para impedir que siguiera.

Con la fuerza para tratar de capturar a los maleantes, regresó a su casa y gritó a los policías: “Persíganlos, Persíganlos”. No obtuvo ninguna respuesta.

 

¡Cuida a los hijos! Alicia consolaba a su esposo con quien salía a reportear. Oyó cuando le pidió que cuidara a sus hijos y a su nieto que está por nacer, su pequeña adoración.

Estuvo a su lado hasta en los peores momentos, como cuando en enero Tamayo decidió huir a Oaxaca. Temía por su vida y la de sus familiares.

 

 

 

 

 

Criticado y despedido

Años atrás había sido director del diario La Voz de Tierra Blanca, pero fue despedido por criticar al alcalde y después porque cerró sus puertas. El empresario local Francisco Navarrete se acercó a dialogar con él. Tenía la intención de revivir el periódico.

El proyecto se interrumpió cuando Pedro reporteó la detención de Navarrete y se enteró que la Gendarmería lo señaló como el líder de plaza del Cártel Jalisco Nueva Generación.

No sólo eso, era más grave. Se responsabilizaba a su futuro socio de estar detrás del levantón, tortura, asesinato y desaparición de los restos de cinco jóvenes en Tierra Blanca.

Autoridades estatales y federales ingresaron a Pedro Tamayo al Programa Especial de Protección de Periodistas. Toda la familia fue llevada, en principio, por 40 días a un lugar desconocido. Morían lentamente cuando discutieron los pros y contras de salir de esa reclusión forzada.

Regresaron el 8 de marzo. A las autoridades les aclararon que sólo renunciaban a la reubicación, porque no querían dejar su hogar, pero mantenían el protocolo de seguridad.

Policías estatales los visitaban con frecuencia, preguntaban si todo iba bien. Comían gratis las hamburguesas que José Adán les invitaba.

“Pediste la ayuda sí o no”. “¡Apúrate loco!”, gritaba con voz de típico jarocho un policía que utilizó su celular para llamar a los servicios de emergencia. La patrulla tenía las torretas encendidas.

El oficial caminaba en medio de la calle, iba y venía. “Ya te dije”, gritaba: “Calle Morelos, 5 de Mayo en Altamirano”.

La conversación fue interrumpida por una mujer, familiar de los Tamayo, al percatarse que estaban dando los datos erróneos: “No, no es de Telmex, es 5 de Mayo entre Morelos y Matamoros, da bien la dirección”, le exigió.

José Adán, también ahí, estalló de coraje. Recriminó, insultó, jaloneó. “Vi lo que estaban haciendo cabrones, vi que me interceptaron… sé lo que están haciendo”, les gritó.

Los oficiales tomaron sus celulares, mandaron mensajes, hicieron llamadas. Portaban sus fusiles de asalto. Llevaban uniformes y cascos.

Veinticinco minutos después, una unidad de Cruz Roja arribó al lugar.

“Se desangró por dentro, porque no tuvo la atención”, se quejó Alicia.