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Policía

Es tan confusa la expresión hombre de la calle; ¿qué se quiere decir con ello? El hombre de la calle no es precisamente el vendedor ambulante, ni el ladrón o el hombre pobre o carente de bienes; ni tampoco, por el lado contrario, el cosmopolita o el versado en la ciudad o la polis. Para todas estas nociones hay palabras más afines: trotamundos, vago, indigente, flaneur, hombre de mundo, etc… Y a pesar de la confusión en el epíteto yo me considero una especie de hombre de la calle en extinción. ¿por qué? Nada, sólo que mis caminatas en esta ciudad podrían, sumadas, darle una vuelta a la Tierra. Y es que a mí no me gustaba pasear por el campo, me atraía más andar por las calles y observar el movimiento, los barrios, los edificios, las chulas y los mequetrefes. Durante este andar inmundo me he encontrado, enfrentado o discutido con una alarmante cantidad de policías. ¿Pero que es un policía? Lo primero que a uno se le ocurre es que un policía vela, cuida, restaura el orden o la tranquilidad pública apoyado o sostenido en leyes y en gobiernos e instituciones que reciben tal encomienda (mantener el orden) por parte de la población, la sociedad, la comunidad o como deseen llamarle al hato de individuos organizados. He allí una definición de cajón, sin embargo yo me he encontrado, en tantas ocasiones, con delincuentes disfrazados de policías y autorizados por los gobiernos para delinquir, humillar y vejar a la población. En los años 70, si caminabas en la madrugada por alguna calle solitaria en el DF y te encontrabas a una patrulla de frente, podías darte por asaltado, golpeado o secuestrado. ¿Qué sucede hoy al respecto? No lo sé, aunque he sido testigo de que se sigue practicando la rapiña por parte de muchos policías (su sueldo es ofensivo), yo puedo caminar en esta ciudad sin el temor exacerbado que experimentaba hace cuarenta años. Lo que ocurre en las carreteras del país, en los Estados, en ciertas aduanas y demás es distinto. El crimen organizado se ha puesto uniforme y anda a la caza de los desprotegidos. Quisiera partir de dos consideraciones en apariencia desligadas, pero inseparables desde mi perspectiva. 1.-Es bueno y conveniente para la salud humana (en todos sentidos), desconfiar de la autoridad hasta que nos convenza de su legitimidad. Tal actitud estimula el conocimiento, la libertad de pensamiento y nos hace menos atorrantes y víctimas. 2.-Un policía de cualquier clase que extorsiona, secuestra, asesina y hostiga a la población civil valiéndose de su cargo merece el mayor castigo que una sociedad civilizada pueda otorgarle. En lo personal creo que merecería la muerte (aquilaten bien la palabra merecer, pues no me estoy refiriendo a la pena de muerte), y sería mejor que no hubiera nacido, ya que su afrenta a los otros es doble: no solamente es un criminal, sino que además traiciona el papel y la confianza que la sociedad le otorga. Hoy, ya avanzada la segunda década del siglo XXI en México, la policía no sólo tiene la obligación de mantener el orden, la tranquilidad ciudadana, el cumplimiento de las leyes, etc…, sino que debe sumar un deber más a su investidura: tiene que restaurar la confianza.

Estas anotaciones sucintas y expresadas de la forma más sencilla posible son consecuencia de haberme enterado, tarde, de que el artista Emiliano Gironella ha realizado algunas acciones artísticas y públicas con el propósito de enmendar o matizar, de alguna forma, la mala opinión que se tiene de toda policía en México. Aludo a tres de estas acciones: 1.-Manos manchadas de pintura: talleres de pintura para varios niños, hijos de policías federales mexicanos muertos por la violencia. 2.-El proyecto Héroes: talleres artísticos diversos para hijos de policías asesinados a manos del crimen organizado, narcotráfico, etc. El propósito de tales actividades ha sido suavizar, amainar, encausar para bien, enfrentar por medio de la práctica del arte plástico los traumas y los daños morales que los huérfanos han sufrido después del asesinato de su padre policía. Las madres de los niños los acompañaron y formaron parte de estas actividades. 3.- El proyecto Cicatrices, cuya finalidad ha sido resaltar, reflexionar y auxiliar en la perturbación sufrida por policías en su enfrentamiento con criminales. Sí, es un gesto social, el de Emiliano, pero un muy buen gesto. (Pablo J. Rico ha escrito vastos y precisos ensayos al respecto de la obra de E. Gironella y de las acciones y proyectos plásticos que acabo de describir).

El policía honrado (el bueno) y que cumple su deber en las calles y demás ámbitos de su oficio, es un ser humano civilizado, éticamente envidiable y yo no tendría más remedio que agradecerle su servicio, legitimidad y valor. ¿Cuántos de estos hombres y mujeres se encuentran hoy en servicio? ¿Qué porción de la policía representan? Sospecho que son una minoría (esperaría equivocarme). Los jefes, comandantes y funcionarios mayores que gobiernan y extorsionan a estos policías no están a su altura y son una especie de calumnia pública (yo optaría por la construcción de parlamentos policiacos formados por ciudadanos, policías, jóvenes, especialistas en vez de zares contra la corrupción y el crimen). Al respecto he debido releer a varios anarquistas y también a filósofos que van desde Bentham hasta Foucault, o desde Thoreau hasta Bobbio. No me ha servido de mucho, el policía continúa dividiéndose en criminal o en héroe, como en las películas comunes. En México, como es obvio, extrañamos a los segundos.