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Poemas para contemplar la vida
Romero Mora-Caimanque es un joven poeta chileno que presenta en su reciente libro, “Motivos, escenas y gorriones”, reflexiones poéticas de alguien que contempla la vida. El acontecimiento más cotidiano como mirar las aves en los árboles, conversar con un amigo o sentir nostalgia por los recuerdos de la niñez, se convierte en una revelación. El autor es, ante todo, un paseante en un centro (Santiago) y un sur (Temuco). Lugares geográficos, y a la vez imaginarios donde habita una belleza extraña, al margen de las otras cosas. La brújula es la escritura: “Se escribe por amor”, nos dice
Los poemas de Romero se sostienen en una oralidad que nos evoca a los tiempos antiguos, donde la literatura era alada y se movía de voz en voz. Es una poesía “que se cuenta”. No estamos ante versos cincelados con precisión. Tampoco veremos imágenes de esas pulidísimas, artificiosas, sino torrentes de enunciados llenos de anáforas, insistencias, encabalgamientos, al estilo de los chamanes que invocaban al mundo con sentencias interminables, musicales y apasionadas: “¿Y sus noblezas… Las de estos muchachos y muchachas, / que no han vivido sino con cicatrices por todo su cuerpo / y que aún con su mano comparten su comida, / y que aún con su mano herida dan limosnas / y que aún con su mano fuerte y ensuciada / alejan a otros de involucrarse en el mal?”, escribe el poeta.
En el libro aparecen, también, los arquetipos. El conmovedor poema “La madre, su casa y sus gestos” regresa a esta figura universal, ahora con tintes de nostalgia: “Es que cuántos años ella hizo mi cama, / lavó mi ropa y toda la ropa del mundo, / y mis tazas y todos los platos del mundo”. La mujer que hizo sus bastas “a todos los pantalones del universo”, la que amó siempre y dejó espacio al niño para jugar y vivir. Está el arquetipo de los pájaros: “se cruza en el aire / volando de pecho blanco erguido, entre el árbol de ellos y yo, / y entonces parece que el ser de los cincos se une en la Vida”.
Romero esboza sus versos como el artista explora con los tópicos y los colores. Los nombres de los poemas parecen títulos de ejercicios musicales o pictóricos. “Sobre los sueños”, “Ventanas, árboles, micros y carteles”, “Gorriones: Postal 1”, “Constantes viejas metáforas”. Incluso el nombre del libro genera esa sensación de pieza artística, como las de los compositores clásicos que hacían de sus prácticas y juegos melódicos pequeñas obras maestras.
Uno de los poemas más llamativos de este volumen es “Vivían en el sur del mundo (Pueblo Mapuche)”, una especie de poema fundacional que narra el nacimiento y la vida de esta comunidad ancestral. Tiene el sonido de los largos poemas precolombinos y a la vez las épicas occidentales que relatan el origen de una nación: “Vivían en el sur del mundo un pueblo llamado Mapuche, / y Mapuche significa gente de la tierra. / Y un día llegó gente desde el norte, y entonces / hicieron guerra, y murieron muchos Mapuche / y murieron mucha de la gente que vino desde el norte”.
La editorial independiente Tortuga Samurái, que Romero dirige, abre la puerta a nuevas voces de la poética chilena. También a los artistas visuales como Karen Wyss Paillalef y Manuel “Nolo” Muñoz, quienes ilustran los poemas del libro. En esta obra, el escritor comienza a tejer las vías de su universo personal donde la poesía ensancha sus ramas hacia muchas partes: la infancia, la espiritualidad, la escritura misma.