Pobreza de Estado: una agenda morenista

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Pobreza de Estado: una agenda morenista

Para nadie es un secreto que la sociedad modélica para el presidente López Obrador y sus correligionarios de la izquierda mexicana (agrupados ahora entre Morena y el maoísta Partido del Trabajo) es la Cuba castrista: una sociedad de pobreza igualitaria, donde casi todos dependen de las dádivas del Estado para sobrevivir. Quien no reconozca este elemento esencial de la mentalidad lopezobradorista, o no ha seguido con atención la carrera política de López Obrador y su grupo político, o es deshonesto.

En todo caso, el punto de fondo es que existe una facción de la política mexicana para la cual es preferible la pobreza generalizada a la desigualdad que trae consigo el desarrollo económico. Esa facción gobierna hoy el país y haríamos mal en pasar este tema por alto.

Esta semana, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) dio a conocer las cifras actualizadas de su Informe de las Estimaciones de Pobreza Multidimensional 2020, reportando un aumento en la pobreza general de 3.8 millones de mexicanos en 2020 respecto de 2018, un aumento en la pobreza extrema de 2.1 millones, con lo que pasamos de 8.7 a 10.8 millones de mexicanos en pobreza extrema en el mismo periodo de tiempo.

Este horizonte de tiempo de apenas dos años coincide con el inicio de la gestión de la actual administración federal y recoge, al menos en parte, los efectos de la pandemia, que ha impactado a todos los países del mundo en diferente medida. El saldo total en aumento de la pobreza que nos dejarán las restricciones a la actividad económica impuestas como respuesta gubernamental a la pandemia todavía es una cifra abierta, en tanto que siguen anunciándose nuevas políticas restrictivas para el futuro próximo.

De las lecturas plausibles de la declaración de que “la pandemia nos cayó como anillo al dedo” pronunciada por el presidente en abril de 2020, la de implicaciones más profundas es que, en la medida en que miles y miles de emprendedores clasemedieros “que buscan salir adelante a toda costa” y que son “individualistas, clasistas y racistas” queden en la quiebra gracias a las restricciones gubernamentales, y pasen a las filas de la pobreza, la porción de la población domesticable a través de los programas asistenciales crece, y el poder de la camarilla de políticos populistas puede consolidarse, azuzando el resentimiento y la discordia.

Tenemos entonces dos motivaciones coadyuvantes para privilegiar la igualdad en la pobreza al desarrollo caótico y azaroso de la libertad económica (o “neoliberalismo”) en la mentalidad de esta facción política: por un lado, la noción de que la pobreza ennoblece (con ecos del cristianismo más primitivo); por otro lado, la utilidad política de que el grueso del electorado quede compuesto por ciudadanos reducidos a clientes dependientes del Estado y fieles a los políticos que ofrezcan repartir en mayor medida el botín incautado, vía impuestos, a los ciudadanos que producen riqueza.

Más allá de la coyuntura actual y de este aumento (desafortunado pero moderado) de la pobreza en el país, es importante no perder de vista el panorama más amplio sobre el tema:

Con altibajos coyunturales, la evolución de la pobreza en el largo plazo presenta una tendencia a la baja importante y sostenida durante el último siglo, con una mejoría considerable durante los años de mayor liberalización económica (desde mediados de los 80’ a la fecha). Actualmente, los 55.7 millones de pobres en México reflejados en esta última medición de Coneval, representan aproximadamente el 43.6% de la población total del país. En breve: México se ha convertido ya en un país mayoritariamente de clases medias, como el resto de los países latinoamericanos que han mantenido razonable un régimen de libertades en el ámbito económico.

Si países como Corea del Sur, Taiwán o Singapur han sido capaces de pasar de un atraso tercermundista peor al de México en un periodo de tres o cuatro décadas de liberalismo económico firme, hasta lograr índices de desarrollo humano de primer mundo, no existe ninguna razón estructural determinante para que nosotros no lo podamos hacer, más que nuestro recelo a que el vecino prospere, nuestra falta de iniciativa empresarial y la demagogia populista.

Latinoamérica nos ofrece un contraste endémico del mismo fenómeno registrado entre los resultados en términos de reducción de la pobreza de los regímenes socialistas de Corea del Norte o de la extinta Alemania Oriental, en comparación con Corea de Sur y Alemania (occidental): mientras que el “socialismo del siglo XXI” consiguió hacer de Venezuela un país de 96% de pobres (sin duda, más igualitario), cuatro décadas de “neoliberalismo” en Chile redujeron la pobreza a menos del 10%.

Las alternativas están claras y México puede encaminarse en la senda del desarrollo en cuanto los mexicanos por fin nos decidamos a hacerlo.

 @CarlosDavila_mx