Peseros despiadados
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Peseros despiadados
No soy una ciclista asidua, sólo hago uso del sistema Ecobici cuando debo trasladarme a lugares cercanos que requieren más velocidad que la que alcanzan mis pies, pero sí soy una admiradora de quienes recorren distancias kilométricas en la ciudad para llegar a su trabajo o incluso para dejar a sus hijos en la escuela trasladándolos en los pequeños asientos delanteros o traseros de sus bicicletas. Se requiere destreza y valor, definitivamente.
La muerte de Montserrat Paredes Alva nos ha recordado que como ciudadanos y gobierno existen varios pendientes en materia de cultura vial. Si asumimos la definición del culturavial.net que concibe “la cultura vial desde una perspectiva antropológica, entendiendo que es la manera como los seres humanos viven, sienten, piensan y actúan en, desde y para el cotidiano uso de los espacios de movilización y desplazamiento”, habríamos de aceptar que en México y sobre todo en el Distrito Federal, estamos lejos de hacer un uso responsable y cívico de los espacios públicos.
La amplia difusión que tuvo la muerte de Montserrat en las redes, llegó a los medios convencionales y colocó finalmente un tema que requiere atención desde hace décadas, incluso salió a la luz el fallecimiento de Felipe Torres Muñoz que también fue atropellado dos días después cuando circulaba en el Distrito Federal. El uso de la bicicleta como medio de transporte para la población de clase media alta en la ciudad de México es una práctica más o menos reciente, y es lamentable que justo por eso la visibilidad de las víctimas sea ahora más notoria. De acuerdo con Bernardo Baranda, director para América Latina y el Caribe del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ITDP), “en la ciudad de México el número de ciclistas y viajes en este transporte se ha duplicado en 10 años para alcanzar casi 500 mil usuarios y un millón de recorridos diarios”.
Hay pocos registros de muertes de ciclistas actualizados a 2015. Sin embargo, el tercer informe del Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes (Conapra) señala: hasta 2011 se registraron 251 ciclistas muertos en el país, 3.8% menos que en 2006. Además, 4 mil 531 resultaron gravemente heridos y 7 mil 453 reportaron accidentes. Pero en 2013 los operarios provocaron el deceso de 31 personas en atropellamientos; los microbuses fueron responsables de 12 muertes y de otros 141 accidentes.
Miguel Márquez Zamora, el conductor del pesero que arrolló a Montserrat, la abandonó a su suerte y huyó. Fue identificado y aprehendido, pero el juez decidió que no tenía elementos para detenerlo y solamente le fijó una fianza de 300 mil pesos, debido a que su defensa argumenta que otra bicicleta causó el desequilibrio de la joven y fue por eso que cayó debajo de la unidad. Circula ya un video que inculpa al conductor del microbús.
Los automovilistas y peatones padecemos también la agresiva forma de manejar de los conductores de microbuses. La Secretaría de Seguridad Pública del DF reportó que de enero a octubre de 2014, la cifra de personas arrolladas por unidades del transporte público fue de 427, de las cuales 99% fueron responsabilidad de conductores de microbuses. Asimismo, registraron 15 muertes, de las cuales ocho fueron ocasionadas por microbuses.
La muerte de ciclistas nos obliga a reflexionar al menos sobre tres asuntos: el diseño urbano y el establecimiento de condiciones satisfactorias para el uso de transporte alternativo; nuestra cultura vial como automovilistas, ciclistas y peatones; así como el proceso de entrega de licencias a microbuseros y la necesidad urgente de capacitarlos para que coloquen entre sus prioridades la vida de las personas a las que trasladan y la de aquellos con los que comparten las vialidades de la ciudad.
Analista política y activista ciudadana