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¡Pero sigue siendo Chente!
Ciudad de México. Sólo un grande como Vicente Fernández podía llenar el Estadio Azteca de sentimiento. La noche fue, dijo, como lo soñó: acompañado de su familia y 85 mil asistentes. Así dejó para siempre los escenarios con estilo.
Un Azteca en el Azteca abrió su corazón y, con la voz entrecortada, se mostró satisfecho con sus logros.
“Eso es lo que me gustaría dejarle de herencia a mis hijos para que cuando Dios me recoja digan con humildad: somos hijos de aquel señor que hizo dos cosas: uno, trabajar mucho para darnos a nosotros todo lo que él no tuvo en su infancia y, el otro, ser capaz de quedarse muerto en un escenario tan sólo por llevarse a la tumba lo que más hizo en esta vida, su presencia, su cariño, su respeto, sus aplausos”.
El video con la imagen y rugido de un águila y algunos caballos que “El Charro de Huentitán” ama tanto como a su rancho Los Tres Potrillos, en Guadalajara, fue lo que causó el júbilo tras apagarse las luces.
Así, vestido con su traje negro de charro, salió a lo que fue su despedida más emotiva a las 21:20 horas.
Inmediatamente se quitó su sombrero y con él en la mano se acercó a su oído en señal de que se hiciera mucho más ruido. Su última lista de canciones comenzó con “No me sé rajar”, a la cual incluso le modificó un poco la letra con la frase: “Y hasta que ustedes quieran yo les voy a cantar”.
Luego agradeció a su público. “Yo siempre he creído que en este mundo habremos dos clases de personas: los ricos muy pobres y los pobres muy ricos, porque el dinero es tan vulgar y tan corriente que gracias a Dios y todos ustedes hasta un ignorante como yo ha llegado a tener una vida, pero hay una cosa que no se compra ni con todo el dinero y me lo han regalado sin que les ponga a una pistola”. El Universal