Peña y la Estatua de la Libertad

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Peña y la Estatua de la Libertad

La famosa Estatua de Libertad de Nueva York es un monumento inspirado en la diosa romana Libertas y luce ataviada con una larga túnica, su cabeza está coronada por una diadema con rayos solares y levanta una antorcha que, según dicen, ilumina para los inmigrantes del mundo la entrada hacia la tierra de la libertad.

La estatua fue un regalo de Francia y era lo primero que veían los migrantes cuando de Europa llegaban a los Estados Unidos y, sin embargo, hoy ese emblema ha perdido su vigencia y el presidente Enrique Peña Nieto debería rebatir desde algún foro internacional la esencia misma de su existencia.

Inútil es que se lo pida un ciudadano, pues lo deben hacer sus asesores en desagravio de los niños migrantes encarcelados y en descargo de sí mismo, por el error histórico de haber invitado a Donald Trump a Los Pinos, muy mal aconsejado por Luis Videgaray.

Y es que Peña Nieto debería recordar a su paisano Adolfo López Mateos quien, al inicio de su sexenio, marcó la pauta a seguir con respecto a los Estados Unidos e instruyó al canciller Manuel Tello y al embajador de México en los EU, Antonio Carrillo Flores, de cómo quería que fuera la relación de su gobierno con el de Washington; “tan cerca como sea indispensable y tan lejos como sea posible”.

Y así fue don Adolfo, valiente, digno y muy nacionalista: contundente en su apoyo a Cuba. Nacionalista al recuperar el Chamizal. Prudente respecto a la crisis de los misiles del Pacto de Varsovia en Cuba y con una enorme dignidad al condicionar su visita al Capitolio por el cuadro de la Batalla de Chapultepec que entonces se exhibía en dicho recinto.

¿No podría el presidente Peña Nieto recuperar la dignidad diplomática de López Mateos y redargüir ante el mundo a la Estatua de la Libertad? La oportunidad está ahí, inscrita en bronce en su pedestal, en el soneto de la judía Emma Lazarus, la esencia misma de un país hecho grande por sus inmigrantes, poema que al final clama lo siguiente: “Enviadme a vuestros perseguidos, a vuestros desdichados/ A vuestras muchedumbres oprimidas que anhelan respirar aires de libertad/ Enviadme a los pobres, a los desamparados, a los azotados por la tempestad/ ¡Yo levanto mi antorcha sobre la puerta dorada para que puedan entrar!”. ¿Acaso esto ya no es verdad?

Y es que la imagen de los niños prisioneros es tan impactante como aquella fotografía que ganó el Premio Pulitzer en 1972, la “Niña del napalm”, que conmovió al mundo sobre los horrores de la guerra de Vietnam. Así las imágenes de los niños presos en la “tierra de la libertad”.

Javier Corral ya cuestionó de manera valiente a Trump. Enrique Peña Nieto debe refutar la esencia misma de la Estatua de la Libertad como una convocatoria al repudio mundial.

El Destino manifiesto, la Doctrina Monroe y el Corolario Roosevelt dieron paso a una muy difícil vecindad. Ahora son el muro, los aranceles, el TLC y los migrantes. Porfirio Díaz se lamentó con mucha razón: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Don Daniel Cosío Villegas fue más contundente: “Nuestra vecindad con los Estado Unidos es uno de los dramas humanos más sombríos que pueda recoger toda nuestra historia”.