Pedro Pantoja: un perenne caminar

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Pedro Pantoja: un perenne caminar

ALEJANDRO MEDINA

 

Ante la muerte de Pedro Pantoja aparecieron no pocas expresiones, lo que indica la importancia de su presencia en la comunidad. Todo lo que leí es positivo. Falta escuchar la palabra de los que fueron favorecidos con su lucha y continuar los resultados de las instituciones que creó y apoyó. Queda en penumbras la documentación que generó y permanece silenciada en altos tribunales mexicanos y extranjeros denunciando injusticias: sé que suman más de 10 mil páginas.

No repetiré lo expresado por Javier Cárdenas, Jesús Peña y Berenice de la Peña en VANGUARDIA, por el Centro de Derechos Humanos Juan Larios, por la Casa del Migrante y la Diócesis de Saltillo. Me sorprendió recibir cartas de alumnos que sintieron la pérdida. Diré cosas que recuerdo, puesto que Pedro y yo contábamos con décadas de amistad. Hace mes y medio, en pleno COVID-19, me llamó: “invítame a cenar tu fabada”; “te espero mañana”, le dije. Fue una larga plática con buena comida e irrigada con vino tinto.

Rescato para el lector unas remembranzas. Estudió en el Seminario Diocesano de Saltillo humanidades grecolatinas cinco años. Pasó a hacer filosofía a Montezuma, Nuevo México, seminario surgido de la persecución religiosa en el que había estudiantes de 46 diócesis mexicanas encargando su formación a los padres jesuitas. Los maestros eran buenos, pero se estudiaba todavía y nada más la filosofía escolástica, cuya fuerza venía de Santo Tomás, en el siglo 13. O sea que se estaba fuera del mundo: no existían Sartre, Hegel o Marx; Kant y Descartes sí, pero como enemigos. Pedro Pantoja lideró una rebelión exigiendo una educación acorde a la sociedad actual. Nada más los seminaristas norteños se le unieron. La insurrección prosperó y se cerró Montezuma. Los estudiantes de Saltillo tuvieron que emigrar al Seminario Conciliar de México, donde exigieron, de nuevo, una teología para nuestro tiempo. El rector expulsó a los seminaristas de la diócesis de Saltillo. De manera insospechada se hizo presente el obispo Luis Guízar Barragán diciéndole que: “puede echarlos del Seminario, pero no de la Teología”, y les rentó una casa. ¡Absolutamente inusual en la época! Ahí terminaron la formación. Unos se ordenaron sacerdotes; Pedro pidió permiso temporal para experimentar algo que traía en la cabeza. Estuvo en Ecuador cuando los obispos fueron encarcelados, entre ellos el extraordinario Monseñor Proaño. Acompañó a Paulo Freire en alfabetización; promovió las letras en un sindicato cuyo líder se llamaba Luiz Inácio Lula da Silva.

Regresó a Coahuila, pero no a ser sacerdote. En Piedras Negras un cura muy inteligente, Fernando Martínez, formado en Alemania, ya leía a los teólogos protestantes en boga (Karl Barth, Dietrich Bonhoeffer y Karl Rahner) y se acercaba a la Teología de la Liberación nacida en Perú. Fernando fundó una escuela para pobres situada nada menos que en la Zona de Tolerancia. El equipo docente fue: Pedro Pantoja, psicólogo; Humberto Dávila, maestría en Ciencias del Trabajo en Bruselas; Javier Ortiz, maestría en Educación en París; Franz Clarijs, psicólogo y sacerdote belga: eran los profes de la escuelita en que estudiaban los hijos de las prostitutas. Muy pronto fue la mejor de Piedras, ¡con tales maestros! Pedro sustraía sus libros a Fernando, con lo que completó su formación teológica. Entonces sí pidió el sacerdocio y lo destacaron a Saltillo.

Tuvo lugar la huelga Cinsa-Cifunsa y él cubrió los servicios religiosos de los obreros, católicos en su mayoría. Tras la huelga se le pidió a don Luis Guízar sacarlo de Saltillo: de un día para otro se encontró “castigado” en las minas de Barroterán. Como si le hubieran dado un premio se entregó a las comunidades y ayudó a que las mujeres se organizaran para resolver sus muchos problemas.

Lo pasaron a Monclova: igual, acompañó la lucha de los mineros contra el sindicato corrupto y su líder nacional Napoleón Gómez Sada. En Monclova coincidió con otros sacerdotes igualmente comprometidos, como Alejandro Castillo y los hermanos Valdés.

Aquí abandono: se acabó el espacio y me queda mucho qué contar. Por primera vez haré una “segunda parte” el próximo domingo. Pedro lo vale, sobradamente.