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Pecan los saltillenses de soberbios y avaros
Aunque la lujuria podría ser uno de los pecados capitales reconocidos por la Iglesia Católica como de los mayor recurrencia, debido a que Coahuila es una de las cinco entidades con mayor número de divorcios en el país, los saltillenses recurren comúnmente a la soberbia y la avaricia, pues estos pecados obligan a los individuos a actuar de diversas formas en contra de los demás, considera Mario Carrillo Palacios, presbítero del templo de San Esteban.
En el marco de las celebraciones de Semana Santa, el sacerdote resaltó que a consideración de los teólogos, la avaricia es “la madre de todos los pecados porque te hace actuar de muchos modos en contra de los demás”.
“Por ejemplo, un señor que quiera tomar vino es egoísta, porque se lo toma y después se gasta todo el dinero y no hay quién coma después. La soberbia de creer que uno es más importante, la excelencia o el bienestar de uno, se vuelven un problema para todos”, expuso Carrillo Palacios.
La soberbia se basa en ese deseo incontrolable de creerse superior de forma física e intelectual que el resto de personas, un pecado que resulta de la sobrevaloración del yo personal. Su contraparte es la humildad, aquella virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades.
Mientras que la avaricia, se basa en la obtención de riquezas con el objetivo de guardarlas sin compartir nada con los demás. Las personas que sienten avaricia también pueden gastar todas sus riquezas en cualquier momento sin contar con nadie para ello. Para contrarrestar este pecado, se puede recurrir a la generosidad, un hábito de dar y entender a los demás.
Aunque el sacerdote del templo de San Esteban reconoció que los feligreses no se confiesan por pecados como la gula, señaló que actualmente los fieles se preocupan más por su cuerpo que por su espíritu.
El origen de los siete pecados capitales data desde el siglo IV cuando el asceta Evagrio el Póntico, ubicó las principales ocho pasiones humanas pecaminosas: ira, soberbia, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula y lujuria. Aunque un siglo después, el sacerdote rumano Juan Casiano reconoció solo siete: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia.