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Partidos de EU, hacia la incertidumbre
LISA LERER
La semana pasada, ante la contienda más difícil de su carrera como senador, John Cornyn le advirtió a un grupo de partidarios desde el segundo piso de su autobús de campaña que el dominio de larga data de su partido en este estado, históricamente republicano, estaba en riesgo.
Sin embargo, aunque el senador de Texas, tres veces electo, satanizó a los demócratas con lujo de detalle, dedicó poco tiempo a ensalzar a la alternativa obvia: el presidente Donald Trump, el líder de su partido, el hombre que apareció en la primera línea de su boleta.
Cuando se le preguntó si Trump, el hombre que redefinió el republicanismo, beneficiaba el esfuerzo de reelección de Cornyn, el senador de pronto se quedó sin palabras.
“Por supuesto”, afirmó, impávido.
La distancia sutil que Cornyn está tomando de Trump augura una batalla mucho menos gentil en el futuro. Parece probable que la elección de este año hunda tanto a republicanos como a demócratas en un periodo de desorden, sin importar quién ocupe la Casa Blanca. En vista de que moderados y progresistas están listos para luchar entre sí en la izquierda, y una variedad de fuerzas buscan trazar un futuro posterior a Trump en la derecha (ya sea en 2021 o dentro de cuatro años), ambos partidos parecen destinados a caer en un paraje ideológico en los próximos meses a medida que ambos intentan determinar sus identidades y prioridades.
Las preguntas que enfrentan los partidarios de ambos bandos son contundentes y en su mayoría siguen sin respuesta, incluso tras más de un año de una tumultuosa campaña presidencial. Después de que los demócratas dirigieron su mirada varias generaciones atrás para encontrar a un candidato moderado, ¿el ascenso del ala liberal representa su futuro? ¿Y qué será de un Partido Republicano que ha sido redefinido por el enfoque populista del presidente, y políticos como Cornyn que han estado a la sombra de Trump durante cuatro años?
Tradicionalmente, las elecciones presidenciales proporcionan algo de claridad sobre cómo un partido vislumbra su futuro político. Cuando Barack Obama ganó la Casa Blanca en 2008, revitalizó una imagen pública progresista de su partido cada vez más diverso. Ocho años antes, George W. Bush reinventó el republicanismo con un mensaje de “conservadurismo compasivo”.
En la actualidad, dado que ambos candidatos presidenciales se han mostrado dispuestos a hacer de la contienda un referendo sobre Trump, las preguntas sobre él han eclipsado los debates entre ambos partidos sobre cómo gobernar un país en medio de una crisis nacional.
La lucha ya comenzó. Si Biden gana, los demócratas progresistas se están preparando para romper la tregua de la temporada de elecciones, pues tienen planes para insistir en que haya liberales en puestos clave del gobierno, entre ellos la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren como secretaria del Tesoro. Si Biden pierde, los progresistas argumentarán que no se basó en una plataforma lo suficientemente liberal.
Algunos republicanos ambiciosos, como la exembajadora de la Naciones Unidas Nikki Haley, el secretario de Estado Mike Pompeo y el senador de Arkansas Tom Cotton, han empezado a presentarse en Iowa, paradas que ellos dicen hacer en nombre del asediado candidato al Senado de su partido para ese estado, pero que tienen insinuaciones claras para 2024.
“El partido va encaminado hacia a un ajuste de cuentas, sin importar el resultado de noviembre, porque todavía hay grandes segmentos en las bases del partido que aún no han hecho las paces con la victoria del presidente en 2016”, comentó el senador republicano por Misuri, Josh Hawley, quien ha sido mencionado con frecuencia como un posible contendiente de 2024. “Estas personas siguen teniendo mucho poder en el Partido Republicano, y creo que habrá una gran pelea por el futuro”.
Las dinámicas emergentes se ven particularmente marcadas en Texas y otros estados en el Cinturón del Sol, una región de rápido crecimiento que encarna las tendencias demográficas que a la postre reformarán la nación.
Para los republicanos como Cornyn, las líneas de batalla ya se están trazando. Hace cuatro años, Trump montó una toma hostil de poder en el Partido Republicano, y se ganó el apoyo de la base del partido con un mensaje que hizo pedazos la ideología conservadora tradicional sobre temas como responsabilidad tributaria, política exterior y comercio.
Un contingente de la vieja guardia del partido está ansioso por tachar al presidente como una anormalidad, una desviación hacia el nacionalismo, el populismo y las teorías conspirativas sin ningún fundamento formal en políticas públicas.