París 2015: otra vez el choque de civilizaciones

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París 2015: otra vez el choque de civilizaciones

Ninguna diferencia en la cosmovisión puede hacer aparecer como válido un acto de violencia en el cual se agrede a gente inocente

Los hechos del pasado fin de semana en la capital francesa no pueden ser calificados sino como actos de barbarie. Al menos en términos del ideal de civilización al que aspiramos la mayor parte de los seres humanos, los atentados terroristas no pueden justificarse, ni puede haber fisuras en la condena hacia los mismos.

Ninguna agresión previa, ningún “agravio histórico”, ninguna diferencia en la cosmovisión puede hacer aparecer como válido un acto de violencia en el cual se agrede impunemente a individuos inocentes para, mediante el terror, imponer a los otros una determinada visión del mundo.

Pero de la misma forma en la cual un acto terrorista no puede justificarse a partir de argumentos como los señalados líneas arriba, los actos terroristas no pueden servir de fundamento para declararse en guerra y, a partir de allí, establecer una estrategia según la cual la solución última del conflicto sólo puede estar basada en la fuerza.

Sin duda la sociedad francesa fue duramente agredida y agraviada con los atentados del viernes por la noche. 

Sin duda los actos que todos conocemos —mismos que dejaron casi un centenar y medio de víctimas fatales y cientos de heridos, muchos de ellos de gravedad— son actos de una violencia tal que no invitan al uso de las herramientas diplomáticas en primer lugar.

Pero la historia reciente nos ha enseñado —a un costo muy alto, por cierto— que emprender la guerra a partir de un acto de terror no es la mejor fórmula para encontrar la paz.

Los atentados de 2001 en Nueva York, y los que les han sucedido en España, Inglaterra y la propia Francia, forman parte de una secuela sangrienta que sólo ha servido para dejar en claro una cosa: el mundo musulmán y occidente no han sabido —y acaso no han querido— aprender a convivir.

¿Acaso es imposible lograr la convivencia pacífica de seres humanos que defienden concepciones antagónicas del mundo? ¿Acaso la pluralidad de visiones sólo puede ser germen de violencia?

Imposible responder a las preguntas anteriores con una afirmativa categórica. Hacerlo equivaldría a señalar que el regalo de la inteligencia constituye un sinsentido para nuestra especie.

La convivencia entre visiones distintas de lo que significa ser humanos debe ser posible y el raciocinio del que la naturaleza nos dotó debe servirnos para encontrar la fórmula que permita armonizar el ejercicio de las libertades a las que todos aspiramos.

No puede —no debe—ser el uso de la fuerza la estrategia para dirimir las controversias y para zanjar la discusión centenaria respecto de la razón de ser de la civilización humana. 

El mundo es suficientemente grande para que en él convivan las distintas civilizaciones que hemos construido a lo largo del tiempo, sin que las diferencias se vuelvan irreconciliables.