Parecer y no ser
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Parecer y no ser
“¡Lleva este avión a Las Vegas o te mato!”. Así le dijo un individuo al piloto del jet poniéndole el cañón de su pistola en la cabeza. “Imposible –respondió el piloto sin turbarse–. Este vuelo va a Salt Lake City, Utah, una ciudad totalmente distinta a Las Vegas. Además, si me matas se estrellará el jet por falta de piloto”. “Entonces –amenazó el sujeto– mataré al copiloto”. Repuso éste: “También se estrellaría el jet. Se necesitan dos para hacer el aterrizaje”. El de la pistola apuntó entonces al navegante del avión. “¡Si no me llevan a Las Vegas –profirió– lo enviaré al otro mundo!”. Replicó el navegante: “Yo soy el que guía la nave. Si me matas es muy probable que en vez de llevarte a Las Vegas te lleven a Cuitlatzintli, en México”. Rugió el asaltante: “¡Entonces mataré a la azafata!”. Los tres –piloto, copiloto y navegante– se miraron entre sí: en caso de no obedecer al individuo seguramente su compañera moriría. La chica, empero, permaneció impávida, flemática e impertérrita. Fue hacia el hombre y le musitó algo al oído. El tipo puso cara de terror y exclamó lleno de pánico: “¡Oh no! ¡Eso no! ¡Me rindo! ¡Entréguenme a las autoridades, pero no puedo hacer eso!”. Los pilotos lo desarmaron y lo ataron de pies y manos. Luego, intrigados, le preguntaron a la azafata: “¿Qué le dijiste que tanto lo asustó?”. Respondió ella: “Le dije que si me mataba tendría él que hacerles a ustedes lo que yo les hago cuando entro en la cabina y cierro la puerta tras de mí”… En estos empecatados tiempos nuestros –y me sospecho que en todos– las cosas no son lo que son, sino lo que parecen. Últimamente eso que llaman “realidad virtual” ha venido a sustituir a la verdad, y las “fake news” o noticias inventadas suplantan a las verdaderas. De ahí que los políticos cuiden más su imagen que su conducta; de ahí que no les preocupe tanto el ser, sino el parecer. A eso ayuda el confuso maremágnum de las redes sociales, en las cuales proliferan las medias verdades y las completas mentiras, y que sin embargo navegan con bandera de veracidad. Ya miraremos el próximo año cómo todos los candidatos a la máxima magistratura, ahora tan mínima, cantarán aquello de: “Soy virgencita, riego las flores”, y se esforzarán por parecer honestos ante la deshonestidad, legales ante la ilegalidad e incorruptos ante la corrupción. La propaganda de los políticos nos asediará por los cuatro costados, y también por arriba y por abajo, de modo que no podremos escapar de ella. Escucharemos más mentiras que las que se oirían en una convención mundial de pescadores, y habrá un rodar constante de ruedas de molino para hacernos comulgar con ellas. Sólo el buen juicio y la prudencia nos ayudarán a escoger entre los candidatos al mejor, o siquiera al menos malo. Busquemos entre la paja el trigo, y pensemos que en nuestro voto está el futuro de este País cuyo presente se mira tan sombrío… El encargado del censo le preguntó a Himenia Camafría, madura señorita soltera: “¿Qué edad tiene?”. Respondió ella: “Cuento 35 años”. Inquirió, suspicaz, el censista: “¿Y cuántos no cuenta?”… Aquel pobre anciano se hallaba en el lecho de su última agonía. “Por Dios, don Desperato –le rogó el padre Arsilio–. Ya se confesó usted, ya comulgó y ya le administré los santos óleos. Tenga más confianza en la misericordia del Señor”. Y es que en vez de tener en las manos un crucifijo o un rosario el infeliz tenía un extinguidor de fuego… Onanito contrajo matrimonio. La noche de bodas, tras consumar las nupcias, le dijo a su flamante mujercita: “No estuvo mal, pero estas cosas las disfruto más yo solo”… FIN.