Usted está aquí

Panorama

Hago votos porque Trump siga abriendo la boca y porque López Obrador logre lo que todos deseamos: un país diferente

¿Cómo saber qué nos espera cuando nuestra suerte depende de un empresario chiflado, sin formación política, acostumbrado a ofender a los demás e incapaz de reflexionar sobre los derechos ajenos? Donald Trump llegó a los límites de su declaracionismo irresponsable cuando afirmó que Vladimir Putin tenía razón, en contra de lo que afirmaba la Central de Inteligencia de los Estados Unidos. Pero remató al desdecirse en unas cuantas horas echando abajo sus afirmaciones. Tan grave resultó su discurso que su mismo partido, el Republicano, hizo una crítica pública en que le llamaba la atención sobre su imprudencia.

Ahora quiere mostrar otra cara (¿otra máscara?) y se le ocurrió invitar a Putin a que vaya a los Estados Unidos dentro de dos meses. Parece claro que un vendedor de terrenos y un constructor de campos de golf no tiene los alcances de un político sagaz y experimentado como el ruso, que ha debido luchar contra un sinnúmero de enemigos del interior y del exterior.

Aunque lo anterior parece muy alejado de nosotros, no lo está. Las declaraciones de Trump acerca del Tratado de Libre Comercio (o su ruptura) muestran las formas de manejo de un tirano, alguien que no razona, sino que decide desde la fuerza lo que es bueno y lo que es malo. La diferencia entre Trump y un dictador latinoamericano, digamos Daniel Ortega, es únicamente el poder de cada uno y sus posibilidades de manejo de las masas de su país.

Trump dio un buen recibimiento a López Obrador, cosa inesperada. El significado es doble: dejar de lado a Peña Nieto y crear un diálogo con el que presidirá a México. Hasta ahí todo parece serio, sin embargo, casi de inmediato lanzó la idea de que quiere un tratado con México y otro con Canadá. Trump ignora que ese cambio no es de forma, sino de fondo y requiere que sus diputados lo aprueben (y que antes desaprueben el TLCAN).

Es de desear que Trump continúe metiendo la pata sin descanso, porque eso podría asegurar en un primer tiempo que los demócratas logren más curules en la Cámara, y por lo tanto puedan influir en la toma de decisiones contra las loqueras de su presidente y, segundo, que pierda las elecciones presidenciales en 2019.

Para López Obrador el problema es fuerte, sobre todo porque todavía no calienta el ambiente. Pero ha adelantado algunas ideas que crean ilusiones. Su buena relación con el equipo de Peña, incluidos los que llevan ante Estados Unidos y Canadá los intereses nacionales, es para agradecerlo. Son varios los temas que el próximo presidente aún no deja en claro. Tampoco sabemos la respuesta de nuestros vecinos. Por ejemplo, la idea de la señora Olga Sánchez Cordero acerca de la liberalización de las drogas (o de algunas de éstas) ya obtuvo una respuesta negativa del equipo de Trump. Es normal, aunque inquietante. En efecto, ellos tienen a la mayor parte de consumidores del mundo, con bastante dinero para comprarlas, quiero decir que el problema lo tienen allá, pero pretenden que México se los siga resolviendo. Hace cuatro décadas un presidente americano dijo que México era un trampolín para que entraran drogas a Estados Unidos y Díaz Ordaz les respondió que sí, pero que ellos eran una gran alberca para ese trampolín. Siempre he escrito que debe liberarse la mariguana de su aspecto delictivo, y sé que es algo problemático. De otras drogas considero que sería muy peligroso hacerlo.

En resumen, el panorama que se ofrece a México, visto desde el país vecino, parece arduo. De nuestra parte está la inagotable testarudez de Donald Trump. Espero que prolongue sus atrabiliarias frases.

Y en lo que toca a López Obrador debemos esperar para conocer a su gabinete y los programas de cada una de las instituciones, secretarías y direcciones. Imagino que están trabajando a marchas forzadas. Algunos de sus colaboradores parecen claros, serios, intelectualmente competentes y honestos. Ideas sueltas del triunfador, cuando las deja ir sin contexto, crean bolsas de incertidumbres que no le hacen bien.

Por mi parte hago votos porque Trump siga abriendo la boca y porque López Obrador logre lo que todos deseamos: un país diferente. (¿Nada más?, ¡claro!, y nada menos).