Pan y pan y pan

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Pan y pan y pan

El nombre para este articulejo lo saqué de una adivinanza: “Pan y pan y pan, pan y pan y medio, cuatro medios panes y cuatro panes y medio. ¿Cuántos panes son?”. Saque el lector la cuenta; lo mío es otro cuento.

O más bien, otra cuenta. ¿Cuántos son los panes que forman nuestra riquísima panadería de azúcar? Tratar de hacer su lista es imposible: molletes, monjas, conchas, revolcadas, morelianas, bizcochos, roscas, polvorones, soletas, alamares, buñuelos, empanadas, chamucos, orejas, mostachones, panqués, redos, picones, trenzas, marquesote, apasteladas, turcos, donas, peteretes, coyotas, puchas, rodeos, mamones, trocantes, peteneras, chorreadas, cuchufletas, calzones, volcanes, cuernos, hojarascas... Algún nombre repetí, quizás, y de seguro omití muchos.    

Recuerdo todavía aquellos panes que conocí en España en mi época de estudiante. Eran tiempos de Franco, y a los panaderos les daba por bautizar sus creaciones con nombres muy piadosos. Había deditos del Niño Jesús, cabellos de ángel, cristinas, magdalenas... Y unos panes negros, como de chocolate, en forma de bolas, llamados “puños de San Martín de Porres”. Por aquel tiempo el santo moreno estaba muy de moda. Qué bueno que a esas bolas las compararon con puños. Peor pudo haber pasado.

En Granada, si no me está mintiendo la memoria, comí unos deliciosos pastelillos envinados llamados “piononos”. Los inventó una dama granadina que se llamaba Concha, y les puso ese nombre en agradecimiento al Papa Pío IX (nono o noveno), que proclamó -la señora pensó que especialmente para ella- el dogma de la Inmaculada Concepción. La última vez que estuve en Madrid vi todavía una galletitas triangulares llamadas “jesuitas”. Quién sabe por qué se llamarán así: los jesuitas tienen más de tres lados, muchos más.

Hay noticias malas y buenas. La vida está hecha con ambos noticieros. La mala noticia es que en el Merendero ya no hacen cemitas. La buena noticia es que en el “El Radio” sí las hacen. Benemérita panadería es “El Radio”. Tiene muy larga tradición, fincada en la excelente calidad de todo lo que ahí se hace. Otras panaderías han sacrificado la calidad en aras de la cantidad, o del afán de la ganancia. No así “El Radio”. La familia Guzmán merece el agradecimiento de los saltillenses, pues ha sabido conservar para nosotros la excelencia de sus productos. Su pan de caja es legendario, lo mismo que sus insignes birotes. Pan de sal es éste, y sin embargo puede comerse sin acompañamiento -quizá con sólo una pizca de sal-, como sabrosa golosina. La panadería “El Radio” es una de las mejores cosas que Saltillo tiene. También, claro, están la Catedral, el Ateneo, la Alameda y la Normal, pero “El Radio” merece mención muy por aparte.

A mí me gusta resolver crucigramas. De mi padre recibí en herencia esa afición. Él decía que resolviendo crucigramas se aprenden muchas cosas. Y explicaba: “Es que son diccionarios al revés”. Pues bien, una definición clásica de los crucigramas es la que dice: “Alimento básico”, en tres letras. La respuesta, naturalmente, es “pan”. Que no desaparezcan los panes saltilleros, alimento básico de nuestro recuerdo y nuestra tradición. Que no se vaya el pan de pulque -¡Dios guarde la hora!-, ni el pan gariel, ni las cemitas con polvos de harina. Yo digo que el hombre empezó a ser en verdad hombre cuando hizo el pan y el vino. Por algo Dios se humana en esas dos especies. Conservemos nuestro pan. Así conservaremos nuestra humanidad.