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Pachequeando

De todas las eras y todas las latitudes, el hombre eventualmente termina concluyendo que la realidad le es insoportable.Por ello ha masticado, fumado, macerado, destilado, bebido como infusión y aplicado como ungüento cuanto recurso pone a su alcance la naturaleza, para ver si alguno de éstos ensancha los límites de su conciencia.

“¡Díganle al chamán que la manteca de cerdo es re buena pa cocinar, pero que el mal del puerco no cuenta como experiencia mística!”.

Yo por lo menos no sé de civilización, pueblo o cultura que no haya explorado las propiedades psicotrópicas, alucinógenas o por lo menos embriagantes de su flora y de su fauna.

La tribu más rascuache de menos se inventó un pinchurriento aguardiente con las sobras del desayuno. Otros pueblos en cambio nos legaron un amplio conocimiento de brebajes y pócimas que no acabamos de clasificar.

Y aunque muchas sustancias del pachequismo se crearon con fines de descubrimiento espiritual, otras nacieron sólo con un propósito recreativo.

Duras o blandas, las drogas han acompañado a la humanidad desde sus albores. Lo que es relativamente nuevo es nuestro empeño por regularlas, proscribirlas y de plano erradicarlas como si la experiencia no nos gritara que lo normal es que el hombre experimente con sus estados de consciencia.

Sucede que es muy redituable pretender que se puede eliminar o tener bajo control la producción, distribución, venta y consumo de drogas.

El combate a las drogas como preocupación de nuestros gobiernos y como política formal se remonta apenas al siglo pasado.

La droga y su “combate”, a lo ancho y largo del mundo representa una industria multi putrillonaria y el número de muertes violentas que se le atribuya será apenas una estimación. Aun así, conseguir drogas es relativamente simple en casi cualquier parte del mundo. Y es que como ya le digo, la lucha contra esta industria es solo una simulación. Claro, hay decomisos, operativos, se revientan narcotienditas, se desarticulan bandas, caen capos, emergen otros, mueren seres humanos por ambos bandos. Pero sustancialmente, la accesibilidad de las drogas es la misma, o quizás mayor que hace décadas.

Yo no digo que abracemos las drogas, sino que aprendamos a vivir con su presencia. ¿Que las drogas pueden arruinar la vida de quien las consume? Sí, lo mismo que el alcohol, la comida, el juego o las relaciones interpersonales y todo eso tiene una presencia constante en nuestra sociedad.

Mas, si usted forma hijos fuertes (forjados en valores auténticos, no los que pregona Televisa) le aseguro, no que jamás tendrán contacto con las sustancias del vicio y la perdición, pero sí que tendrán una mejor constitución para cruzar ese pantano y salir relativamente ilesos.

Es eso o esperar a que de verdad saquen las drogas de la calle, depositando esta esperanza en gobiernos que no tienen la intención real de esto (porque se acabaría un flujo de dinero inmensurable y no podrían tampoco disponer de nuestros impuestos para ese incierto propósito).

O bien, puede usted intentar con gran esfuerzo ascender en la escala social (vivir en el mejor vecindario, inscribir a sus hijos en el mejor colegio), porque allí de seguro que eso de las drogas ni se conoce (¡ajá!).

En cualquiera de los dos casos, lo único que puedo es desearle suerte.

Su Ejecutiva Eminencia, la sinapsis con copete, el Doctor Honoris Causa del Humor Involuntario, Licenciado Enrique Peña Nieto, como no queriendo filtró en entrevista la posibilidad de abrir de nuevo el debate para la legalización de la mariguana.

Así es y pese a que según yo aquello era ya prueba superada, es posible que volvamos a discutir todos los pros y los contras de despenalizar el cilantro satánico.

A mí me da la impresión de que todo lo que busca es enfrascarnos en una discusión estéril, bizantina, fútil como todos los debates en que nos metemos los ciudadanos y así, el primer aniversario de Ayotzinapa nos agarre de la greña, distraídos y no tengamos cabeza para recordarle que esa es una de las vergüenzas mayúsculas de su ominosa gestión.

La tentación es fuerte. Uno apenas se resiste a pronunciarse a favor o en contra de la verdolaga de Luzbel. Pero no se desgasten, por favor. Los pecados de la gestión de EPN se acumulan en un grueso expediente y no hacen sino acumular polvo. Eso es lo que no hay que perder de vista.

Por lo demás, que cada quien se las truene como mejor le plazca… O no.

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