‘Ouija: El Origen del Mal’; viaje al miedo de antes

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‘Ouija: El Origen del Mal’; viaje al miedo de antes

La cinta es una precuela de “Ouija” (2014) y se ubica a finales de la década de los 60. / Archivo
Un sólido homenaje a otra época del terror y al mismo tiempo un relato auténticamente escalofriante, esta cinta es diversión pura para fanáticos del género

Calificación: 8.5 de diez

Me levanté del asiento con una sonrisa en el rostro. Esto se debe tomar como un cumplido viniendo de alguien que se considera un fanático del cine de terror. Me refiero al género en su totalidad de matices, de los cuales el miedo es sólo una parte. Pero, tranquilo, no se preocupe, no estaba riendo porque la cinta en vez de ser escalofriante se volviera comedia (ni intencional, ni accidentalmente). Era una sonrisa de satisfacción, de esas que nos dejan las buenas experiencias cinematográficas. “Ouija: El Origen del Mal” (“Ouija: Origin of Evil”), toco fibras sensibles en mi amor por el género, y por ello estoy seguro que si quieren pasar un buen susto en el cine, esta es la opción correcta.

La cinta es una precuela de “Ouija” (2014) y se ubica a finales de la década de los 60. Aquí se nos cuenta la historia de una mujer viuda, que para cuidar de sus dos hijas tiene un negocio para hablar con espíritus, donde por medio de trucos engaña a las personas para que crean que se comunicaron con sus difuntos seres queridos. Los trucos se quedan de lado cuando decide comprar un tablero de Ouija, pues por medio de él descubre que su hija menor tiene lo que parecen ser auténticos poderes sobrenaturales para comunicarse con el más allá. ¿Es eso o acaso hay algo más oscuro y peligroso detrás de todo?

Decir que esto es terror sobrenatural de casas embrujadas y espíritus, es quedarse corto. Este es un homenaje a otra época, a otra sensibilidad y casi una carta de amor al género. Vamos por partes. Primero que nada, yo nunca vi la otra película de 2014. Sé que tal vez estaba en mi deber como crítico hacerlo, pero bastó un vistazo a la enorme cantidad de críticas negativas que recibió para mantenerme alejado. No la vi en su momento, ni la vi ahora y quizá nunca la vea. Y no me queda duda que no es necesario conocer aquella historia para entender esta nueva. Así como se lee la anterior sinopsis, se puede entender a la perfección. Esa sencilla historia se sostiene bastante bien por su propia cuenta.

¿Y por qué funciona tan bien? La razón principal (las razones concretas las enumeraremos más adelante) es el nombre de Mike Flanagan, el director a quien se le encomendó la misión de hacer algo decente de esta precuela. Misión en la que triunfa con creces y cabe agregar que él no tuvo relación alguna con la película anterior. Su historia en el cine de terror es por mucho más interesante y digna de mencionarse. Flanagan debutó con “Absentia” (2011), una maravillosa joya independiente que hizo ruido en diversos festivales, posteriormente sacudió al mundo con “Oculus” (2013) y este año también vimos otra joya terrorífica de su autoría, “Hush” (la cual fue comprada por Netflix y recomiendo altamente a quienes tengan esta plataforma).

Estas tres cintas mencionadas tienen todas una manufactura distinta a la de “Ouija: El Origen del Mal”. Aquellas son producciones considerablemente más baratas, con una distribución más modesta, un casting mucho menos llamativo y sin el apadrinamiento de un gran estudio cinematográfico como Universal. Lo que quisieron hacer con esta nueva cinta es claro: darle a uno de los más prometedores directores del cine moderno de terror, la oportunidad de trabajar con muchos más elementos. Y la manera en que los aprovecha es increíble. Flanagan se propuso hacer un homenaje al terror sobrenatural de antaño (digamos de mediados de los 70 y 80) y a través de esa sensibilidad consiguió una obra de verdad escalofriante.

Fanáticos del género apreciarán pequeños guiños en la forma: el logo viejo de Universal, la manera en que el título de la película aparece en la pantalla, con la leyenda de copyright en la parte inferior, y las llamadas “quemaduras de cigarro”, que las cintas solían tener antes de que fueran digitales para cambiar de rollo. Todo esto, aunado a una producción impecable y a un trabajo de cámara que podemos llamar sobresaliente, sin sonar exagerados, nos sumergen de manera muy efectiva en la atmósfera y época. Y este es el primer gran acierto y uno de los grandes secretos de los mejores clásicos del género: sumergir al espectador en el contexto. En una sensación que se recrea con una combinación exacta de música, vestuarios, silencios y hasta movimientos de cámara.

Una vez ahí, la fiesta comienza. La historia es directa y funciona casi sin tropiezos, salvo por una escena en concreto que da demasiada explicación y una última parte que creo no era del todo necesaria. El guion fue escrito por el propio Flanagan y su colaborador Jeff Howard y su mayor logro es dejar que conozcamos a sus protagonistas. La madre (Elizabeth Reaser), la hija mayor (Annalise Basso) y el sacerdote (Henry Thomas), son personajes bien construidos, con un pasado. Este se nos presenta breve, pero efectivo. Recuerdo dos bellísimas escenas que casi me hicieron pensar que estaba viendo un drama de otro género. La charla que la madre tiene con el sacerdote en el restaurante y cuando la hija esta con su pretendiente sola en su cuarto. Ambas me hicieron pensar que Flanagan podría dirigir un drama sin problema alguno.

Y estas son sólo las bases, sobre ellas se sostienen los sustos y la razón por la que funcionan tan bien. Eso y el casting de Lulu Wilson, como la hija menor, quien de verdad parece sacada de las peores pesadillas. Desde ahí la cinta ya nos tiene en la palma de su mano. Los sustos entonces llegan en forma de silencios largos, rincones oscuros y el aspecto y modificaciones corporales de la pequeña niña. Pero también lo hacen en forma de diálogos. Uno en particular nos hiela la sangre: cuando la pequeña le cuenta al novio de su hermana lo que se siente morir estrangulado. Téngalo en cuenta, los sustos de esta película están bien pensados, son inteligentes y deliberados. Funcionan porque están bien trabajados a pesar de parecer sencillos o, por llamarlo de otra manera, venir de la escuela clásica del terror.

Flanagan entrega aquí algo similar a lo que hace James Wan (otro contemporáneo del género). Películas que retoman la raíz más básica del terror: la de disfrutar de fantasías escalofriantes. Quienes entren a la sala sentirán esa adrenalina, ese sudor frío que es un sentimiento primitivo y que no importa cuántas veces veamos, siempre funciona (si se sabe cómo, claro). En otras palabras, este es el goce que se siente al ver una buena historia de terror. Esta película sabe hacia dónde va y, sobre todo, de dónde viene.

El dato
>  Director: Mike Flanagan.
> Elenco: Elizabeth Reaser, Annalise Basso, Lulu Wilson, Henry Thomas, Parker Mack, Doug Jones.
> Género: Terror.
> Clasificación: B
> Duración: 99 minutos