A otro perro con ese hueso

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A otro perro con ese hueso

El Quijote I, 32

Llegan don Quijote y Sancho Panza a la venta o mesón del camino, donde el escudero fue manteado, y en la que sin embargo son bien recibidos, así como también el cura y el barbero, sus amigos. Como don Quijote “venía muy quebrantado y falto de juicio” pide le preparen un lecho bien acondicionado, mejor que el de la vez anterior, porque desea reposar. Y así se hace.

En tanto don Quijote descansa, el cura y el barbero conversan con el dueño de la venta sobre libros. El ventero les muestra cuatro que tiene, de los cuales dos, titulados “Don Cirongilio de Tracia” y “Felixmarte de Hircania”, dice el cura que merecen ser quemados, por tratarse de libros mentirosos, llenos de disparates y devaneos.

El ventero expresa su tajante desacuerdo y hace mención de las fantásticas hazañas de las que esos libros dan cuenta.

Y el cura le dice que precisamente por eso no merecen ser leídos y deben ser llevados a la hoguera. Porque no hubo en el mundo Felixmarte ni Cirongilio “ni otros caballeros semejantes que los libros de caballerías cuentan, porque todo es compostura y ficción de ingenios ociosos, que los compusieron para el efecto de que vos decís de entretener el tiempo… Porque realmente os juro que nunca tales caballeros fueron en el mundo, ni tales hazañas ni disparates acontecieron en él”.

“- ¡A OTRO PERRO CON ESE HUESO! –respondió el ventero–. ¡Como si yo no supiese cuántas son cinco y a dónde me aprieta el zapato! No piense vuestra merced darme papilla, porque por Dios que no soy nada blanco”.

La expresión ¡A otro perro con ese hueso!, empleada también en México, se utiliza para rechazar de manera despectiva, con enfado y energía, algo con que se nos pretende engañar y es además contrario a nuestra convicción o punto de vista.

@jagarciavilla