¿Otra universidad?
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¿Otra universidad?
La Universidad Autónoma de Coahuila acaba de dar un paso que me parece importantísimo. Empezó por revisar sus propios reglamentos, que en no pocos aspectos están caducos. Hace 40 años que los estudiantes coahuilenses enardecidos por los sucesos mundiales, desde los varios 68 hasta el echeverriato, se pusieron a pensar en qué universidad deseaban. Por lo pronto exigían la autonomía universitaria, que les fue concedida de inmediato por el gobernador Eulalio Gutiérrez con el aplauso de Luis Echeverría. Eran los tiempos. Echeverría había participado en la masacre de Tlatelolco (aunque sea por su silencio) y ordenó (de eso no hay dudas) la matanza del 71. Las culpas, en México, las lavan los gobernantes con obsequios.
Esto no le resta ningún mérito al movimiento estudiantil de Coahuila, porque deseaba una universidad distinta a la que entonces existía. La participación fue masiva. Los que ahí estuvieron cuentan que las reuniones eran maratónicas, algunas de 12 o 14 horas y con cierto radicalismo. Pero surgió la Universidad Autónoma de Coahuila. Maestros y estudiantes se dieron un Estatuto Universitario que consideraron el mejor del mundo, y tal vez lo era para ellos y para Coahuila en ese momento. Tal estatuto ha sobrevivido 44 años intacto, virgen, sin cambiarle ni adecuarle una coma.
Mientras tanto, el mundo cambió, México cambió, Coahuila lo hizo y la Universidad no. No tengo claro el porqué de esa incapacidad para el cambio.
Desvío un poquito el tema para conectarlo con otros movimientos estudiantiles. Todo mundo ha tomado al 68 francés como ejemplo. Hay excepciones. El gran filósofo Michel Foucault, que era maestro en la Universidad de Túnez (norte de África, árabe) dijo que el 68 había sido un movimiento por conseguir prebendas y establecer categorías intelectuales mientras que en Túnez los estudiantes se lanzaron a cambiar todo el sistema de poder de los “clérigos” que la dominaban. En esta comparación los árabes estaban muy por encima de los franceses que se divertían inventando frases bonitas.
Sea lo que sea, los estudiantes cambiaron a la UAdeC hace 44 años. Ahora, en su mayoría son viejos y no pocos murieron. Es normal. Las personas y las instituciones envejecemos, pero no queremos darnos cuenta.
Sin quitar algún mérito al movimiento fundacional, ahora tuvo lugar una real consulta a todos los maestros, todos los estudiantes y muchos trabajadores para repensar la universidad y su lugar en Coahuila. Cada escuela o facultad organizó reuniones para discutir no sólo el viejo estatuto sino para repensar el papel de la universidad no como un elemento ajeno sino como algo que les era absolutamente personal. Me consta que llevaron a la discusión temas que a mí me eran completamente ajenos, pero que al escucharlos de sus bocas me parecieron claros, sustanciosos y a veces atrevidos. Es ya otro mundo y nada más hay que abrir los ojos para verlo. El nuestro quedó atrás.
¿Cambiará el nuevo estatuto a la Universidad?, debe hacerlo. Para asegurarlo se incorporaron elementos de control en los que participan (o pueden hacerlo) un poco todos.
¿Qué implicaciones tiene? Primero adecuarse. Hay ficción, hay desvíos, hay abusos. Deben terminar. Escuché a un funcionario que de las 63 escuelas y facultades sólo se salvan cuando mucho 10. No tengo claro el significado de tal expresión. Añadía que de esas (en esa polinesia universitaria) únicamente había cuatro islotes que llenaban el expediente teórico, de investigación, de exigencia didáctica, de relación tutorial maestro-alumno. Puede usted rechazar el dato, está en su derecho. Lo que importa es pensarlo para buscar alternativas. Existen, pero cuestan, ¿dinero?, no, esfuerzo y honestidad.
Otro país, otros estudiantes, otra realidad, otro tipo de Gobierno está enfrente. “Universidad Utópica”, escribieron cuatro maestros de la Universidad Metropolitana Xochimilco (uno de ellos coahuilense): una institución que se arriesga, que deja de lado las convenciones, las definiciones insustanciales: ¡soy de izquierda!, ¡soy doctorado!, ¡soy intelectual!, pues demuéstralo en los hechos. Pablo Latapí dijo que todo proyecto educativo debía empezar porque los maestros dieran clases y los alumnos las tomaran. Bueno, creo que eso ya se hace. Ahora nos toca producir, elevar el nivel, crear conocimiento y tener ética.