Orgulloso de usar muletas
Usted está aquí
Orgulloso de usar muletas
Hace tiempo entrevistaron a Woody Allen, ese director de cine mitad genio, mitad desconsiderado. En medio de su presentación, alguien le preguntó por qué hacía películas; qué le movía a llevar a la pantalla cada una de las historias que tan admirablemente representaba.
Él respondió con esa expresión melancólica que siempre tiene dibujada en el rostro: “Para distraerme. No quiero pensar en mi vida, sino que las películas me hagan olvidarme que estoy vivo y que el tiempo pasa”. Después añadió algo que impresionó a todos: “No soy creyente, pero cuánto envidio a los que creen. Tienen algo en qué apoyarse”.
No sé a usted, pero después de escuchar esto he sentido un sano orgullo. ¿Por qué? Porque yo tengo la solución para Woody Allen. Soy creyente y vivo cada minuto sabiendo que no volverá, pero dándole, al mismo tiempo, un sentido. Creo en un Dios que es mi Padre y que vela por mí y, cosa aún más importante, me ama.
Mas aún, pienso que cada acción que realizo repercute en el bien (o en el mal) de toda la humanidad. No importa lo pequeño del acto: planchar una camisa, cocinar un buen estofado, firmar papeles, meter un buen gol en un partido, … todo tiene un sentido si lo pongo todos los kilos de amor que soy capaz.
¿Qué es lo que pasa cuando tengo esa fe? Que incluso los momentos difíciles de la vida toman significado. Incluso los momentos difíciles…
Dentro del ámbito de la música cristiana en los Estados Unidos, el grupo Sanctus Real ocupa un lugar preeminente. Junto a cantantes como Michael W. Smith, Toby Mac, Natalie Grant o Chris Tomlin, el grupo liderado por Matt Hammitt ha logrado mucho renombre entre los fans. Tras dar sus primeros pasos en 1996, el grupo lleva hasta la fecha cinco trabajos musicales.
Pero no todo ha sido éxito para Matt. Casado con Sarah desde hace diez años y con tres hijos, el matrimonio Hammitt ha pasado por momentos nada fáciles: “Amo a mi esposo, tenemos una relación excelente. Pero hemos tenido circunstancias duras, especialmente al resolver los conflictos entre los dos”, afirma Sarah. Fueron tantos que la situación llegó a tensiones especialmente fuertes.
Y ¿cómo se siente uno en esos momentos? Matt lo relata así: “recuerdo un día en que llegué a casa, después de un día de trabajo y estaba totalmente desgastado […] Podía sentir la pared que se levantaba entre nosotros […] Es muy duro sentirte alejado de la persona con la que quieres estar especialmente cerca”.
Sarah relata qué decisiones tomaron al respecto: “Dijimos que teníamos que afrontar esto y arreglarlo de verdad. No sólo hablarlo y decir “lo vamos a arreglar” y no hacer nada. […] Teníamos que tomar una decisión y trabajar nuestro matrimonio. Algunas personas piensan en el divorcio, pero esto nunca fue una opción para nosotros”. Así que decidieron luchar por su matrimonio.
Matt se dio cuenta que no la escuchaba mucho y que tenía que cambiar. Y empezó a pedir a Dios diciéndole “Señor, tengo que guiar mi familia, así que, por favor, guíame Tú”. Y de esta oración nació una de las más bellas canciones que Matt ha escrito, Lead Me, un canto a la familia “cimentada en Jesucristo”, según las propias palabras de Matt. Una canción que escribió justamente para salvar su matrimonio.
Y aunque Sarah diga que “volviendo atrás la mirada, puedo decir que trabajamos duro. Estoy muy orgullosa de nosotros”, son conscientes que volverán a tener dificultades, tal vez incluso mayores. Por eso Matt se plantea siempre el reto: “Cada vez que escucho la canción, cada vez que la canto, me pregunto qué clase de hombre soy. No ayer, no mañana: ¿qué clase de hombre soy hoy?”.
Historia sencilla, pero una historia común de tantos y tantos matrimonios. Este no es un final feliz, sino el de un volver a empezar… como tal vez el de tantos que, en estos momentos, leen estas líneas.
Como la vida del matrimonio Hammitt, la vida de cada persona es un notición, un best-seller para Dios. Claro, para ello necesitamos darle un buen final feliz. Y el mejor Medio, si se me permite llamarlo así, del que disponemos es Dios mismo. ¡Cuánto orgullo debe darnos disfrutar de las muletas de la fe! Las necesitamos urgentemente para poder andar con alegría en medio de este valle de lágrimas. ¡Pregúntele si no a Woody Allen!