Orgullo tarahumara
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Orgullo tarahumara
En mi visita reciente a la sierra Tarahumara observé que los raramuris están cada vez más posicionados en la plataforma de la autosuficiencia. Ha sido muy difícil para ellos estar recibiendo apoyo material de muchas organizaciones nacionales e internacionales porque eso ha sido más perjudicial que de beneficio, ya que el flagelo del alcoholismo en los adultos y de las drogas en los jóvenes está muy presente en la comunidad.
A pesar de esto y de la delincuencia organizada que hostiga la vida de los tarahumaras, ya que los obligan a la tala inmoderada de sus bosques y hasta a la siembra de mariguana, hay ralamulis (palabra correcta en lugar de la palabra raramuris) que están revestidos por un genuino orgullo.
Ellos saben que tienen muchas amenazas y que peligran sus costumbres y conocimientos ancestrales, empezando con su lengua, que lamentablemente en algunas familias no se está enseñando a los niños. Aun así, los hombres y las mujeres de este pueblo originario mantienen su gobierno autóctono y defienden sus recursos naturales porque en su cosmovisión tienen muy clara la importancia de la Madre Tierra.
Participé en Ciénega de Norogachi, por parte de la Fundación Mundo Sustentable A.C, en una reunión en la que estuvieron presentes representantes de 12 pueblos tarahumaras que habitan en la subcuenca del río Urique en el municipio de Guachochi. En la reunión se mostró un proyecto de manejo de dicha subcuenca, elaborado por autoridades tradicionales ralamulis con apoyo técnico de la Comisión Estatal de Pueblos Indígenas (Coepi), cuya coordinadora Pety Guerrero –anteriormente activista social– hizo acto de presencia observándose en ella un claro compromiso a favor del proyecto.
También acudieron representantes de la Conafor, de la Conamp y mi amigo el maestro Manuel Chávez, director del Programa Tarahumara Sustentable, que con apoyo de ONU Medio Ambiente, la WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza), el GEF (Fondo para el Medio Ambiente Mundial) y la Conamp por cinco años ha acompañado a los tarahumaras en un proceso de gobernanza ambiental con resultados trascendentes.
La idea fuerza del proyecto que tendría un costo a mano alzada de 36 millones de pesos permitiría un mejor manejo del recurso hídrico de la subcuenca que, aunque con poco agua, podría permitir la subsistencia de las comunidades si se le aprovecha sustentablemente. Ya están geo referenciados los aguajes de la región de tal manera que se podrían “sembrar” de manera estratégica pequeños contenedores de agua corriente para su mejor empleo. Agua cristalina que podría regar plantaciones de verduras y, por supuesto, sembradíos de maíz.
El presidente del ejido es Antonino Sandoval, esposo de María Luisa. Son mis compadres pues soy padrino de su hijo Luis. Mi comadre me comprometió a estar con mayor frecuencia en la sierra Tarahumara, lo que haré. Hay mucho por hacer, especialmente en el campo del cabildeo a nivel país a favor de esta causa.
Al concluir la reunión de trabajo, que fue en un sitio sencillamente maravilloso en el que la calidad del oxígeno hizo que casi me durmiera sin extrañar la mala calidad del aire del Área Metropolitana de Monterrey, las hijas de mi comadre María Luisa junto con algunas vecinas nos ofrecieron un pozole de pollo orgánico, unas deliciosas calabazas con queso de monte en tortillas de maíz azul y una bebida de horchata. Pronto regresaré para cumplir mi promesa.
Les compartiré a la brevedad la grata y aleccionadora visita que tuve en la ciudad de Chihuahua, gracias a la compañía del enorme cronista de la ciudad, maestro Rubén Beltrán, hombre de 84 años con un gran conocimiento de la vida y una sabiduría personal fuera de lo común.