Tal y como comenté la semana anterior en este espacio, Humberto Moreira quedó en libertad. Lo sabía aunque no soy brujo ni adivino. Los méritos del caso fueron, en el mejor de los casos, insuficientes para negarle la libertad bajo fianza en lo que se define si las pruebas son suficientes para ir a juicio o no. El asunto se redujo a unos 3 millones de pesos, más o menos. Ni tardo, ni perezoso el equipo jurídico de Moreira se dio a la tarea de justificarlos y todo parece indicar que lo consiguieron.

Se dijo mucho durante la semana que estuvo en prisión el exgobernador de Coahuila: 1. Vínculos con el crimen organizado. 2. Su detención obedeció a petición de Estados Unidos. 3. Que los españoles grabaron conversaciones con operadores financieros y más. Será el sereno, lo cierto es que está libre bajo fianza y pendiente de la etapa de instrucción del proceso penal español.

La novela me deja tres conclusiones: 1. Los que habían encendido leña con el árbol caído, tendrán que esperar mucho. Si existen méritos para el juicio, el proceso será largo. Será corto si el juez no encuentra alguna prueba con fuerza suficiente. Porque la ley es así, el delito por el que se le enjuicie debe haber sido cometido en España. En México nadie lo persigue, nos guste o no. 2. Dudo mucho que lo hubieran soltado, si Estados Unidos lo persiguiera, si hubiera pruebas de sus vínculos con el crimen organizado o si los españoles pudieran comprobar que hubo lavado de dinero. Parece que a quienes, fuera de México, quieren a Moreira tras la rejas, les está resultando difícil. 3. Parece evidente que ni el PRI, ni Enrique Peña Nieto, ni Rubén, su hermano, lo van a dejar morir solo. Ante sus dificultades, el PRI cerró filas, aguantó la presión y ahora apostarán por la ofensiva.

¿Qué sigue ahora que se aproximan tres años de elecciones? El PRI no cambia ni cambiará. Si alguna vez dejó el poder, regresó peor de podrido que antes, y eso no es lo peor; sino que a mediados de sexenio el País va a la deriva en todos los renglones, no encuentro ninguna variable alentadora. El PRI es nefasto en sí, encarna los antivalores de la sociedad democrática. Sus candidatos resultan pésimos gobernantes, no es ninguna novedad, sobre ello han corrido galones de tinta.

El tema central, hoy por hoy, no trata de los malos; sino de ¿dónde están los buenos? El silencio de los buenos resulta aterrador. La corrupción y la impunidad generalizadas están conquistando su último reducto: consolidarse y profundizarse como cultura. ¿Por qué no, el propio Presidente así lo considera? ¿Dónde está la oposición en Coahuila y en México?

Empecemos por Coahuila. El PAN está desahuciado. Guillermo Anaya y su mafia lo hundieron en corrupción y ya no inspiran confianza alguna, ni encarnan ningún sueño democrático. Estancados electoralmente, quizá sus dueños decidan prestar la marca a Isidro López a cambio de las otras candidaturas, regidurías, plurinominales y todo lo que les arrime presupuesto. Si esto sucede, no significa que lo vayan a apoyar. Como le hicieron con Jorge Zermeño, lo mandaran directito al matadero, mientras que ellos cobrarán las prebendas del sacrificio.

Destacan los liderazgos de Armando Guadiana y Lenin Pérez, que se tornan cruciales. De momento son los únicos libres de ataduras e intereses partidocráticos. Ambos manifestaron ya su interés de gobernar Coahuila.

Deberán ponderar un problema crucial: una oposición dividida fortalece al PRI. La frase es tan vieja como la lucha por el poder: “Divide y vencerás”. Por eso mismo, los ciudadanos tenemos que definir y construir la alternativa frente al PRI en Coahuila. No, no es frase hueca y sin sentido. La Oposición difícilmente va a acordar un candidato único, las ambiciones y los intereses creados lo impedirán. Por eso los ciudadanos debemos discutir, debatir, acordar y definir propuestas que se transformen en simpatías y votos para quien consideremos la mejor opción que nos una frente a la oligarquía encabezada por Rubén Moreira. Algo semejante debería suceder a nivel nacional, lo veremos en otra entrega.
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