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Omran y Aylan: ¿Qué poder tienen las imágenes?
La imagen del pequeño niño sirio Omran, que se encuentra sentado cubierto de polvo y sangre en una ambulancia, ya dio la vuelta al mundo. Tras más de cinco años de guerra en Siria y cientos de miles de muertos, se trata de una foto clave. Los diarios la llevan a sus titulares, mientras en Internet se propaga rápidamente.
Algo similar ocurrió en septiembre del año pasado con la foto del pequeño Aylan, de tres años, que conmovió a la opinión pública internacional.
Su cadáver fue arrastrado por el agua hasta una playa turca. El pequeño era uno de cientos de refugiados que se ahogan en el Mediterráneo. Su imagen se convirtió en una foto símbolo de la crisis de los refugiados.
¿Qué puede provocar la foto de Omran? Seguro es que una imagen dice más que mil palabras.
El analista de los medios Alexander Filipovic considera: "Puede generar mucho, porque le da un rostro al sufrimiento". Desde su punto de vista, eleva la presión sobre la opinión pública y también puede darle un impulso a la política.
El debate ético en torno a Omran difiere al suscitado por Aylan. El niño de Alepo fue rescatado de los escombros y sobrevivió. En el caso de Aylan, salió a debate si es admisible mostrar de esa forma a un menor muerto. ¿Se trata de una falta de respeto? ¿Le quita su dignidad?
El artista chino Ai Wewei recibió críticas por replicar posteriormente con su propio cuerpo tendido en una playa de una isla griega la imagen del niño sirio ahogado.
Las imágenes de Alepo en general no se generan por total casualidad. Los activistas de los medios buscan motivos con el objetivo de lograr imágenes icónicas. Y saben ampliamente el efecto que pueden provocar las fotografías.
En el caso de Omran fue el opositor Aleppo Media Center el que grabó un video el miércoles por la noche, tras un ataque aéreo. El fotógrafo Mahmud Raslan también estaba en el lugar.
Naturalmente la imagen de Omran genera compasión, señala Marion Müller, profesora de comunicación de masas en la Jacobs University de Bremen. Pero se trata de un arma de doble filo: "Una imagen que vimos ya no puede ser borrada" y existe el riesgo del embrutecimiento emocional.
A diferencia del año pasado, cuando se podía provocar una evidente posibilidad de actuar respecto de las muertes en el Mediterráneo, esta vez podría generarse una impotencia, siguiendo la lógica del "no lo lograremos. El mundo es malo, no podemos hacer nada".
Por eso para Müller es importante que los medios no traten a esa imagen como a cualquier otra, sino que la pongan en un contexto determinado, para no generar una "pornografía del sufrimiento" ni voyeurismo.
Las imágenes de niños suelen despertar grandes emociones. Así sucedió hace décadas con las barrigas infladas de los niños que pasaban hambre en África.
Asimismo es famosa la fotografía de la vietnamita Kim Phuc, de nueve años, que huye desnuda de un ataque con napalm, y que se convirtió en 1972 en un símbolo del horror de la guerra en Vietnam.
"Las imágenes conmocionantes despiertan atención y sacuden", dice Rudi Tarneden, portavoz de Unicef Alemania. "Pero también muchas veces agobian y generan rechazo y angustia". Por esa razón, señala, tienen poco impacto sobre la disposición a donar. "Como organización humanitaria mostramos imágenes que documentan cómo puede ayudarse a los niños pese a situaciones difíciles", explica.
¿Existe entonces el poder de las imágenes? Es limitado, evalúa Karen Fromm, profesora de fotoperiodismo en Hannover. En la operativa diaria de los medios, las imágenes del día anterior son lamentablemente superadas de manera rápida por otras nuevas.
La problemática de estas imágenes reside en que son hechas funcionales a los fines políticos, comerciales y religiosos más diversos, indica.
Fromm ve este riesgo también en la imagen "infinitamente triste" de Omran. Y analiza: "Nunca se trata solamente de que algo es mostrado, sino también cómo, cuándo, porqué y dónde es mostrado y quién lo muestra. Y también lo que justamente no se muestra".