Oferta y descuento mayor

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Oferta y descuento mayor

El trabajo es la mercancia más descontada.

Tiene el precio más rebajado.

Para los empleadores es la oferta más apetecible.

Y esa baratura del trabajo, además, nos hace “competitivos”. La mano de obra barata es lo que nos hace ser un país atractivo para la inversión. Por eso muchas maquiladoras han venido a dejar dos pesos y a llevarse diez.

Se habla de asalto a bancos pero el mayor asalto se da los días de raya. Es el asalto al portamonedas familiar. La cacareada canasta básica resulta inalcanzable para los salarios minimizados.

De vez en cuando se dan -a cuenta gotas- unas alzas minúsculas salariales que no se comparan con los encarecimientos progresivos de lo que se puede comprar en todos los centros de aprovisionamiento. Muchas multas se medían por “salarios mínimos” como si fuera una unidad para cuantificar sanciones. “Ya no”, dijeron en la Cámara.

Estamos lejos del salario constitucional. Las necesidades familiares solo se cubren en un porcentaje que deja mucho qué desear. La restitución al salario resulta urgente para sanear una economía cada vez más contrastante, generadora de desigualdades.

Los que han ido a trabajar al otro lado han constatado que allá ganan -en un día- lo que acá se gana en una semana. Por eso la billetiza verde se viene en cascada de allá para acá para que los familiares, en este lado, puedan pagar deudas y comer mejor.

Nadie ha legislado estrictamente un salario máximo para los funcionarios y mandatarios. Han dicho que nadie puede ganar más que el jefe del Poder Ejecutivo pero ya se han multiplicado las excepciones.

Los ingresos de representantes y pluris no puede considerarse como pago al trabajo, porque es descomunal la desproporción entre trabajo efectivo y percepción, inflada con captaciones adicionales.

La justicia distributiva ha acumulado una deuda interna social que supera en mucho a la externa, últimamente acrecentada. Juega carreras  ésta con el resumidero de reservas para mantener a flote un peso que ya es balsa y fue -en otros tiempos- velero y hasta buque.

Se fue el Buen Fin dejando deudas sin fin para salarios raquíticos que no alcanzan a cubrir los abonos, aun sin el tijeretazo de los intereses. Solo un pueblo bien remunerado podrá ser un consumidor sobrio y suficiente.

La ganga salarial de acá se vuelve imán de capitales golondrinos que vienen a ganar mucho y pagar poco. El trabajo manual sigue siendo la mercancía que se presenta a los empleadores como gran oferta con el descuento mayor...