Oaxaca: ¿conflicto de carácter insoluble?

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Oaxaca: ¿conflicto de carácter insoluble?

Lo que importa es que nadie ha sido capaz de introducir en el conflicto la dosis de sensatez necesaria para impedir que esta historia se tiñera con la sangre de seis seres humanos

Una vez más, la historia alcanzó al Estado de Oaxaca. Una vez más, es la violencia y no los instrumentos del diálogo y la razón la que detona un desenlace parcial de carácter funesto en el diálogo de sordos que han sostenido largamente los integrantes del magisterio disidente —acompañados de diversos grupos y algunas fuerzas políticas— y el Gobierno.

El saldo es lamentable desde la perspectiva que se le analice: media docena de personas perdieron la vida y esa cifra, por sí sola, convierte en tragedia el episodio de este domingo en Nochixtlán.

No importa quién ha sido el responsable de llevar las cosas hasta este punto. No importa qué tanto se argumente para demostrar que la responsabilidad está en uno u otro bando. Lo que importa es que nadie ha sido capaz de introducir en el conflicto la dosis de sensatez necesaria para impedir que esta historia se tiñera con la sangre de seis seres humanos.

Quienes pretendan defender la actuación gubernamental seguramente argumentarán que había pasado ya una semana de bloqueos carreteros en Oaxaca y la afectación producida en la sociedad civil era ya insostenible, obligando al Estado a tomar medidas para restaurar el orden.

Quienes se ubiquen en el lado opuesto de la mesa, sin duda plantearán que la actitud del Gobierno ha dejado a la disidencia magisterial —y a las organizaciones que les acompañan— sin más salida que radicalizar su movimiento pues se les ha negado toda posibilidad de diálogo.

Unos y otros encontrarán apoyo, sin duda, en sectores de la clase política, en voces relevantes de la sociedad y entre los ciudadanos de a pie. Y con esos apoyos unos y otros seguramente habrán de atrincherarse para mantenerse en lo dicho: quienes están equivocados son los contrarios y son ellos quienes deben ceder y cambiar de opinión.

Y así continuaremos seguramente este diálogo de sordos, esta serie de batallas en las que nadie gana y solamente sirven para que, eventualmente, algún pescador sagaz saque ganancia del río revuelto.

Seis personas perdieron ayer la vida y más de un centenar resultaron lesionadas. En la información que circuló previamente y durante el enfrentamiento resulta imposible encontrar elementos que nos lleven a considerar que el saldo haya valido la pena.

La situación, más allá del natural repliegue que unos y otros harán de manera momentánea, sigue siendo esencialmente la misma: el magisterio disidente (con razón o sin ella) sigue pidiendo el establecimiento de un proceso de diálogo que lleve a la revocación de la reforma educativa; el Gobierno (con razón o sin ella) sigue estableciendo como condición para la apertura del proceso de diálogo que los maestros regresen a dar clases.

La pregunta que una y otra parte deben contestar es: ¿la posibilidad de una salida a este conflicto se reduce sólo a estas dos posibilidades? Sería deseable que la respuesta llegue antes de que las armas sean las que hablen otra vez y eso signifique la pérdida de más vidas humanas.