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O vivimos un fraude o un cambio: Joaquín Cosío
“¿Quién soy?”, se pregunta Joaquín Cosío. Alguien que lo recuerda como El Cochiloco, personaje de “El Infierno” (2010), le pidió una foto. Ni sabía su nombre, pero recordaban su papel, su rostro es único, sus personajes se han convertido en su máscara. Esto le sucede seguido, es un ícono del cine nacional. Sin embargo, recuerda, en un comienzo lo que quería era hacer teatro. Cuando soñaba con ser actor en Ciudad Juárez, Chihuahua, era sobre un escenario y a ello dedicó varios años de su vida. El accidente del cine lo llevó por otros caminos y hoy es uno de los actores más reconocidos de la pantalla mexicana, sumando proyectos tanto en el país como en el extranjero.
Con todo, el sueño original no ha abandonado sus ambiciones. Hace poco recibió su segundo premio por una obra de teatro, “La Desobediencia de Marte” de Juan Villoro.
Desde hace poco participa en “El Juego de los Insectos”, una ópera del compositor Federico Ibarra que estuvo los días tres, siete y 10 de junio en el Palacio de Bellas Artes, y que mañana finaliza. Esto, bajo la dirección de Claudio Valdés Kuri. En ella interpreta a El Vagabundo y en entrevista con VANGUARDIA se muestra muy entusiasmado por el proyecto. Su trabajo consiste en atestiguar tres mundos: el de las mariposas, el subterráneo y el de las hormigas. El primero es una crítica a “un mundo de trivialidad donde están preocupados por bajar de peso, por tener lo último de la moda”; el segundo “es un mundo terrible, el mundo de los miserables, de alguna manera, los que se roban entre ellos, los que se matan entre sí”; y el tercero “una crítica muy clara a este afán productivo sin sentido, donde lo único que importa es producir para conseguir capital”. Tres espacios muy parecidos a nuestra realidad, donde, más que testigo, Joaquín es protagonista.
—¿Tú personaje no canta en “El Juego de los Insectos”?
“No (risas). Por fortuna para mí y por fortuna del espectáculo. No, no. Cantan los cantantes de ópera que son profesionales todos. Me parece que es la Compañía Nacional de Ópera. Son cantantes de primer nivel, dirigidos por el por el maestro Guido María Guida, extraordinario también. Estoy trabajando con ellos. Ellos han trabajado enormemente, es un gran espectáculo y espero estar a la altura. Porque finalmente es una aportación teatral, es una irrupción del teatro en el mundo de la ópera”.
—Hace poco recibiste el premio Ignacio López Tarso, por la obra de teatro “La Desobediencia de Marte”, ¿qué significan estos reconocimientos y el teatro, en general, en tu carrera?
“Yo soy actor teatral. Me inicié haciendo teatro en Ciudad Juárez de manera bastante autodidacta, con un grupo de actores de allá y durante más de 20 años hice teatro, antes de venirme a la Ciudad de México. El cine, si te soy franco, es un accidente, apareció de pronto. Yo tenía mis expectativas, eran hacer teatro. El cine se atraviesa y la televisión, etcétera y bueno, mi vida cambia. Pero en realidad soy actor de la escena. Recibir el premio me da mucho gusto, es el segundo premio, he recibido más premios en cine que en teatro, a pesar de que he dedicado mi vida más al teatro que al cine. El primer premio lo gané en Ciudad Juárez, justamente hace 35 años o una cosa así, 40 años, cuando era muy joven me dieron un premio como Mejor Actor en un festival del estado de Chihuahua. Este es mi segundo premio, además con una obra que quiero tanto, que disfruté tanto, como ‘La Desobediencia de Marte’.
El teatro significa para mí el verdadero núcleo del trabajo actoral, porque es difícil. Hacer teatro es muy complicado, requiere siempre un gran esfuerzo, es un espectáculo vivo, donde tienes al espectador a tres metros de distancia, donde se puede dormir o levantar e irse.
Necesitas todos tus recursos actorales, es un ejercicio muy físico, requieres de condición, necesitas proyectar la voz, necesitas moverte, en fin, llenar el espacio. El teatro es de donde emanan los actores, sin menospreciar para nada el cine y la televisión, también hay que aprender a hacerlos, desde luego, pero el teatro es el gran maestro”.
—¿Cómo eliges los proyectos en los que quieres trabajar?
“Tengo la suerte de poderlos elegir, en algún momento no tienes tanta suerte. En algún momento de mi carrera no tenía la posibilidad de elegir, porque simplemente necesitas trabajar.
Tengo mucha suerte en que me han llegado proyectos que han sido muy vistos, que han tenido bastante éxito. Ahora sí tengo la posibilidad porque las ofertas han crecido y de pronto tengo que elegir entre algunas opciones, sobre todo porque los tiempos se cruzan o porque hay que tomar decisiones. Lo que te determina una historia es el guion, la factura del guion. Qué historia está contando, cómo la está contando, que es muy importante, cómo se dialoga y luego qué personaje te ofrecen. En ese caso estamos buscando un personaje que pueda tener vida dramática. Cuando empecé a trabajar en cine, me llamaban bastante porque tengo un tipo muy singular, un rostro muy rudo, malencarado, voluminoso, y sí rechacé bastantes ofertas porque no tenía interés de convertirme en el guarura oficial o en el judicial del cine nacional. Y creo que hice bastante bien en ese sentido.
Empecé a aceptar los proyectos donde había un personaje, en ese sentido acerté. El Mascarita, el famoso Cochiloco, otro personaje que hice en ‘Pastorela’, que es un judicial, efectivamente corresponden a mi imagen, mi imagen aporta a las historias, pero son personajes antes que otra cosa. ¿Qué me determina que haga una historia? Eso, que haya un personaje, que tenga vida dramática, que le pase algo, eso es lo importante”.
—Tus personajes ya son icónicos en México, ¿qué sientes cuando la gente los recuerda más a ellos que a ti?
“Lo agradezco. Desaparecer para que aparezca el personaje que interpretaste, me parece extraordinario. La gente recuerda, efectivamente, me pasa muchísimo, no saben ni cómo me llamo, pero sí me identifican sobre todo por El Cochiloco y El Mascarita. Pero pues es un gran gusto, sí han sido películas muy exitosas y sobre todo que han alcanzado las grandes masas, son películas populares. Sí, en ocasiones de pronto te incomoda un poco el asedio de la gente, dices, ‘¿pues quién soy?, me están confundiendo’. Y no, es simplemente que les ha gustado el trabajo y lo recuerdan. Te hablo de todo, desde la señora del mercado, el funcionario, la gente de la calle y eso es genial, eso es algo que nunca pensé tener, que a la gente le gustara tanto mi trabajo. No sé si llamarle fama, no lo sé, ya si es fama me llegó bastante crecido, adulto, entonces no me he mareado porque no hay razón para ello. Pero sí, lo agradezco muchísimo”.
—¿Encuentras diferencia a trabajar en México y fuera del país?
“Sí, desde luego. Si pensamos en los proyectos que he hecho en Estados Unidos, hablamos de la gran industria norteamericana del cine, donde hay una gran producción, donde el actor es muy respetado y muy cuidado. En México es una industria que siempre está en crecimiento y en conflicto. Tenemos problemas, aun y cuando se siguen haciendo bastantes películas y los estudios al parecer han crecido. Se produce más cine, pero luego tenemos el problema de que no se ve el cine. En fin, creo que se está haciendo un buen cine ahora, hay directores increíbles, hay historias increíbles, yo estoy contento de formar parte de esta generación, hay actores extraordinarios”.
—Ahora que vas a salir en “Narcos”, ¿qué opinas de las narcoseries y su popularidad?
“Me parece que se están sobreexplotando, pero en realidad no tengo nada contra ellas. Es un género de pronto que irrumpe, que tiene audiencia y que seguramente pasará. Yo no estaré de acuerdo en que tienen que censurarlas, ni nada por el estilo, simplemente forma parte de nuestra cultura inmediata, tiene audiencia, a la gente le interesa. Hay desde muy buenas producciones, hasta unas bastante malas. Yo he visto algunas, me gustan; hay unas que tienen una factura pésima. Mi opinión es esa: de la misma manera en que hubo una época donde se hacían muchas películas de guerra, sobre la mafia italiana, ahora son las narcoseries. Seguramente pasarán y vendrán otros modelos narrativos”.
—¿Por qué sigue siendo un tema recurrente el narco en México y Latinoamérica?
“Pues porque lo tenemos encima. Nos rodea, no podemos desaparecerlo, forma parte de nuestra vida cotidiana. Eso es muy lamentable, pero me parece que es real. La violencia del narcotráfico la vivimos día tras día. Los vínculos del poder político con el poder del narcotráfico son reales, existen. De alguna manera los grandes jefes de las grandes organizaciones del narcotráfico dictan la agenda del país. No es la agenda del gobierno ni del estado, es la agenda del narcotráfico. Son quienes nos sacuden todos los días con noticias terribles. Estamos viviendo una época desatada por la violencia del narcotráfico y de los narcoestados. Estamos totalmente hasta el cuello en este pobre país. Una política corrupta y una violencia desatada por el narco”.
—¿Cómo ves el panorama con nuestro próximo presidente?
“Pues tiene bastante trabajo. Estamos a punto de vivir momentos importantes. O vivimos un gran fraude o vivimos un cambio. Si vivimos un gran fraude este país definitivamente se hunde, eso puede pasar. Quienes tienen actualmente el poder no van a dejarlo con facilidad y son capaces de hacer lo que sea, como han sido capaces de hacer todo lo que nunca pensamos que pudieran hacer. No siento que vayan a dejar el poder de una manera sencilla. Sin embargo, si pasara, si ocurriera el cambio, pues quien lo lleve a cabo tiene muchísimo trabajo. Desde castigar a todos los que han lastimado nuestro país, te estoy hablando desde criminales que han asesinado periodistas, ladrones que se han robado nuestro dinero, hay mucha gente a quien meter a la cárcel. Hay mucho criminal suelto. Además de eso tiene que restaurar la confianza, tiene que hacer que los mexicanos volvamos a sentir confianza en quienes gobiernan. Tienen que regresarnos la seguridad de poder caminar por una calle, recuperar las carreteras, que las hemos perdido. Hay mucho que hacer, muchísimo trabajo. Ese es el panorama que distingo, o nos vamos en la debacle y nos hundimos o nos ponemos a trabajar”.
—¿Detectas más hartazgo ahora en la sociedad?
“Sí, yo creo que si somos atentos a lo que se siente, yo creo que nos acercamos a un momento donde las cosas pueden cambiar. Esto me hace sentir optimista, pero tengo miedo, como se ha convertido ese eslogan: pero sí tengo miedo, miedo de lo que pueden llegar a hacer quienes han doblegado y humillado y lastimado a este país durante tantos años”.
—¿Con qué actitud debemos asumir a nuestro nuevo gobernante?
“Con una actitud crítica y exigente. Solidaria, pero firme. Tenemos mucho que pedirle y tiene mucho que darnos. Tiene mucho que regresarnos, mucho que hacer, tenemos que pedir resultados. Tenemos que pedir acciones concretas. No podemos más con el simulacro, con la farsa que han sido al menos estos tres últimos sexenios, que han pasado del delirio, la megalomanía, hasta la soberbia monárquica. Tenemos que asumir, si las cosas cambian, como críticos, a demandar. Aprender a exigir, porque nos deben mucho”.