¡Nunca bebas mientras suene Schubert!

Usted está aquí

¡Nunca bebas mientras suene Schubert!

Ilustración: Vanguardia/Palomera

Por: CHRISTIAN LUNA*

Tuve una tía a la cual visité, por lo menos, una vez al mes por varios años. A partir de que cumplí 18, en cada visita nos poníamos una justa borrachera. Sacaba de sus tiliches una interesante colección de casetes: Cadetes, Rieleros, Vicentes, Juangas, Bunburys, Chicagos. Cuando se ponía algo atrevida cantaba “Hotel California”:

Nunca bebas mientras suene Schubert, me lo dijo alguna vez.

En una de esas tardes encaminadas por el alcohol y las memorias de mi tía Eugenia, de manera abrupta y después de compartir un silencio de reflexión meciéndonos en sus mecedoras, se levantó, dio un trago a su piña colada y dijo mirándome a los ojos:

La mayoría de los jóvenes artistas son una bola de falsos. Juntos promueven su falsedad. Bola de mesiánicos, inocentes y sobre todo ignorantes.

Al escucharle, escupí la cerveza y casi me voy de bruces (o de hocico, como usted lo quiera leer). Mi tía, en su juventud, intentó escribir poesía. Algo así como doña Enriqueta Ochoa pero sin dinero y con mucho menos talento. Siempre quiso ir a París. Se enamoró de un pintor que desapareció. Después, odió a todo aquél que tuviera alguna pretensión de “hacerle al artista”. Posterior al pintor, estuvo con un sujeto de verdad desquiciado, quien, según él, tenía una relación a distancia con los extraterrestres. Mi tía lo dejó cuando la locura del tipo lo llevó a construir una pirámide en medio del desierto de Monclova.

Entre más creces, más te topas con locos. Siempre sospecha de las solteronas mayores de treinta, de seguro están locas. ¡Ojalá nunca te quedes con una!, sentenció mi tía.

¿Quién es real y quién es fake? ¿Cuántos tienes? ¿Dieciséis?"
Akapellah

Escuchando lo anterior, me di cuenta que ella era un poco… puritana y tradicionalista, por adjetivarla de alguna manera. Ella sobrevivió realizando proyectos culturales para algunas instituciones, con talleres de poesía erótica; y nunca terminó su doctorado. Era buena onda.

Después de esa tarde y con la cruda hasta en las uñas, me pregunté ¿cómo saber si yo no soy falso? Usted, virtual lector que hace el favor de perder el tiempo leyendo esta posible falacia: ¿está seguro de no ser un falso? A partir de ahora, le pido de favor que dude de mí, de ellos y sobre todo de usted.

Según el Diccionario de filosofía de Nicola Abbagnano, existe un término adoptado por el filósofo y lógico Charles Sanders Peirce: ‘el falibilismo’, indicando la actitud del investigador que considera posible el error en todo instante de su investigación; lo anterior, para mejorar sus métodos. En otras palabras, se debe tener la certeza de que uno, de una u otra manera, siempre la estará cagando; esto para lograr mejorar los métodos. Este juicio se puede utilizar no sólo en la investigación, sino en la vida diaria.

Quisiera que mi tía Eugenia no tuviera razón, pero percibo que la falsedad no sólo se encuentra en esta “bola de jóvenes”, la observo en profesores universitarios, en escritores consagrados cayendo en el paracaídas del prestigio, y sobre todo en mí. La diferencia entre su falsedad y la mía, es que ellos llevan años practicando y yo aún soy un joven que sueña, como lo hacía Isaías o Ezequiel. Ya habrá tiempo para ser culpables y dejar de perseguir al viento (Eclesiástico).

Desde mi adolescencia, rodeado de toquines y un movimiento under musical, me he percatado de una cierta lucha por ser real. Quién iba pensar que en esto de las letras existiría la misma batalla entre falsos y verdaderos.

¿Tendrás idea de lo que se significa ser real, nene? Yo no. Por eso escribí, a manera de incisos, opciones que se pueden utilizar para considerar a un escritor, escritor real. Favor de subrayar la de su preferencia:

a) Los que mueren de hambre en el intento.

b) Los que escriben más de lo que hablan.

c) Los que hablan más de lo que escriben.

d) Los que han publicado en alguna

institución educativa o del estado.

e) Los que publican en

editoriales independientes.

f) Los que ganan premios y becas.

g) Los que reciben regalías

por la venta de sus libros.

h) Los que usan boina y una

pluma de guajolote en la oreja.

i) Los que escriben incisos.

j) Los que escriben en fanzines y en servilletas.

k) Los que trascienden a la historia

con o sin ayuda de sus amigos.

Escriba su opción y tómele una foto.

Es cierto que la literatura y el arte “joven” son totalmente cuestionables, pero ¿cuál es tu problema? Yo todavía tengo dudas de que seas todo eso que te has inventado.

Franz Schubert, después de una vida atormentada, murió a apenas cumpliendo 31 años, devastado por la bohemia que sobrellevaba. Sus piezas sonaban en las tan famosas schubertiadas, reuniones en donde se ponían creativos. Ahí acudía, entre otros, el poeta Franz von Schober; de quien Schubert se sirvió de sus textos como inspiración al momento de componer.

La tarde en que mi tía Eugenia agonizaba, en la radio sonaba el “Ave María”. Ella me hizo una seña y me acerqué para escuchar mejor. Con la boca seca y el alma consumiéndose, dijo:

Entre más viejo, se es más cobarde. Uno siempre se estará equivocando; pero no siempre se estará arrepintiendo.

 

CHRISTIAN LUNA 
(reportero y escritor)

(Torreón, 1994) Ha
participado en diversos
coloquios nacionales e
internacionales. Textos suyos
aparecen en las revistas
Tierra Adentro y Cuadrivio.
Es autor del libro
Crónica de un salto.