Nuestros previsibles políticos
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Nuestros previsibles políticos
La semana pasada nos atrevimos en este espacio a realizar un vaticinio: el inextricable período denominado “intercampañas” sería aprovechado por partidos políticos y candidatos para iniciar una guerra de acusaciones mutuas y para culpar a la autoridad electoral de no garantizar “piso parejo”.
Llamamos también a no hacerse ilusiones respecto de la presunta “desaparición” de escena de los casi candidatos -o como se llamen ahora, porque ya no son “pre” candidatos, pero tampoco son candidatos- durante los 46 días de “intercampaña”, pues ellos se las arreglarían para mantener su ubicua presencia en nuestras vidas.
A diferencia de otros espacios de opinión, cuyos autores poseen poderes clarividentes, o se encuentran dotados de una sobre humana agudeza mental, merced a la cual son capaces de anticipar la realidad, aquí nos atrevimos al augurio porque hicimos un simple -y nada sofisticado- ejercicio de memoria: lo pronosticado es la descripción puntual del pasado y no había razones para esperar ahora una historia distinta.
Así pues, mal terminaban las “precampañas” (a las cuales debería quitárseles el prefijo para ser más congruentes con la realidad) cuando nuestros políticos se encargaban de confirmar lo predecible de su comportamiento.
Por un lado, los candidatos siguieron monopolizando todos los espacios noticiosos de la prensa, la radio y la televisión, desde el primer segundo del lunes pasado: ya no estaban en “precampaña”, pero su agenda siguió atestada de eventos en los cuales, se intuye, su presencia resultaba indispensable.
Desayunos, reuniones de planeación, pláticas informales, traslados, encuentros casuales, denuncias de espionaje… cualquier pretexto vale para no quedarse detrás del telón sino permanecer en el escenario y con las luces encendidas. Eso sí: cuidándose mucho de no realizar ningún llamado al voto e incluso declarándose en huelga de entrevistas.
Por el otro, dirigentes partidistas y candidatos comenzaron a lanzar acusaciones hacia sus adversarios señalando la forma en la cual estarían aprovechándose de los vacíos legales para “hacer trampa”, es decir, para disfrazar de inocuidad sus actos anticipados de campaña.
El colofón indispensable de la denuncia ha sido, por supuesto, demandar de las autoridades electorales una actuación inmediata y contundente en contra de quienes intentan subvertir las reglas de forma perversa. Como mínimo, se ha exigido al INE “aclarar” cuáles son las actividades permitidas -y cuáles las prohibidas- durante este enigmático período.
En línea con su naturaleza desleal y deshonesta, ningún partido, ningún actor político, ha salido a decir algo así como: “bueno: si alguien puede conocer, entender y explicar el sentido de la ley nosotros mismos… ¡porque nosotros la diseñamos, la discutimos y la aprobamos!
Tampoco se ha tenido la elemental decencia de reconocer cómo, gracias a sus constantes denuncias, los tribunales electorales han producido toneladas de sentencias en las cuales se ha precisado, hasta el nanómetro, el significa del término “acto anticipado de campaña”, razón por la cual, todo mundo sabe -o puede saber- en los partidos políticos, cuáles son las actividades permitidas y cuáles las prohibidas.
El siguiente episodio en esta historia del absurdo es tan previsible como los anteriores: los partidos y sus candidatos comenzarán a “consultarle” al INE si la realización de una reunión con integrantes de la estructura partidista, realizada a las 3 con 25 de la tarde, en jueves, debajo de un frondoso árbol de mango, en el patio sin barda de una vivienda particular, durante la cual se distribuya agua de horchata -de coco- en vasos desechables, se siente a los asistentes en sillas de plástico -con el logotipo de una marca cervecera-, se utilice una bocina con conexión bluetooth para expandir el sonido y se proyecte un video del candidato en una pantalla, durante el cual éste les invite a incorporarse al contingente de representantes ante las mesas directivas de casilla, puede o no considerarse un acto anticipado de campaña.
Preguntarán también si es necesario contabilizar el número de cocos utilizados en la elaboración de la horchata, el período de funcionamiento de la licuadora usada para moler la pulpa del fruto, el tiempo empleado por quienes la prepararon y distribuyeron, así como informar sobre el tamaño de la pantalla y el consumo energético de ésta y la bocina.
La respuesta de la autoridad -o la ausencia de ésta- servirá para demostrar, más adelante, lo absurdo y arbitrario de las reglas de fiscalización y para probar, al final, cómo el diseño del proceso electoral determina el resultado y no la voluntad de los electores.
Todo esto, sin contar el “alarmante” hecho en torno al cual todas las fuerzas políticas no han dudado en unir sus voces de denuncia en los últimos días: el perverso, oscuro y tramposo acuerdo firmado por el INE y Facebook para combatir las fake news y difundir los resultados del PREP…
Apenas llevamos una semana de “intercampañas”. Ármese de paciencia, pues lo peor está por venir.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx