Nuestro racismo
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Nuestro racismo
Se cumplen este mes quince años de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada en Durban, Sudáfrica. En aquel encuentro se reconoció que el racismo aún era un problema grave en la mayoría de los países, por lo que era necesario retomar con fuerza la lucha internacional iniciada con la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial de 1965.
En el México actual, los principios y recomendaciones del Plan de Acción de Durban siguen tan vigentes como hace quince años. El gran reto, sin embargo, es que no existe un reconocimiento público del problema. Sin embargo, somos un país racista donde se discrimina sistemáticamente a las personas por su tono de piel y origen étnico. Esta discriminación va mucho más allá de simples expresiones o del uso de determinados epítetos: está presente permanentemente en nuestra forma de ser y actuar.
En México, la discriminación por tono de piel provoca diferencias significativas en el ingreso, acceso a oportunidades y movilidad social. Existe plena evidencia de que vivimos en una sociedad pigmentocrática en la que las mejores oportunidades están concentradas entre las personas con tonos de piel más claros.
En materia de empleo, un estudio de 2010 mostró que las personas con tono de piel moreno claro tenían 25.2% menos probabilidad de ser trabajadores profesionales que las personas con tono de piel blanco, mientras que las personas con piel morena oscura tenían un 35.9% menos probabilidades de ser trabajadores profesionales o empleadores. Otro estudio de 2013, elaborado por El Colegio de México y el CIDE sobre discriminación y mercado laboral mostró que las mujeres con “fenotipo europeo” recibieron hasta 23% más llamadas para una entrevista de trabajo que las mujeres con “fenotipo indígena”.
En materia de escolaridad ocurre algo similar. Una encuesta de 2006 mostró que las personas con tono de piel blanco tienen 68.2% más probabilidad de tener educación superior que las personas con tono de piel no blanco. Tenemos también datos que muestran que las personas con tonos de piel blanco y moreno claro tienen en promedio 1.5 más años de escolaridad que las personas con los tonos de piel más oscuros. Pero también las personas con tonos de piel moreno y moreno oscuro tienen más dificultad en ascender y más facilidad de caer en la escala social. En contraste, las personas con tono de piel blanco pueden ascender con más facilidad, sin importar en qué quintil de ingreso nacieron.
En el ámbito del ingreso, Campos ha demostrado que las personas con tonos de piel blanco y moreno claro obtienen 53% más ingreso por hora que las personas con tonos de piel moreno y moreno oscuro. En México, el bienestar económico de las personas está relacionado con su tono de piel aun tomando en cuenta los años de escolaridad que tengan. Por ejemplo, una persona con tono de piel moreno oscuro que tenga 15 años de escolaridad, tiene alrededor de 25% menos de probabilidad de pertenecer al tercio más rico de la población que una persona con tono de piel blanco con los mismos años de escolaridad.
Pero no se requieren demasiadas estadísticas. Basta con abrir una revista de sociales de nuestro país para darnos cuenta hasta donde llega nuestra “güeritocracia”. Hace tres años Mario Arriagada publicó un artículo en la revista “Nexos” sobre racismo en las revistas de sociales. En un conteo sobre “Blancura Editorial”, el autor contabilizó el número de personas blancas y morenas que podían contarse en las fotografías de revistas y suplementos de sociales de algunos periódicos. Las cifras hablan por sí mismas: en el suplemento “Club de Reforma” encontró 300 personas blancas por dos morenas; en el suplemento “R.S.P.V de Excélsior”, había 666 blancas por 10 personas morenas; en la revista “Quién”, 348 blancas por cuatro morenas; y “Caras” 340 personas blancas y 3 morenas.
Presente en todos los ámbitos de nuestra vida en sociedad, el racismo exige, en primer lugar, un pleno reconocimiento público como problema social y determinación para dar una profunda batalla cultural.