A noventa y nueve años de la Constitución
Usted está aquí
A noventa y nueve años de la Constitución
Sabemos que en 1910 Francisco I. Madero contendió con Porfirio Díaz por la Presidencia de la República. Lo que sucedió después se conoce como Revolución Mexicana.
La Constitución formalmente vigente en 1910 había sido promulgada el 5 de Febrero de 1857, con Ignacio Comonfort en la Presidencia. En esos años, el País intentaba dar sus primeros pasos tras varios decenios convulsivos. Liberales y conservadores seguían enfrentados a muerte, algunos pensaban, incluso, volver a llamar a Santa Anna, el “gato maromero”, el salvador de la patria, cualquier acuerdo parecía imposible.
No cumplía su primer año la Constitución del 57 y ya había quienes pedían su abrogación. El propio presidente Comonfort se sumó al bando que se oponía a la Constitución liberal que él impulsó. Pronto sus aliados lo abandonaron orillándolo a renunciar a la Presidencia y salir del País. Juárez, como Presidente de la Suprema Corte de Justicia asumió interinamente el cargo. Los bandos siguieron enfrentados, hasta que Porfirio Díaz se hizo con el poder y gobernó a su manera, la Constitución, como tal, era lo de menos.
Regresemos a la Revolución. Después de la breve lucha armada, Díaz se exilia en París, y tras el interinato pactado en Ciudad Juárez, unificada la oposición a los “Científicos” y a Díaz, Madero ganó las elecciones y asumió la Presidencia. Se dice que el País festejó esa elección. Pero aunque venció en las elecciones, fue incapaz de preservar la unidad para conservar el poder.
Apenas terminaba el primer año de Gobierno, cuando diferentes facciones del movimiento armado empezaron a manifestar su inconformidad con el Gobierno de Madero. Zapata fue, sin duda, el más inconforme, junto con Pascual Orozco.
Para hacer frente a sus antiguos aliados, Madero, creyó en la institucionalidad del ejército y acudió a Huerta para enfrentar a sus ex aliados: Orozco, Villa y Zapata. Huerta derrotó al primero y lo orilló a salir del País, aunque más tarde lo hizo su aliado y juntos derrocaron a Madero.
Tras el golpe de 1913, Huerta enfrentó a Carranza, Obregón, Villa y Zapata. Al tiempo perdió el poder y se exilió. Le siguió en el poder Carranza, que en medio de ese torbellino, impuso al Congreso Constituyente, en 1917, una nueva Constitución y combatió a Villa y Zapata apoyado por Obregón, quien a su vez, se alzó contra Carranza. Una vez en el poder, Obregón muere asesinado y el ganancioso fue Calles.
Hemos dado en llamar Revolución Mexicana a esa lucha caudillista. En medio de ella, nació el máximo ordenamiento legal de México, que vivió sus primeros 12 años inmersa en guerras, traiciones y enfrentamientos por el poder. Como sucedió con la de 1857, su aplicación fue mínima.
En 1929, Calles convocó a los caudillos y fuerzas dispersas de la lucha armada. Casi dos decenios de masacre, le hicieron ver que un Gobierno duradero tendría que repartir porciones de poder entre las fuerzas que lo ambicionaban. Así nació la tercera dictadura nacional, el tercer pacto antidemocrático del México independiente. Los pactos precedentes para imponer un orden que la democracia no había podido instaurar, fueron encarnados por Santa Anna y Díaz. El tercer intento, en 1929, se acordó como un pacto entre caudillos y habría de guiar a nuestro País en el siglo XX. No fue un Congreso electo por el pueblo, ni un pacto basado en una Constitución lo que dio vida y forma al nuevo régimen.
Los pactos que dieron gobernabilidad al País se hicieron al margen de una Constitución que tiene sus aciertos pero también cierto tufo autoritario. Hoy en día carga infinidad de reformas, fruto coyuntural de nuestras desconfianzas. Lo cierto es que nuestra Constitución nació muerta, porque fue diseñada para controlar un México convulsionado, no para construir, ni para hacer el bien o el mal. Mientras no generemos un nuevo pacto nacional en democracia y para la democracia, el estancamiento político y sus efectos secundarios serán parte de nuestra vida cotidiana.
Twitter: @chuyramirezr
Facebook: Chuy Ramírez