Notillas tiene su rey del bajo sexto

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Notillas tiene su rey del bajo sexto

Lo primero que me impresionó, así a golpe de vista, cuando llegué a Notillas, municipio de Parras, Coahuila, la tierra del compositor, cantante y después actor, Cornelio Reya, fueron sus nubes.

Eran unas blancas y espesas, como bombas de algodón, y pensé que seguramente el maestro del bajo sexto, como no ha habido otro, se inspiró en ellas, en sus nubes hermosas, para componer sus canciones.

“Me caí de la nube que andaba…”.

Era una húmeda mañana de diciembre, había llovido en la madrugada, pero las nubes aún se hallaban por todo lo alto de un cielo índigo como pocas veces he visto otro, el cielo de Notillas.

Se trataba de armar un perfil, pero no de Reyna, que ya está más que biografiado, sino de su pueblo, el pueblo que fue de Cornelio Reyna.

Y me encontré con un ejido de casas de barro y techos de garrocha, al puro estilo del desierto, pintadas de colores chillantes, bajo unas montañas azules y rocosas, que ni el mejor muralista hubiera plasmado.

Por boca de los parientes del cantante, cuya fama traspasó fronteras, cuando con Ramón Ayala formó “Los Relámpagos del Norte”, fue que logré reconstruir la historia de este pueblo peculiar.

Pueblo sufrido del semidesierto coahuilense, que desde siempre ha sobrevivido de sus tierras de temporal y el rudo trabajo de la talla de lechuguilla.

Las radios de Estados Unidos, y la televisión, pregonaron por todo lo alto el nombre de la nueva luminaria de la música norteña, Cornelio Reyna.

Entonces la gente de Notillas se preguntó si era el mismo campesino que había salido de aquel pueblo pobre de Notillas con los pantalones rotos, pero la esperanza de llegar muy lejos.

Me lo contó su medio hermano Luis Reyna, su madrina, sus amigos de la infancia, sus primos y su novia del rancho, una esbelta y afable ancianita por la que Cornelio prometió volver y cuando volvió la encontró casada, “no fue mi suerte”, dijo la viejita.

Muchas veces volvió Cornelio a Notillas, muchas veces, cada vez con una troca nueva y una mujer diferente, “es la misma”, decía Cornelio con hilaridad.

Y Notillas que no salía de su miseria, que siempre estaba igual y Cornelio cada vez más arriba, arriba, arriba, en las nubes.

Nadie en Notillas le guardó resentimiento por eso, nadie, y al contrario, sintieron orgullo por el campesino que puso en alto el nombre del pueblo.

De Notillas, con sus nubes impolutas y gordas, por las que ahora seguramente se pasea, y ya sin peligro de caerse, el amo del bajo sexto.