Nostálgico

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Nostálgico

Digamos que enciendes el televisor y están transmitiendo una de tus películas favoritas de hace 30 años. Un sentimiento recorrió mi mente haciéndome evocar un montón de recuerdos. Me pregunté cómo era posible que tan solo una película fuera capaz de resucitar una nostalgia, un sentimiento que muchas veces identificamos como agradable. Eso me sucedió hace unos días cuando en un canal transmitían “El Imperio del Sol” y en otro “Crossroads”, ambas del año 1987, hace ya tres décadas, justo cuando yo tenía 16 años, la edad que ahora tiene mi hija Regina.

Hasta hace pocos siglos, a la nostalgia se le catalogaba como una “enfermedad neurológica de causa esencialmente demoniaca”. Así la describía Johannes Hofer, el médico suizo que acuñó el término en 1688. Luego, en los siglos 19 y 20, a la nostalgia se le clasificaba como “psicosis inmigrante”, una forma de “melancolía” y un “trastorno compulsivo mentalmente represivo”, entre otras patologías. Grandes escritores, como el Premio Nobel de Literatura Naguib Mahfuz, consideran a la nostalgia y al pasado como el opio de los sentimentales.

Pero hoy la ciencia opina otra cosa. Y es que la nostalgia es mucho más que una mera rememoración; es un sentimiento. “Una emoción cálida y difusa que sentimos cuando pensamos en buenos recuerdos”, explica la doctora Erica Hepper, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de Surrey en Inglaterra. “A menudo, es un sentimiento agridulce, sobre todo feliz y reconfortante, pero siempre con un dejo de tristeza de que lo que estamos recordando se ha perdido de alguna manera”, dice la científica inglesa.

La ciencia del comportamiento ha determinado que, en promedio, las personas nos involucramos con la nostalgia una vez a la semana y que esto es más común en adultos mayores de 40 años que miran hacia atrás para revaluar sus vidas, asegurando incluso que hay beneficios de la nostalgia. Un estudio publicado en la revista “Memoria”, demostró que la nostalgia ayuda a las personas. La investigación asegura que, al relatar sus experiencias de vida, las personas pueden mejorar su estado de ánimo y reducir el estrés. Que la nostalgia hace que los humanos se sientan amados y valorados y que esto aumenta la percepción de apoyo social cuando se sienten solas.

“Cuando experimentamos nostalgia”, explica, la doctora Hepper que participó en la investigación, “tendemos a sentirnos más felices, a afirmar nuestra autoestima, a estar más cerca de nuestros seres queridos y sentir que la vida tiene más sentido. 

La nostalgia ha demostrado ser un arma poderosa para contrarrestar la soledad, el aburrimiento y la ansiedad. Las parejas se sienten más cerca y se ven más felices cuando están compartiendo recuerdos nostálgicos”.

Sin embargo, la nostalgia no siempre implica recuerdos positivos, pues puede incluir las experiencias negativas que, al final, nos sirvieron como valiosas experiencias de aprendizaje. Entonces: ¿todo tiempo pasado fue mejor? La ciencia dice que nuestro cerebro tiene la capacidad de traer más recuerdos buenos que malos. Que nuestra memoria es selectiva y que la nostalgia nos ayuda a los cuarentones a lidiar con las transiciones.

Yo, por lo pronto, recuerdo que hace 30 años todos nos queríamos comer al mundo y es el mundo el que nos ha comido a nosotros. Hace tres décadas, los amigos y el futuro eran lo único que importaba. Hoy he visto a amigos irse para siempre y atestiguado que el futuro nos alcanzó. Hoy intento luchar todos los días porque que el dolor y las injusticias no me sean indiferentes. No siempre lo logro.

Lo hago al tiempo en que soy esposo, padre y abuelo adelantado. Y sí, lo confieso, no me pierdo una oportunidad para construir recuerdos nostálgicos. Y ahora que la ciencia me ha dado la razón, seguiré escuchando música de los 80, viendo las películas de mi época y reuniéndome con los amigos de entonces que encontré en mi camino. No es esto un deseo de convertirnos en “estatuas de sal”, lo haremos conscientes de lo que dijera el escritor y poeta estadounidense, ganador del Nobel de Literatura, el gran William Faulkner: “El pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado”.