‘Nos abandonaron’, acusan a Grecia de dejar migrantes a la deriva

Desde que se rompió un acuerdo bilateral el año pasado, Turquía y Grecia se han enfrentado sobre cómo lidiar con el flujo continuo de migrantes a lo largo de una de las rutas más utilizadas
Cada vez con más frecuencia, Grecia incluso expulsa a los solicitantes de asilo que han llegado a sus islas, los obliga a subir a balsas salvavidas y los remolca a aguas turcas. ESPECIAL

CARLOTTA GALL

TURQUÍA.- La patrulla costera turca subió primero a las mujeres y los niños, mojados y agitados, y luego a los hombres y más niños.

Heliah Nazari, una niña de 7 años que vestía mallas a rayas, temblaba sin control cuando la sentaron a la cubierta. Una mujer mayor vomitaba en una bolsa de plástico.

Eran dos de los 20 solicitantes de asilo procedentes de Afganistán que llevaban cuatro horas a la deriva en la oscuridad, abandonados en balsas sin timón, antes de que los guardacostas turcos llegaran hasta ellos.

Unas horas antes habían estado descansando en un bosque de la isla griega de Lesbos cuando fueron atrapados por agentes de la policía griega que les confiscaron sus identificaciones, dinero y teléfonos celulares, y los llevaron al mar.

“Nos patearon a todos, con los pies, incluso a los niños, a las mujeres, a los hombres, a todos”, afirmó Ashraf Salih, de 21 años, al relatar su historia. “No dijeron nada, simplemente nos abandonaron. No mostraron compasión alguna”.

Los guardacostas turcos describieron el caso como un claro ejemplo, que casi no presencian los periodistas, de los rechazos ilegales que se han convertido en una característica habitual del peligroso juego del gato y el ratón entre los dos países con los miles de migrantes que siguen intentando la travesía marítima desde Turquía a las islas griegas para entrar a Europa.

Desde que se rompió un acuerdo bilateral el año pasado, Turquía y Grecia se han enfrentado sobre cómo lidiar con el flujo continuo de migrantes a lo largo de una de las rutas más utilizadas desde que el movimiento masivo se disparó en 2015.

Entonces, un millón de migrantes, en su mayoría sirios que huían de la guerra en su país, protagonizaron la oleada hacia Europa. El flujo se ha reducido mucho (han llegado 40 mil migrantes por mar a Europa en lo que va de este año), pero ahora predominan los afganos, por lo que se teme que la escalada del conflicto en ese país y la retirada de las tropas de Estados Unidos puedan acarrear un número mayor.

Durante más de un año, Turquía se ha hecho de la vista gorda respecto a los migrantes y les ha permitido intentar la travesía por mar hasta Grecia. Este país ha recurrido a expulsar a los migrantes por la fuerza, pues inutiliza sus embarcaciones y los obliga a volver a Turquía cuando los atrapan en el mar.

Cada vez con más frecuencia, Grecia incluso expulsa a los solicitantes de asilo que han llegado a sus islas, los obliga a subir a balsas salvavidas y los remolca hasta aguas turcas, ya que la compasión que muchos griegos habían mostrado durante oleadas migratorias anteriores ha dado paso a la ira y el agotamiento.

La táctica de los llamados rechazos ha sido denunciada de manera rotunda por organizaciones de refugiados y funcionarios europeos como una violación del derecho internacional y de los valores europeos fundamentales. El gobierno griego niega haber expulsado inmigrantes e insiste en su derecho a proteger sus fronteras.

“Se han investigado muchos casos, incluso por parte de la Unión Europea”, dijo la semana pasada Notis Mitarachi, ministro de Migración y Asilo de Grecia, “y los informes no han encontrado evidencia de ninguna violación de los derechos fundamentales de la Unión Europea”.

Philippe Leclerc, director de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados en Turquía, señaló que su oficina había presentado pruebas, incluyendo “relatos de violencia y separaciones familiares” al defensor de los derechos humanos griego, para solicitar que se investigaran los casos, sin resultado.

Los dos países se encuentran en un punto muerto, ya que Turquía exige que Grecia ponga fin a los rechazos en primer lugar, y Grecia exige que Turquía acoja primero a  mil 400 migrantes cuyas solicitudes de asilo han sido rechazadas, mencionó Leclerc.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha sido acusado ampliamente de precipitar la crisis, cuando en febrero del año pasado anunció que iba a abrir las fronteras de su país para que los migrantes viajaran a Europa.

Funcionarios turcos, que hablaron bajo condición de anonimato porque no estaban autorizados para hablar con los medios de comunicación, afirmaron que la medida se tomó para llamar la atención del mundo sobre la propia carga de Turquía al acoger a unos 4 millones de solicitantes de asilo procedentes de guerras de otras naciones: más de 3.6 millones de sirios, junto con otras 400 mil  personas de Afganistán, Asia y Medio Oriente. Es la mayor comunidad de refugiados del mundo y ha tomado suburbios enteros de Estambul y la capital, Ankara.

No obstante, la acción se interpretó en Grecia como una especie de extorsión monetaria y de otras concesiones de la Unión Europea en una serie de aspectos.

La situación provocó enfrentamientos entre los migrantes y los guardias fronterizos griegos en la frontera turco-griega y ocasionó que el gobierno conservador griego adoptara nuevas medidas agresivas contra los inmigrantes, entre ellas los rechazos.

Grecia se ha esforzado por gestionar la afluencia de más de 100 mil casos de asilo y los campos de refugiados superpoblados en sus islas, mientras que otros países europeos han hecho muy poco por compartir la carga.

No obstante, los funcionarios turcos subrayan que las cifras que maneja Grecia no son nada comparadas con la magnitud de la presión que sufre Turquía. El resentimiento contra los inmigrantes en Turquía ha crecido a medida que las condiciones económicas han empeorado, lo cual amenaza la posición política de Erdogan. Este, a su vez, ha criticado a las naciones más ricas que eluden sus responsabilidades hacia los refugiados del mundo y no hacen lo suficiente para poner fin a los conflictos que les hacen huir.

Frustrados tras más de un año de acoger a miles de migrantes abandonados por sus homólogos griegos, los guardacostas turcos invitaron hace poco a los periodistas a subir a una patrulla costera para presenciar lo que, según ellos, eran las transgresiones griegas.

“Es obvio que fueron obligados a volver”, dijo el teniente mayor Sadun Ozdemir, comandante del grupo de la guardia costera turca en el Egeo septentrional, después de que su tripulación rescató a los 20 afganos. “No cayeron del cielo”.

Señaló que era probable que el barco griego hubiera remolcado las balsas hasta las aguas territoriales turcas antes de dejarlas a la deriva, lo que, según él, constituía una violación adicional.

Una de las balsas estaba sobrecargada y el fondo delgado tenía filtraciones, dijo. “Esa embarcación podría haberse hundido en uno o dos minutos, y es probable que no sepan nadar, por lo que podrían haberse ahogado”.

Como ocurre a menudo, la tripulación turca recibió un correo electrónico de sus homólogos griegos en el que se informaba que había migrantes a la deriva en la zona, un aparente esfuerzo de los griegos por mitigar la pérdida de vidas, pero, según los turcos, esto es una señal implícita de la culpabilidad griega.

Los rechazos también perjudican las relaciones entre los guardacostas griegos y turcos e interfieren en la labor de lucha contra el tráfico de drogas y de personas, aseveró Ozdemir.

Tanto las embarcaciones comerciales como las de la marina y los guardacostas pasan por el norte del mar Egeo y podrían chocar con facilidad con las pequeñas balsas y barcos, que no tienen luces ni instrumentos de navegación, añadió.

“Esto que llamamos ‘rechazo’ es una expresión muy inocente”, dijo, pero la acción era todo menos eso, concluyó, con la esperanza de transmitir “cuán desesperada es la situación”. c.2021 The New York Times Company